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José Antonio Huelga le hacía honor a su número

El pasado domingo se cumplieron 36 años de la muerte del pelotero espirituano, uno de los mejores lanzadores del béisbol cubano de todos los tiempos

Autor:

Osvaldo Rojas Garay

El espirituano José Antonio Huelga Ordaz fue otro de los famosos que pasó rápido por la vida. Apenas le había arrancado 26 hojas al almanaque, cuando un accidente de tránsito puso fin a su breve, pero intensa existencia, el 4 de julio de 1974, hace 36 años.

Aunque ya han transcurrido más de tres décadas del trágico suceso, Antonio Muñoz todavía siente el impacto que le provocó la muerte de su amigo. Más de una vez, Huelga acogió en su casa al Gigante del Escambray, cuando se le hacía tarde y no podía llegar a tiempo para abordar el medio de transporte que lo trasladaría hacia la finca Algaba, en Condado.

«Aproveché un pase que nos dieron cuando nos preparábamos para los topes en Holanda y Japón y fui a verlo al hospital de Sancti Spíritus, donde llevaba varios días ingresado, debido a una sacrolumbalgia en una de sus piernas.

«Me dijo: “Guajiro, ya me estoy recuperando, dentro de algunos días iré a La Habana a verlos antes de que se vayan”.

«Cuando vino invitó a varios de sus compañeros a dar una vuelta por La Habana y por la noche durmió en mi cama, en el albergue número 2, que por aquel entonces estaba situado por la zona del left field del estadio Latinoamericano», recuerda Muñoz.

«Al día siguiente se marchó y el 4, durante el desayuno, se apareció Bernardo Navajas González diciendo: “¿Ustedes no han oído la noticia? Por Radio Reloj están diciendo que Huelga se mató en un accidente”.

«No encuentro palabras para expresar lo que sentí. Así de pronto, era muy difícil aceptar la idea de que aquel hombre lleno de vida se nos fuera tan temprano. Ese día el béisbol cubano perdió a uno de sus más brillantes y corajudos lanzadores y, nosotros, los más cercanos, perdimos al hermano, al compañero jaranero que sobresalió también por su caballerosidad, su humildad. Pienso que por su calidad humana y deportiva le hacía honor al número que llevaba en el uniforme: el 1», sentenció Muñoz.

Muchas hazañas en poco tiempo

Pocos serpentineros, para no pecar de absoluto, hicieron tantas cosas en tan corto tiempo, como este astro del montículo nacido en el central Melanio Hernández, de Tuinicú, Sancti Spíritus, el 14 de marzo de 1948.

Todo comenzó en 1964, cuando defendiendo la causa yayabera llegó improvisado al box, desde la esquina caliente, para enfrentar a Camajuaní, en una competencia provincial escolar. Su última aparición fue el 9 de septiembre de 1973, en un tope CDR-MININT realizado en el espirituano estadio Victoria de Girón.

En 48 horas, primero como abridor contra el fenomenal Burt Hooton y luego en funciones de relevista, derrotó dos veces a Estados Unidos en el play off decisivo de la cita del orbe de 1970. Por ello fue catalogado por Fidel como el Héroe de Cartagena y resultó el mejor atleta de ese año en Cuba.

Una tercera victoria a costa de los estadounidenses (4-3) se apuntó en los Juegos Panamericanos de Cali-71. Ese mismo año dejó en dos jits a la Selección de Estrellas que enfrentó a Cuba en la clausura del certamen mundial, efectuado en nuestro país.

En campeonatos de casa ganó los partidos que les dieron a los Azucareros —representantes de la antigua provincia de Las Villas— el título en las campañas nacionales de 1968-1969 y 1972. Además, salvó el encuentro decisivo de la Serie de los Diez Millones (1970).

También le propinó a Granjeros el sexto juego de cero jit-cero carrera en nuestros clásicos beisboleros y trabajó durante 20 entradas frente a Occidentales en la primera Serie de Estrellas (1968). En ese desafío se dio el gustazo de ponchar en el último capítulo a Urbano González, considerado el bateador de mejor vista en los campeonatos nacionales.

En siete contiendas del patio acumuló 73 triunfos y 32 descalabros. Solo permitió nueve jonrones en 871 innings y un tercio. Todavía ostenta el mejor promedio de carreras limpias (1,50) entre todos los tiradores que han desfilado por el montículo en el período revolucionario.

Usted cantó bien

Abundan las anécdotas que ilustran la modestia y sencillez que caracterizaron al Héroe de Cartagena. Particularmente resulta grato evocar aquella que leímos hace algún tiempo en un trabajo del colega Arnaldo Prado.

En 1966, Taguasco y Caibarién se enfrentaban en un partido de exhibición, donde actuaba como árbitro Leopoldo Campos. El juego arribó a la novena entrada con empate a cero.

Los caibarienenses, que eran visitadores, le llenaron las bases a Huelga con dos outs y el bateador en turno estaba en cuenta completa de tres y dos. El siguiente lanzamiento, a juzgar por los presentes, fue un strike perfecto. Sin embargo, Campos cantó bola y provocó una carrera forzada que a la postre resultó decisiva.

Años más tarde, al rememorar ese momento, el árbitro declararía: «Yo me demoré en levantar el brazo y cuando vine a reaccionar ya era tarde. Había convertido en bola aquel envío.

«El público me gritó cuanto pudo y algunos jugadores criticaron mi decisión, pero Huelga metió su guante debajo del brazo izquierdo y se marchó al dogaut sin pronunciar una palabra. Por la noche me dirigí a él y le dije: José Antonio, ¿qué te pareció el último lanzamiento del juego? Él me miró, puso una mano sobre mi hombro y respondió: Leopoldo, yo la vi por el centro, pero era muy bajita, usted cantó bien».

«Sus palabras —expresó Leopoldo— me llegaron al alma, pues yo sabía que había cometido una injusticia».

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