El árbitro español Alberto Undino Mallenco pitó el partido entre Alemania y Serbia con el manual en una mano y las tarjetas en la otra. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 04:58 pm
A veces hay muy poco margen entre el sueño y la realidad. Tal es así, que Alemania apenas necesitó 90 minutos para deshacer el mejor fútbol que se había visto en este Mundial, y complicó lo que parecía una ruta expedita hacia los octavos de final.
Otra vez el técnico Joachim Löw dispuso sobre el césped a su afinada orquesta de jóvenes virtuosos, pero le fallaron los solistas. Ni Ozil ni Müller dieron su mejor nota ante una Serbia que aprendió muy bien la lección de la derrota australiana: a esta Mannschaft no se le puede defender cuando tiene todos sus circuitos activados.
Por eso el estratega serbio Radomir Antic adelantó las líneas, y ordenó a los suyos minar el mediocampo. Pero nadie en esta batalla contaba con la rigurosidad del árbitro español Alberto Undiano Mallenco, quien pitó con el manual en una mano y las tarjetas en la otra. Su gran presa fue el goleador Miroslav Klose, a quien no le perdonó ninguno de sus excesos en la marca.
Después de eso, nada fue igual. De aquella selección que enamoró las retinas de los amantes del fútbol, apenas quedó un Podolski que las quiso todas, y no acertó ninguna.
Si Löw no podía creer lo que sucedía sobre la cancha, Antic debe haber alucinado cuando Vidic le puso el brazo a un centro estéril. ¿Habrán ensayado los serbios esta jugada, o solo fue solidaridad con su compañero Kuzmanovic? Solo ellos saben.
Para su fortuna, Podolski estaba en una de sus peores tardes y su previsible remate desde los 11 metros supuso un acto de capitulación que no pudieron revertir las entradas de Cacau, Marin y Mario Gómez. Un panorama que el técnico alemán no imaginó ni en sus peores sueños.
Alma, dudas y esperanzas
Las nueve tarjetas mostradas por Undiano Mallenco fueron apenas un aviso. La nota la puso el colegiado maliense Koman Coulibaly y la víctima fue un inspirado equipo de Estados Unidos que pudo entrar en la historia como el primero en remontar una desventaja de dos goles.
Nadie, salvo Bradley y sus pupilos, se imaginó que Eslovenia dejara escapar su virtual clasificación a octavos de final, después de una estupenda primera mitad y dos goles en su renta. Pero ahí estaban los norteños, quienes respondieron con el alma al llamado de su líder Landon Donovan, y anotaron tres dianas. Sí, tres, porque la de Maurice Edú mereció estar también en los récords.
Lo mismo no se puede decir de las huestes del italiano Fabio Capello, a quien no le asentó muy bien el empate de sus pupilos ingleses, justo cuando cumplía 64 años.
La incertidumbre rodea a los inventores del fútbol, después de llegar a Sudáfrica como favoritos y tener que jugarse la clasificación con la última bala. Y todo por obra y gracia de una selección argelina que nunca exteriorizó su papel de reparto, e incluso hizo méritos para correr con mejor suerte.