La inmunización o vacuna procura iniciar o aumentar la resistencia a una enfermedad infecciosa, sentencia el docto diccionario. Tal vez el mal rato ante Corea del Sur, este miércoles en el estadio de Seúl, contribuya a levantar las defensas de la selección olímpica beisbolera de Cuba.
Primero en el triunfo de 6-2, más tarde en el revés de 15-3 (el tope de dos días no incluyó la regla del nocao) el mentor Antonio Pacheco hizo llover sobre mojado, al repetir la alineación con que se despidió del torneo de Haarlem: Giorvis (cf), Michel (3b), Yulieski (2b), Malleta (1b), Cepeda (lf), Bell (rf), Despaigne (bd), Pestano (c) y Paret (ss).
Solo se permutaron el puesto de designado y el de jardinero izquierdo, como proclamando a los cuatro vientos la recuperación física de Cepeda. Y solo hubo cambios cuando la ofensiva de los anfitriones parecía desencadenar un tsunami en las orillas de la península: Eriel tomó los arreos y Navas se fue al campo corto.
Poco a poco, como prometieron los entrenadores –y no dispongo de toda la información sobre los partidos previos en Asia—la ofensiva de Cuba ha ido creciendo.
Los lanzadores, es evidente, disminuyeron su rendimiento en el salto geográfico desde Europa, aunque el lector avezado me saldrá al paso, porque en Holanda los criollos enfrentaron esencialmente a jugadores universitarios.
Norge Luis Vera, a mi juicio el as sobre el tapete donde Antonio Pacheco baraja sus cartas, logró contener en la apertura a unos coreanos que todavía tocan de sacrificio cuando necesitan un racimo de anotaciones, u ordenan correr a un gordito desde la inicial, para hacerlo víctima del tiro de gracia de nuestros jardineros.
Pedro Luis Lazo, en el propio juego, cerró el dique que amenazaba romperse ante Vicyohandri Odelín.
La metrallaPuro fuego vomitaron los bates de Corea del Sur en el segundo partido, ante Adiel Palma, Jonder Martínez, Elier Sánchez, Yadier Pedroso y Miguel Lahera.
Tacto, pero también fuerza mostraron los ganadores, con 16 hits (incluyeron dos jonrones y cinco dobles), un derroche que seguramente es un récord suyo ante un equipo de Cuba, y que estimo que no se va a repetir en Beijing.
Ante sus tiradores, en cambio, hay que descubrirse nuevamente. Esos zurdos son de respeto, y el cerrador derecho suele hacer invisibles sus envíos rectos.
Espero, insisto, que la fiebre que consumió a nuestros lanzadores haya hecho efectiva la vacuna. El partido de la verdad ante Corea del Sur, el de los Juegos Olímpicos, puede ser muy escabroso, pero era peor acudir a Beijing sin haberlos enfrentado.
A la tanda de Cuba, es verdad de Perogrullo, nuestros contrarios la tenían «retratada». Y haber conocido a esos diablillos, bate en mano, será un elemento a favor de los nuestros.