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La herida bendita de Fornaris

El campeón centroamericano del trampolín de un metro confiesa que sufrió algunos accidentes en los saltos a lo largo de su carrera

Autor:

Juventud Rebelde

Con sus saltos, Eric Fornaris se agenció el título en el trampolín de un metro. Foto: Daniel Anaya CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.— A los seis años, cuando se iniciaba en el mundo temerario de los trampolines, se partió la frente contra el concreto .

«Di una vuelta mortal de espalda, la hice mal y vino la herida; mírame: aún tengo la cicatriz», señala en retrospectiva rápida, mojado todavía, cerca del Complejo Acuático.

Mas aquella zanja sangrante en la anatomía de Eric Fornaris Álvarez fue incentivo en vez de obstáculo.

«Después sufrí golpes en las manos, en los tobillos... golpes que me afectaron. Me traumaticé un poco la primera ocasión.. sin embargo, seguí el camino, sin miedo».

Y así anduvo tanto, o saltó tanto —para decirlo mejor— que 21 años después de aquella caída alcanzó uno de sus sueños caros: el título de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el trampolín de un metro. Un pergamino alcanzado, brillantemente (395, 55 puntos), por encima de dos rivales de «espanto», el mexicano Rommel Pacheco (377, 60) y el venezolano Luis Villarreal (368, 95).

Fue un cetro logrado con tensión. La lid iba muy pareja entre los favoritos cuando apareció de pronto, un aguacero; justamente en el sexto salto de los concursantes.

La prueba, no obstante, continuó. Y Fornaris, olvidándose de cábalas húmedas, hizo las piruetas acostumbradas y se lanzó al fondo de la piscina. Salió el pecho bañado en oro.

«Yo he tenido alegrías y victorias en competencias internacionales; había estado en Panamericanos y Juegos Olímpicos, no en unos Centroamericanos. Por eso, y porque esos dos clavadistas son rivales de cuidado, digo que el triunfo me hace feliz».

Ahora, al calor de la corona regional, le brotan rápido las remembranzas a Eric. «Me hace recordar a mis primeros entrenadores, en el parque Martí, allá en El Vedado: Dalia y José Luis; a mi hijito de un año y especialmente a alguien que considero como un padre y quien ya falleció: mi profesor Nilo Varona».

Y la victoria, según el propio Fornaris, le trae al cerebro aquel surco simbólico. «Uno va perfeccionando y es casi improbable que sucedan esas cosas. Pero te enseñan que uno debe entrenar fuerte siempre, no cansarse; no temerle a nada en el mundo».

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