Dicen que los chinos de Hong Kong son sensibles a fantasmas y a la mala suerte, por lo cual la burbuja inmobiliaria ha hecho emerger allí un mercado de viviendas… «visitadas» por antiguos residentes muertos trágicamente, solo porque salen entre un 20 y un 40 por ciento más baratas.
Pocos se atreven a habitar las «hongza» o casas embrujadas, y la ley, que respeta la creencia popular sobre suicidas o asesinados, obliga a brindar a los posibles compradores detalles de lo ocurrido en la morada. Pero siempre hay vivos que no creen en los muertos y con siete millones de habitantes en muy poco espacio, sería un lujo despreciar a las «embrujadas». Alguien tiene que vivir en ellas, ¿o no?