El actor Daniel Barrera. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 18/10/2025 | 11:35 pm
Daniel Barrera llega con la frescura de una generación de actores que apuesta por la pasión y la constancia. Sonríe cuando recuerda cómo se abrió camino en la televisión, y lo hace con la misma naturalidad con la que habla de sus sueños. Su historia con la telenovela Regreso al corazón comenzó, como suele ocurrir, con una mezcla de intuición y oportunidad.
«Llegué a ella a través de un casting», comenta. El proceso, como él mismo lo describe, fue intenso y revelador: «Participé en dos pruebas: la primera fue bastante masiva, con muchos actores, y luego pasamos a una segunda ronda, más reducida. En esa etapa interpreté escenas para los personajes de Emmanuel y Henry. Al cabo de unos días, Loysis Inclán me llamó para confirmarme que el papel sería Henry».
—¿Qué significó para ti asumir a un personaje con tantas aristas?
—Para mí, lo que más me motivó y divirtió de interpretar al personaje fue precisamente la cantidad de facetas por las que atraviesa. Como actor, eso resulta muy estimulante. Henry me ofrecía un verdadero ejercicio actoral: tuve que pasar por el transformismo, hacer de payaso, asumir la experiencia de un hombre que sale de prisión… en fin, varios condicionantes que lo convierten en muchos personajes dentro de uno solo.
«Ese tránsito constante de un registro a otro no solo lo hace divertido de interpretar, sino que también me exigió estar en un estado de reinvención permanente. Cada faceta de Henry implicaba un código distinto, una energía distinta, y eso me permitió explorar matices que a veces no se logran en un único papel».
—Su problema con el control de la ira lo llevó a prisión. ¿Cómo trabajaste para reflejar esa dualidad entre el buen joven y el hombre marcado por sus errores?
—El tema del control de la ira fue una propuesta mía para enriquecer al personaje. Se lo planteé tanto a Loysis como a Eduardo Eimil, porque necesitábamos justificar ese episodio violento del pasado que lo llevó a prisión tras agredir físicamente a Emmanuel (Alejandro Aguirre).
«En el guion los ataques de ira no estaban tan definidos; no se marcaba con claridad que Henry fuera violento. Y en realidad, él no es un personaje violento en esencia, sino un buen muchacho con un problema de control de la ira que, en determinadas circunstancias, lo desborda.
«Lo que hicimos fue trabajar ese rasgo de manera puntual, en escenas muy específicas, para que se reflejara cómo Henry se ciega en momentos de tensión. Decidimos potenciarlo sobre todo después del conflicto con la madre, porque esa situación lo desestabiliza emocionalmente y explica su comportamiento posterior.
«Esa construcción también nos permitió darle al personaje una dualidad interesante: por un lado, Henry es noble, sensible, incluso entrañable; por otro, arrastra un problema serio con el manejo de su ira. Esa contradicción le da matices, lo aleja de ser un personaje plano, totalmente bueno o totalmente malo, y creo que lo hace mucho más humano y atractivo para el público».
—El transformismo aparece en la trama como un refugio y un canal de expresión. ¿Qué descubriste como actor al interpretar a Lady Diamond en este mundo artístico?
—Primero que todo, descubrí un mundo. Claro, lo conocía, pero nunca había estado tan cerca, nunca había estado dentro de él. Y creo que lo primero que comprendí fue lo trabajoso que resulta: no es fácil interpretarlo porque implica mucha producción, mucha preparación. Requiere un vestuario muy elaborado, rellenos, un maquillaje intenso, caminar con tacones —que no es nada sencillo—, y además tiene una expresividad propia del cabaré, muy distinta a lo que yo suelo hacer en la televisión o en el teatro.
«Fue un reto, pero también un descubrimiento maravilloso. Pude acercarme a una manera de expresarse distinta, llamativa, muy artística, y al mismo tiempo conocí la historia y la esencia del transformismo. Lo más valioso fue la gente: trajo a mi vida a personas extraordinarias, con las que hoy mantengo una amistad cercana.
«No es común que en la televisión se exploren mundos tan diferentes a los propios, y creo que esa posibilidad de vivirlo desde dentro me dejó una huella muy especial, tanto en lo profesional como en lo humano. Descubrí un mundo difícil, sí, pero lleno de belleza y humanidad».
—¿Tuviste referentes o preparación especial para abordar la dimensión del transformismo en la historia?
—Mis principales referentes fueron los propios transformistas con los que trabajé en la novela, además de lo que ya conocía previamente. Con ellos hice la mayor parte de la preparación, observando sus códigos, su expresividad y su manera de concebir el arte.
«Ahora bien, el personaje tenía un matiz distinto: no debía ser un transformista “perfecto”, como los que existen en la vida real, sino un actor que asume el transformismo. Eso marcaba una diferencia importante. Buscábamos que se notara cierta imperfección, porque Henry no es transformista en esencia, sino un muchacho que se sumerge en ese mundo como parte de su historia. Ese detalle lo hacía más verosímil y enriquecía la propuesta. Estoy muy agradecido con todos los transformistas que me acompañaron en el proceso; sin ellos hubiera sido imposible darle autenticidad al personaje».
—La reacción del público ha sido diversa: aceptación, pero también prejuicios. ¿Cómo has vivido esas opiniones y qué crees que significa este personaje para abrir debates sociales?
—He vivido todo este proceso con mucha tranquilidad. Muchas veces leo lo que se comenta o me comparten publicaciones, y trato de recibir tanto las críticas positivas como las negativas con la misma disposición. De cada cosa tomo lo que considero útil para crecer y lo que no me funciona, simplemente lo dejo pasar.
«Es cierto que el transformismo fue el punto donde más opiniones encontradas recibí: hubo quienes aplaudieron la propuesta y otros que la cuestionaron. Pero siempre asumí esas reacciones con serenidad, porque sabía que era un reto. Lo importante para mí fue intentar hacerlo de la manera más respetuosa posible, buscando representar a las personas de ese mundo con dignidad y mostrando la belleza que encierra su arte.
«Creo que este personaje es significativo porque no recuerdo otro en la Televisión Cubana que haya explorado directamente el transformismo. Y pienso que era necesario, porque todavía existen muchos prejuicios. Nuestro objetivo fue acercar esa realidad a los hogares cubanos y mostrarla como lo que es: un arte lleno de talento, creatividad y sensibilidad, que no debería juzgarse desde la homofobia ni reducirse a la sexualidad de quienes lo practican.
«Si con Henry logramos poner un pequeño granito de arena para que el público se acerque al transformismo con menos prejuicios y más respeto, ya eso es un paso adelante. Es, en definitiva, una invitación a reconocerlo como lo que es: una expresión artística legítima que merece ser valorada».
—Henry descubre un secreto familiar doloroso. ¿Cómo trabajaste esas escenas de alto impacto emocional?
—Las escenas de alto impacto emocional las trabajé desde la relajación, evitando forzar y apostando mucho por la contención. Curiosamente, resultaron más fáciles de lo que pensaba, porque bastó con dejarme llevar por Loreta Estévez (Eloísa) y Mayelín Barquinero (Isis Chaveco). Básicamente, fue confiar en el momento y en la energía de mis compañeras.
—Las escenas junto a Loreta y Mayelín transmiten una gran carga dramática. ¿Hubo una co-
nexión genuina más allá de la ficción?
—Realmente sí. Les tengo mucho cariño a las dos, hicimos muy buena «piña» y siempre les digo que la relación que formamos en Regreso al corazón hizo mucho más llevaderos todos esos meses de rodaje. Una novela es un proceso largo, complejo y agotador, con muchas complicaciones, y creo que tanto ellas como el sentido de familia que se creó en el set me ayudaron enormemente a sobrellevarlo.
Aún con varios giros por descubrir, Daniel asegura que Henry tiene sorpresas reservadas para el público. Cree que quedan momentos que seguirán atrapando a quienes lo siguen, aunque prefiere mantener la intriga y no adelantar nada.
Para él, ese misterio forma parte de la magia de interpretar a un personaje que evoluciona capítulo a capítulo, una danza entre lo inesperado y lo conocido que mantiene vivo el suspense, y que hace que cada escena sea un pequeño descubrimiento tanto para él como para quienes lo acompañan en la historia.