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Portadora de un legado milenario

Hasta donde se tienen referencias, solo en Sancti Spíritus un proyecto enseña a niñas y adolescentes la danza del pavo real, baile tradicional de China. Su protagonista, la joven Jennifer Haila Raya Valdés asegura que todo lo aprendido en este arte se ha convertido en el centro de su vida

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— En medio del escenario, los brazos esbeltos marcan el ritmo que sigue la cintura flexible. Su grácil postura de baile evoca la agilidad y magnificencia del pavo real. Un giro, otro, y cae la joven sobre sus piernas y con la saya abierta encima del suelo como si la hubiera acomodado. Pero no: durante toda la danza sus manos no dejaron de surcar el aire, como si fuera posible alzar vuelo.

La respiración de Jennifer Haila Raya Valdés confirma que detrás de cada movimiento hay años de práctica y entrega. Apenas dibuja una sonrisa en el rostro para agradecer las ovaciones de quienes descubren que en tierra espirituana también se bailan algunas danzas tradicionales de China.

Y lo hacen ese día. Justo cuando la joven de 24 años presentó el proyecto de sus sueños: Mulan Quan ECWQS: Lianhuan. Una oportunidad para aprender y renovarse con la misma vistosidad de la flor de loto, a la que le deben el nombre.

El Mulan Chuan es un arte estilizado y elegante, de movimientos delicados y armoniosos, basado en las danzas folklóricas chinas. Se fundamenta en la marcialidad del Tai chi Chuan, el adiestramiento de la respiración del Qi Gong y la teoría filosófica y médica del Yin Yang.

Se reconoce como un arte marcial único en su clase porque es practicado solo por mujeres. Lo creó la maestra Yin Meifeng para homenajear a una heroína de guerra, muy conocida en Cuba por la película de dibujos animados que cuenta su historia: una joven que, disfrazada de guerrero, se une al ejército para remplazar y salvar a su padre de pelear contra los invasores nómadas.

Al proyecto se suman espirituanas diversas. Aprenden los secretos de esas danzas sin poner como barreras los dolores de la vida por cargar sobre sus hombros más de 70 años, o la inquietud de cinco abriles donde no habita nada más importante que los juegos. Las convocan el arte, la respiración, los movimientos… todo presentado con una belleza extraordinaria. El encuentro con la armonía y paz interna las seducen.

Pero a la maestra Jenny, como la conocen más allá de los documentos legales (espirituana de cuna, aunque vivió más de una década en La Habana), no le sorprende ese deslumbramiento ante cada aprendizaje. Le sucedió lo mismo con apenas siete años de edad.

Regresaba de mano de su abuela materna al bulevar de San Rafael, en la capital del país, y chocaron de frente con un grupo multicolor con espadas y abanicos gigantes.

—¿Cómo podemos hacer para que la niña aprenda hacer eso?—, lanzó como dardo la adulta al hombre vestido de negro, líder de quienes (ante los ojos de la pequeña) flotaban en el aire.

La respuesta fue sencilla: matricularla en la Escuela cubana de Wu Shu y Qigong, bajo la cobija del maestro Roberto Vargas Lee. Desde entonces, más que expresiones culturales suma a su vida disciplina, consagración, destreza, paciencia…

«Era asmática crónica. Desde que comencé a practicar ese deporte no he sabido lo que es un ataque. Todo lo aprendido se ha convertido en el centro de mi vida», reconoce.

Pasados unos años, además de descubrir el Whusu y apropiarse de las técnicas de estilos como el
Changquan, Taijiquan, Nanquan y Qigong, las danzas tradicionales la raptaron. La estocada fue la danza del pavo real, enseñada por una profesora de ballet.

Hoy, hasta donde se conoce, Jenny es la única cubana que baila esa expresión cultural que conecta con el espíritu del ave sagrada, símbolo de dicha y buenos augurios en China. En la sala de su casa, en la ciudad del Yayabo, a donde regresó con 13 años, enseña a un grupo de niñas la combinación de pasos complejos, direcciones y movimientos, de carácter principalmente escultórico, que simulan de manera vívida la postura de los pavos reales.

«El proyecto espirituano tiene eso como objetivo: transmitir a las niñas, y al resto de las integrantes, el amor y los beneficios de una disciplina que combina movimientos de las artes marciales con los de danza china».

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