Festival de Cine de Gibara. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 01/08/2024 | 09:36 pm
Aunque no es común, hasta donde yo he visto en la prensa cubana, comenzar la crónica sobre un próximo festival hablando del sitio web oficial, aquí quise trabajar por la excepción. Bien organizada, a un golpe de vista, y muy completa, está toda la información sobre el Festival Internacional de Gibara, a celebrarse entre el 6 y el 10 de agosto próximo en https://ficgibara.icaic.cu. Si me disculpan la verdad de Perogrullo, internet vuelve a confirmarse de esta manera como uno de los canales informativos más eficientes para alcanzar a todo el país, e incluso el extranjero, y superar así, en parte, cierto fatalismo geográfico.
Y como casi todo está dicho en el sitio, pues el periodismo cinematográfico cubano está retado a descubrir un enfoque singular a la hora de promover, como es preciso, uno de los eventos cardinales en el perfil audiovisual de la Cuba contemporánea, para no repetir lo que ya se sabe y tratar de convertir ese trabajo imprescindible de promoción en algo novedoso y sugestivo, más allá de la repetición cansina, por todos los medios, de las mismas notas que lo describen todo de la misma manera. En la búsqueda de un enfoque diferente, casi tropecé con la evidencia: el alto nivel de la embajada cubana en la nómina de participantes, sobre todo en la competencia por los Premios Lucía, y los colaterales, que incluye 11 largometrajes de ficción, 24 cortometrajes de ficción, 11 largos documentales, 22 cortos documentales y 15 piezas de animación.
Si bien es cierto que dos de los largometrajes de ficción cubanos en competencia son muy bien conocidos, nunca lo bastante, dentro y fuera de Cuba, y me refiero a la multipremiada opera prima de Alan González, La mujer salvaje, y a la hermosa segunda película de Patricia Ramos, Una noche con los Rolling Stones, queremos destacar la presencia en ese apartado de una producción mucho menos conocida en Cuba, aunque muy celebrada internacionalmente: Los océanos son los verdaderos continentes, producida y también escrita y dirigida por el italiano Tommaso Santambrogio, quien la rodó en San Antonio de los Baños, y sus proximidades, y se resuelve en tres historias: hay una pareja que intenta alimentar su relación entre las ruinas de algunos edificios, una anciana jubilada sobrevive vendiendo maní, y dos niños de nueve años sueñan con emigrar para convertirse en jugadores de Grandes Ligas.
Según The Hollywood Reporter «la muy estilizada primera película de Tommaso Santambrogio nos presenta cierto número de intrigantes paradojas: se apoya firmemente en la tradición realista pero sus imágenes están altamente estilizadas, como si se tratara de un documental de tema social rodado por un fotógrafo de excelencia. (…) Un ejemplo previo de este tipo de realización, y al parecer influyó grandemente sobre la coproducción cubano-italiana, es Soy Cuba, monumental e impresionante estudio sobre la Revolución Cubana».
Al igual que aquel filme soviético realizado en Cuba, o tal vez sea mejor decir filme cubano realizado por creadores soviéticos, Los océanos… cuenta con una muy expresiva fotografía en blanco y negro de Lorenzo Casadio, egresado de la Escuela Internacional de Cine y TV, y que también diseñó aquellos encuadres móviles que «perseguían» a la protagonista de La mujer salvaje.
También en la ficción, pero de corta duración, compiten Caballo, codirigida por Ixchel Casado y Thais Doimeadiós, sobre el ánima imbatible de ciertas criaturas en perenne
movimiento; y un ermitaño que habita un mundo casi surrealista protagoniza Levedad, escrito y dirigido por Cristhian Menéndez. Si alguna vez cuenta con la dirección de
Annia Quesada y el protagonismo de la eficaz Analia Gaute, para discursar sobre una mujer inmersa en la rutina, y amenazada por un arma blanca que su esposo guarda en el congelador, por si es necesaria en alguna ocasión.
Además concursa entre los cortos de ficción el video arte, que es más bien un video danza simbolista y de una belleza casi hipnótica, titulado Saudade, que codirigieron y coescribieron Sandra Ramy, Sandra Lopes, Inti Herrera y X Alfonso, sobre la relación con lo lejano, y el vínculo nostálgico y entrañable con el mar, de amba culturas, la cubana y la portuguesa.
Entre los largometrajes documentales cubanos compiten también cuatro, todos concentrados en incitantes aristas de la cultura, la historia y la religiosidad: curiosa remembranza de la impronta del escritor italiano Ítalo Calvino es Cartas de Calvino, escrito y dirigido por Esther Barroso, mientras que apuesta todas las bazas a la defensa de la música trovadoresca Santa canción, de Juan Carlos Travieso; Kunanfinda, la tierra de los muertos, de Hansel Leyva, traza un abarcador inventario de procesiones, ritos y misticismos diversos que conviven en Guanabacoa, conocida como pueblo embrujado.
Entre las estructuras más abiertas del documental y la libertad expresiva del video arte se mueve Voces del 1912, de Jonal Cosculluela (el director de la memorable Esteban) con guion del actor Jorge Enrique Caballero, en relación con un ritual escénico depurador que ajusta cuentas con el pasado en cuanto a temas como equidad, identidad, racialidad, tolerancia y diálogo.
El mayor número de piezas cubanas en concurso discurre en la categoría de cortos documentales, de modo que mencionaremos solo algunos, los ya avalados y otros que nos parecieron atrayentes: dos mujeres mayores, pensativas y cariacontecidas figuran en los fotogramas que identifican sendas obras: ¿Adónde van los hijos?, donde Rafael Díaz hace un compendio de fotografías que ilustran un perfil de la sociedad cubana contemporánea, y Al final del camino, de Ariagna Fajardo, que ya fue premiada con un Coral en La Habana, y que habla sobre las dificultades de las familias cubanas para acceder a ciertos elementos vitales. También es bastante conocido, en tanto fue seleccionado, con todas las razones del mundo, por los críticos cubanos entre lo mejor de 2023, Jíbaro, de Osmany Sánchez.
Retratos íntimos y observacionales sobre dos hombres en medio de odiseas tanto físicas como espirituales, son La voz de Atabey, de Venus de la Torre, y Mou, de Giselle García, que sumadas a la participación de Dayana Araújo (El brillo de la superficie, redescubrimiento de los miedos y las soledades del poeta cubano Delfín Prats) dan cuenta del interés de los organizadores por visibilizar el cine cubano dirigido por mujeres, además de las realizadoras mencionadas antes. Y en esa línea de reconocimiento se imponía incluir, porque lo merece y lo ganaron rompiendo lanzas por el humanismo y la honestidad, Mujeres de fe… señales de lealtad, codirigido por Ingrid León, Lizette Vila y Sergio Cabrera.
Para el final dejamos cuatro títulos que brillan por sus temas y tratamiento: en la amplia gama de producciones cubanas sobre la ruralidad del oriente se ubica la hermosamente panteísta, por su culto al agua, Eternidad de Rover Silva; Para Esteban, de Héctor Almeida, habla sobre tres ancianos que quisieran legarle a un bisnieto recién nacido algo que permita recordarlos en el futuro; sobre los hábitos de la comunidad gay departe Exento, de Otto Morales, y Los últimos dìas de Benny Moré, producido, dirigido, escrito y fotografiado por Damián Pérez, que cuenta exactamente lo que señala el título a partir del testimonio de familares, músicos y médicos conocedores sobre lo que pasó alrededor de aquel último concierto en Palmira.
Por supuesto que los premios son importantes para suscribir calidades y estimular la creación, pero como todo se sabe que dependen de subjetividades y coyunturas, por ello lo primordial en eventos como este de Gibara, montado ya en su edición número 18, es que la selección oficial se convierta en indicador, en mapa, de lo que vale y brilla en la producción cinematográfica nuestra. Gibara, su festival, por suerte, sigue cumpliendo con este objetivo, entre muchos otros propósitos concernientes al cine internacional que ahora mismo escapan al alcance de este texto. Ya veremos cuando entreguen los premios.