Premios Oscar Autor: Tomado de Internet Publicado: 18/03/2024 | 08:59 pm
En la pasada gala de la 96ta. edición de los premios Óscar, celebrada hace poco más de una semana, varias fueron las sorpresas. Una de ellas fue al momento de dar los resultados de la ganadora en la categoría de Mejor película internacional, pues, entre las nominadas, gran parte del público esperaba que se mencionara La sociedad de la nieve como triunfadora. Para el desconcierto de muchos, quien le «arrebató» la estatuilla fue La zona de interés (The zone of interest en inglés), dirigida por el británico Jonathan Glazer.
Con una duración de una hora y 46 minutos, el filme nos muestra a Rudolf (Christian Friedel), comandante de Auschwitz, que vive con su familia en contigüidad al campo de concentración nazi. Su esposa, Hedwing (Sandra Hüler), se ocupa del orden de la casa, con el propósito de convertirla en un lugar idílico para la vida familiar. A pocos metros del espanto, resulta contradictorio observarlos en sus tareas domésticas y cómo viven ajenos (o así lo prefieren) a lo que sucede al otro lado del muro: sus preocupaciones se basan en mejorar la vivienda, ampliar la familia o ascensos y traslados en el trabajo.
Glazer compuso, a partir de la luminosidad y la precisión, una atinada representación de la nada. Estratégicamente describe el día a día en su «paraíso» de la familia que está a cargo del mismo infierno. Y así, mientras celebran fiestas, los niños se bañan en la piscina, los trabajadores arreglan el jardín; se percibe muy al fondo cómo los hornos crematorios escupen al cielo las escasas pruebas del horror que existe al otro lado. En esta línea, el director se apoya de esta idea y no caracteriza a Rudolf y a su esposa Hedwing como seres horribles y despiadados, sino como dos individuos corrientes que incluso se consideran a sí mismos ciudadanos ejemplares, por el simple hecho de cumplir a la perfección su papel dentro del régimen nazi.
La casa constituye la abstracción que da paso a la vida idílica que quieren tener: las reuniones con amigos, las visitas familiares, el trato a los sirvientes, las fiestas en la piscina, entre otras actividades que nos sugieren hasta dónde puede llegar la indiferencia humana. Aunque en algún momento del filme presenciamos esporádicamente un poco de debilidad por parte de algún personaje ante la situación, de la cual nadie habla, esto no interfiere ni medianamente en el ambiente frío que se ha creado. Por tanto, se saca de escena cualquier tipo de flaqueza, y se apoyan de su aislamiento, de los muros que los salvan de la monstruosidad que ellos mismos construyen y evitan constantemente. Un ejemplo de ello es cuando la madre de Hedwing viene de visita por unos días, a su llegada encuentra una casa encantadora y constantemente halaga la decoración y el jardín de ensueño que le muestra su hija. Pero, más tarde, se ve horrorizada por los sonidos que viajan desde el otro lado del muro y por la luminosidad de las llamas durante la noche. De este modo, no pudo parecer indiferente como el resto, y decide marcharse sin aviso.
Bajo el lente colmado de insensibilidad, el británico nos muestra desde otra perspectiva que en el Holocausto no había espacio para la esperanza ni la compasión. El reconocimiento que merecen las víctimas de la barbarie no pasa, al menos en esta cinta, por el sentimentalismo, sino por el «trabajo» memorístico, dígase el de las mujeres encargadas de la limpieza en los viejos campos de concentración (que aparecen al final de la película) o el de un cineasta que elabora como un artista y deja a un lado las emociones.
Un regreso por lo alto
Jonathan Glazer no es un cineasta que se adentra en lo común. Gran maestro de la técnica y con un gusto particular por personajes heridos, se formó dentro del teatro y del mundo del videoclip antes de estrenar en el año 2000 su primer largometraje Sexy Beast y, cuatro años después, Birth. Luego esperamos nueve para su siguiente película, la aplaudida Under the skin. Desde ese entonces, tardamos una década sin noticias de un nuevo lanzamiento en la gran pantalla por parte del director británico, hasta que se confirmó su presencia en el Festival de Cannes con La zona de interés, adaptación de la novela homónima del recientemente fallecido Martin Amis, y desde que se anunció su nombre, se situó como una de las más esperadas de esta edición del Festival.
La novela de Martin Amis relata la historia de un oficial nazi en la Segunda Guerra Mundial que se enamora de la mujer del comandante de su campo de concentración. Sin embargo, la película de Glazer se aleja en gran medida de esto, aunque mantiene la acción en el mismo contexto.
El británico ha sabido pulir con el paso de los años el desarrollo técnico de sus filmes y La zona de interés es, hasta el momento, la mayor muestra de ello. La mayoría de los planos de la película nos dan la sensación de que son sacados de un sistema de cámaras de vigilancia panorámicas, con los cambios a través del movimiento de los personajes. La cotidianidad de la familia está rodada con una perfección que se desborda y contrasta en gran medida con lo que se aprecia de fondo. Los dos planos iniciales del filme sintetizan en gran escala lo que se desarrollará más adelante: una extensa pantalla en negro acompañada por una escalofriante melodía a cargo de Mica Levi, que luego es interrumpida por la escena de la familia nazi al disfrute de un día de paseo en el río.
Cabe destacar el gran trabajo de adaptación del texto de Amis que pone en práctica Glazer, quien, por su parte, se centra únicamente en la figura del comandante y su familia. Mientras que, en la novela, el comandante, conocido como el Viejo bebedor, se presentaba como un monstruo alcoholizado y colérico, Galzer lo convierte en una figura serena y hermética. El actor que caracteriza a Rudolf, el alemán Christian Friedel, con su voz aguda, le otorga al personaje un aura casi entrañable y sensible, lo cual se percibe, sobre todo, en las escenas en las que se le ve cuidando de sus hijos pequeños.
No dejes de saber
Se han realizado diversos materiales audiovisuales alrededor del Holocausto, pero muy pocos que no se centren en la historia personal de alguna víctima, sino desde el razonamiento —si ello es posible— y la perspectiva de la contraparte. Es tal vez por eso que La zona de interés ha sabido marcar una gran diferencia con respecto a sus similares. Su éxito la condujo hacia dos galardones (premio a Mejor película internacional y Mejor sonido) en la edición actual de los premios Óscar, en la cual había obtenido tres nominaciones más (Mejor película, Mejor dirección y Mejor guion adaptado).
Resulta relevante que en el mismo año se hayan estrenado en el Festival de Cannes dos películas que abordan la temática de la Segunda Guerra Mundial y que se caracterizan por su peculiaridad en la manera de enfocar el conflicto, y aun más si tenemos en cuenta que su tratamiento es, salvando las distancias, el mismo. En el caso de Ciudad ocupada (Occupied City en inglés), de Steve McQueen, se opta por hablar sobre la situación de Ámsterdam durante el conflicto, prescindiendo de cualquier imagen o audio de la época; mientras que, en La zona de interés, se nos presenta el horror de los campos de concentración sin alejar nunca su mirada de la familia nazi protagonista, por lo que solo somos capaces de intuir el horror a través del humo que se ve de fondo o mediante el ruido y los gritos.
Para el rodaje, el director utilizó hasta cinco cámaras fijas en la casa y el jardín, sin equipo visible para captar varias de las escenas, de modo que los actores no sabían si estaban siendo filmados en un primer plano o en un plano general, logrando así que se sumergieran totalmente en la escena y disfrutaran, mientras trabajaban en un entorno tan realista.
Sandra Hüller, Jonathan Glazer y Christian Friedel.