Lola Amores es la actriz protagonista de la película. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 17/09/2023 | 12:49 am
Medios cubanos y extranjeros lo reportaron profusamente hace unos días: el filme enteramente cubano La mujer salvaje, ópera prima de Alán González, tendría su estreno mundial en el selectivo Toronto International Film Festival (TIFF) en la sección Discovery, dedicada a estrenar, en Norteamérica, lo mejor y más renovador realizado por nuevos autores procedentes de una veintena de países.
A pocas horas de arribar a Canadá por el aeropuerto Pearson, el director, acompañado por la actriz protagonista Lola Amores, y la coguionista Nurielys Duarte, se aprestaron a presentar su película en la primera de las cuatro exhibiciones programadas en el Scotiabank Theatre, dos dedicadas a la prensa y los profesionales del medio, y otras dos para el público en general, el que paga su entrada.
Antes del arribo a Toronto, se había publicado, en papel y en la web, el flamante catálogo de 320 páginas donde Diana Cadavid, la programadora del Festival para América Latina y el Caribe escribía entusiasmada: «Con su ópera prima, Alán González provee una mirada inequívoca a la urdimbre social que condiciona una peligrosa desconfianza, y que solo alimenta un bucle de violencia impredecible e ineludible».
Casi siempre quieto, el acucioso trabajo de cámara de este audaz filme sostiene con delicadeza una tensión dramática que sería mucho menor si no descansara sobre la tremenda actuación de Lola Amores como Yolanda. Más allá de todo ello, la dirección y la actuación propulsan la narración hasta plantear ciertos cuestionamientos sobre la distorsión del significado de lo que es justo o injusto, pero en un nivel trágico, personal. La tenacidad de Yolanda abre caminos hacia el corazón del hijo y esperemos que, eventualmente, también hacia su propia libertad.
El entusiasmo de Cadavid, y el interés que despierta entre el público canadiense y latinoamericano emigrado en Toronto, la bastante excepcional presencia de una película cubana en estos foros, conllevó al lleno casi total en las dos presentaciones públicas. Al final de la proyección, buena parte de los espectadores permanecieron en la sala, para una sesión de preguntas y respuestas. El hielo se rompió con una profunda interrogación sobre el plano final de la película, y su significado, porque la narración se propone atrapar solo un fragmento de vida, de modo que el final resulta memorable o hermoso para que buena parte de los espectadores quisieran retener a los personajes, y seguir acompañando su odisea.
Hubo un Niágara de elogios para el talento y el magnetismo de Lola Amores, pero también despertó mucho interés la actuación del niño Jean Marcos Fraga, dentro de un elenco conformado por intérpretes muy experimentados (Jorge Perugorría) y otros con nula experiencia anterior, e incluso no-actores. Alán contestó las preguntas sobre el trabajo con intérpretes tan diversos reafirmando el espacio de libertad y de mutua confianza en que coloca a los actores y actrices, sobre todo en el caso de Lola Amores, que lidera la narración toda, y le da vida a un personaje polémico, complejo.
Por supuesto que también hubo preguntas sobre esta madre, y el espacio de sus merecimientos o potestades, pero el realizador respondió que nunca quiso juzgar a los personajes, sino comprenderlos, aunque eludiera la
empatía desde un concepto clásico. Muchos de los que recién vieron la película juzgan a la protagonista casi con tanto rigor como los vecinos y conocidos de ella, sin embargo, otros espectadores prefirieron concentrarse en las relaciones humanas dañadas, en las miserias espirituales, en retratar La Habana desde barrios muy poco vistos en el cine cubano como Marianao o La Lisa.
Después de las colas, las multitudes, la alfombra roja, los encuentros con el público, y el orgullo de compartir espacios de consagración con los filmes más recientes de Hayao Miyazaki (El niño y la garza), Aki Kaurismaki (Hojas caídas), Víctor Erice (Cerrar los ojos), Wim Wenders (Días perfectos) y Agnieska Holland (Frontera verde), entre decenas de títulos poderosos y atractivos, Alán fue convocado para un conversatorio de preguntas y respuestas en la
Facultad de Artes de la Toronto Metropolitan University (TMU).
Los estudiantes acudieron a ver la película en las salas del Festival, y además dispusieron, en internet, de los cortos anteriores realizados por el director, como La profesora de inglés (2015), El hormiguero (2017) y Los amantes (2018). Y como habían visto la obra precedente del director, varios estudiantes se interesaron en conocer las preferencias de Alán por los personajes femeninos, y la insistencia en colocarlos en espacios cerrados, claustrofóbicos.
Alan se desplayó dando detalles sobre su concepción de las historias, el tratamiento de los personajes, y su dedicación a trabajar a fondo con los elementos del lenguaje, particularmente el sonido, en una época donde lo visual parece robarse la preferencia. El conversatorio con estudiantes universitarios de muy diversas nacionalidades estuvo moderado por Rodrigo Barriuso, realizador junto con su hermano Sebastián de la muy
conocida El traductor (208) y, además profesor de la TMU.
El moderador también aportó sustanciosas interrogaciones y observaciones sobre ciertas afinidades tipológicas entre el cine de Alán y el de Humberto Solás (Lucía, Barrio Cuba), porque para el joven director la mujer también es más compleja y tiene mayor cantidad de facetas a la hora de defender lo que quiere o buscar lo que necesita.
El conversatorio excedió los límites de tiempo prefijados, porque fue notorio el interés de los estudiantes por saber cómo se realiza el cine en Cuba, y el significado cultural que puede llegar a tener una película como esta, fresca e impactante, trágica y en cierta medida estimulante. Conste que estoy empleando algunos de los mismos adjetivos usados por mí cuando presenté el filme a los lectores de Juventud Rebelde. En aquel momento, hace unas semanas, dimos la noticia de su selección para Toronto, un festival que abre la brecha para un recorrido internacional que sin dudas incluirá el estreno en La Habana.
El intercambio con los estudiantes universitarios concluyó un par de horas antes de que Alán regresara a Cuba, satisfecho con la experiencia. Para cerrar el intercambio, el director aseguró que ya estaba escribiendo su nuevo largometraje, en el cual se propone, otra vez, eludir convenciones y acomodamientos mentales, propios y ajenos, además de continuar retratando fragmentos de vida, sin prejuicios, lejos de todos esos discursos que se alimentan de obviedades y exacerbaciones. De esta manera, sin un solo destello de altisonancia o vanagloria, puede ser que La mujer salvaje y su director Alán González definan un nuevo derrotero para el cine cubano, y así lo percibieron numerosos espectadores en Toronto.