Cantata, coreografía de Iván Tenorio es una de las obras que distingue el repertorio del Ballet de Camagüey. Autor: Alejo Rodríguez Publicado: 26/11/2022 | 11:05 pm
Regina Balaguer no olvida el cálido recibimiento que le dio el maestro Fernando Alonso a su llegada al aeropuerto Ignacio Agramonte en un vuelo procedente de la capital habanera. Era una joven egresada de la Escuela Nacional de Arte y llegaba a la ciudad para cumplir un período de servicio social como bailarina en el Ballet de Camagüey, que durante 17 años dirigió Fernando, uno de los artífices de la metodología del ballet cubano.
Corría el año 1979 y no imaginaba la joven intérprete que años más tarde, siendo regisseur de la compañía camagüeyana, recibiría la tarea de asumir la dirección de esa agrupación danzaria. Lo que comenzó como una responsabilidad interina por seis meses se convirtió en 25 años de ardua labor para llevar adelante una institución cultural que es símbolo del quehacer danzario en esa región del país y este 1ro. de diciembre arribará a sus 55 años de existencia.
«Son más de cinco décadas, una cifra para respetar, en las que el Ballet de Camagüey ha pasado por momentos muy buenos, pero también muy complejos. Sin embargo, nuestras premisas no han cambiado: adaptarnos y no dejar de hacer, no dejar de bailar, no dejar de mostrar al público nuestro trabajo», comenta Balaguer en un diálogo con Juventud Rebelde, aún con el recuerdo latente del recién finalizado 27mo. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso.
A la cita internacional de la danza y al llamado de la primera bailarina y directora general del Ballet Nacional de Cuba (BNC) Viengsay Valdés, acudió el Ballet de Camagüey, que junto a otras compañías nacionales ofrecieron dos galas en el teatro Milanés de Pinar del Río.
«Las primeras funciones del Ballet de Camagüey en 1967 siempre tuvieron la colaboración del BNC, y esa relación la hicimos palpable en este festival porque retomar esa unión es siempre beneficioso para ambas agrupaciones, hijas de una misma madre: la escuela cubana de ballet de Fernando, Alicia y Alberto Alonso.
«En esta oportunidad acudimos con el primer bailarín de la compañía, Yanni García, y el primer solista, Harold Báez, quienes bailaron con Greta Yero, del BNC, La fille mal gardée y el Vals de Alberto Méndez, así como una pieza del Ballet de Camagüey, Benedictus, un dueto de Gonzalo Galguera. Fueron dos funciones en las que los bailarines se crecieron», destaca la directora de la compañía agramontina, quien junto a su equipo trabaja intensamente con vistas a los festejos por el nuevo aniversario de su agrupación.
Para la celebración, el Ballet de Camagüey está preparando diversas actividades: encuentros entre bailarines en activo y fundadores ya jubilados, cancelación de sellos conmemorativos y, por supuesto, presentaciones en su bastión, el teatro Principal de la ciudad agramontina, con la temporada de una suite de Cascanueces en la versión de Norbe Risco, antiguo miembro de la compañía que hoy es director artístico del Kentucky Ballet Theatre y mantiene vínculos creativos con la agrupación que lo ayudó a formarse como artista.
El estreno de esta nueva versión del clásico Cascanueces, cuenta Regina Balaguer, era un anhelo de la compañía desde el año pasado, pero el impasse obligado que ocasionó la pandemia de COVID-19 frustró ese empeño. Ahora estará a disposición del público, que celebrará el aniversario 55 de la agrupación fundada por la maestra Vicentina de la Torre con el apoyo del BNC.
Aquella primera presentación contó con piezas como Las Sílfides, el pas de trois del primer acto de El lago de los cisnes y La fille mal gardée, obras del repertorio clásico. Ya iniciada la década de los setenta, cuenta Balaguer, «con las primeras graduaciones empezamos a explorar el género contemporáneo. De ahí salió Juegos profanos, hoy con el nombre Cantata, de Ivan Tenorio, y Saerpil, de Gustavo Herrera. Son piezas que hemos mantenido durante toda nuestra trayectoria.
«Cantata la presentamos en abril pasado con el coro y la Orquesta Sinfónica de Camagüey. Son piezas que hemos ido retomando en distintos momentos porque mantienen su vigencia. A la par intentamos desarrollar la mayor cantidad de caminos creativos posibles; incluso hemos hecho talleres coreográficos con bailarines que tienen inquietudes creativas».
Regina Balaguer confiesa que, a pesar de los escoyos en el camino, no pierde las ganas de llevar adelante sus sueños con el Ballet de Camagüey como institución cultural viva. «La compañía cuenta con alrededor de 35 bailarines, un número inferior a épocas anteriores, pues hemos llegado hasta 100 intérpretes. Pero no hemos dejado de hacer: adaptamos nuestras coreografías y ponderamos el mantenimiento del alto nivel técnico-artístico, que es lo más importante. Hoy estamos apostando por rescatar la proyección escénica y estamos trabajando en preservar características de la escuela cubana que a lo largo de los años se han minimizado, y no podemos permitirlo».
—Los seis meses al frente del Ballet de Camagüey se convirtieron en 25 años, casi la mitad de la existencia de la compañía…
—Yo asumí la dirección del ballet en 1997, cuando la compañía celebraba 30 años, y me tocó enfrentar un festival internacional de ballet como prueba de fuego. No tenía experiencia, había visto al maestro Fernando Alonso dirigir, pero no es lo mismo mirar desde fuera que adentrarte en ese mundo de la administración, las clases, el desarrollo artístico… Imagínate, era muy complejo sin experiencia, pero fuimos sorteando los obstáculos hasta llegar aquí.
«Nunca me he acostumbrado a la idea de llevar las riendas de una agrupación y siempre estoy pensando en si me he equivocado. Soy una persona que sueña con hacer muchas cosas, perfeccionar el trabajo y buscar experiencias de otros lugares para evolucionar, porque cuando te acostumbras a algo no avanzas y mueres. Entonces, se trata de buscar motivaciones que le permitan a la compañía probarse, superarse y crecer.
«Hay cosas que he querido hacer y aún no he podido. En algún momento se podrán hacer… como muchas más creaciones, más producciones, tener el taller de zapatillas con todos los recursos disponibles y a disposición de cada bailarín. Pero si algún día tenemos que quitarnos la zapatilla para hacer algo, lo haremos, porque lo que no podemos es dejar de bailar, de crear; no podemos dejar morir al Ballet de Camagüey».
—¿De quiénes se acuerda en este punto del camino?
—Son muchos nombres en 55 años, fundadores como Lourdes Álvarez, Alberto Méndez, Iván Tenorio, Gustavo Herrera, Humberto González, Lázaro Martínez. Otros muchos trabajadores que no son de la parte artística, pero el ballet existe gracias a ellos porque nos apoyan desde la logística.
«No podemos dejar de hablar de Osvaldo Beiro, Aida Villoch, Pedro Beiro, Pedro Martín, Clara Díaz, Dorys Pérez, Norbe del Risco, Orlando López, Fidel García, Bárbara García, Leidy Escobar, José Antonio Chávez, Liuba Corzo, Rafael Saladrigas, Lila Martínez o María Herminia Martínez, que está al frente del centro de promoción que creó el maestro Fernando Alonso para niños, donde no solo se imparte ballet clásico, también danza contemporánea y flamenca.
«En lo que a mí respecta, nunca estoy satisfecha, pero estoy muy feliz, porque el Ballet de Camagüey tiene una historia y ha formado a muchos bailarines que hoy imparten clases en otras zonas del país o brillan en compañías internacionales. La agrupación deja un legado, como dignos hijos de la obra de Fernando Alonso».
Regina María Balaguer Sánchez, directora general del Ballet de Camagüey. Foto: ACN.