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La Fénix de México y su imparable reconocimiento

El pasado 12 de noviembre Hispanoamérica celebró el aniversario 373 del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz. JR se acerca a una reciente investigación sobre cómo la obra de esta autora ha sido abordada desde la ensayística cubana

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Cuando Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana nació, hace 373 años, probablemente el cura que ofició su bautismo, o el más prelado adivino de la época, no pudo predecir su osadía y la grandeza de una obra que siglos después la convertirían en una de las autoras más veneradas de las letras hispanoamericanas.

Entre la modernidad y la contemporaneidad, la obra de Sor Juana Inés de la Cruz ha sido abordada y reinterpretada por escritores e investigadores de diferentes latitudes, seducidos por una lírica envolvente y la prosa aguda de la reconocida exponente del Siglo de Oro del arte y las letras castellanas.

Cuba no ha sido la excepción en esta aproximación a la obra de la legendaria escritora mexicana de la etapa colonial, donde intelectuales como Camila Enríquez Ureña, Mirta Aguirre y Fina García Marruz, entre otros, se han acercado a distintas facetas de la vida y obra de la llamada Décima Musa.

Por esos caminos, en el empeño por reconstruir parte de la historia de los estudios de la literatura feminista, transita la investigación de Elizabeth Quintana Lezcano, especialista del Programa de Estudios de la Mujer de Casa de las Américas. Ella ha realizado una de las más recientes aproximaciones a la obra de Sor Juana Inés y ha tratado de entender cómo ha sido observada por las miradas cubanas, con La presencia de sor Juana Inés de la Cruz en la ensayística cubana de la primera mitad del siglo XX.

La joven filóloga, egresada de la Universidad de La Habana, cuenta a JR que mientras buscaba un tema para llevar a cabo su trabajo de diploma, entre posibles investigaciones sobre prólogos de novelas americanas o la literatura latinoamericana con influencia japonesa, una de sus mentoras, Ana Cairo (Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2015, fallecida en 2019), le sugirió abordar la vida y obra de Sor Juana, su influencia en los estudios de género, así como su visión en la intelectualidad cubana.

«En cualquier país de Latinoamérica un investigador que pretenda comenzar una historia de la literatura femenina, generalmente debe empezar abordando la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, no porque fuera la primera escritora en contar su realidad como mujer, sino por la relevancia y el peso de su obra, así como su proyección», asegura Elizabeth Quintana, cuya investigación constituye un primer paso para acercarse a otras voces ocultas de la literatura femenina, tanto del continente como en el archipiélago cubano.

Elizabeth Quintana Lezcano es egresada de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Su trabajo de diploma tuvo por título La presencia de sor Juana Inés de la Cruz en la ensayística cubana de la primera mitad del siglo XX. Foto: Anette Raíces Cruz.

La obra de Sor Juana Inés de la Cruz fue muy reconocida entre sus contemporáneos: siendo una monja enclaustrada en un convento del Virreinato de Nueva España, sus textos fueron leídos en las cortes de las colonias y llegaron hasta la metrópoli española.

Sus obras de teatro eran exhibidas al público de la época y textos como El Neptuno alegórico (1680) la ubicaron en la palestra pública del arte colonial. Pero cuando en 1715 llegó la Ilustración, tiempo después de su muerte en 1695, fue invisibilizada «por la aversión que los ilustrados sentían hacia el barroco y su estilo sobrecargado y manierista».

Sobre la tendencia ilustrada y posterior a condenar al ostracismo la obra de Sor Juana, Elizabeth Quintana detalla que «durante varios siglos no es mencionada en diccionarios o enciclopedias. Si la nombran es haciendo una simple referencia a su condición de monja, pero no retoman su figura hasta el siglo XIX. Entonces, a lo largo del siglo XX es que realmente se dedican a explorar su obra literaria y textos más complicados como Primero sueño (1692) o El divino Narciso (1689) y surge la mayor parte de los estudios acerca de su vida y obra».

Esta joven filóloga apunta que el motivo por el cual se redescubre la figura de Sor Juana en México es debido al nacionalismo y el interés por recuperar la historia colonial, en unas primeras aproximaciones que no fueron realizadas por mujeres, sino por hombres. «En las décadas de los 60 y 70 empiezan a aparecer las mujeres más relevantes en los estudios “sorjuanistas” y eso es lo que llama la atención sobre Cuba: las primeras investigadoras de la obra de la monja fueron mujeres, aunque luego hubo importantes firmas masculinas que se acercaron a este sustancioso legado.

«Me resulta interesante que estos primeros acercamientos de las cubanas a Sor Juana eran con un matiz educativo: tanto Camila Enríquez Ureña, en el Lyceum de La Habana, o Mirta Aguirre con su primer acercamiento a Sor Juana, para elaborar un manual de la historia de la participación de la mujer en el continente y la literatura femenina. Entonces se percibe el deseo de estas intelectuales de dar a conocer a Sor Juana en nuestro país», comenta Elizabeth Quintana con tono satisfecho, aunque inconforme, pues si bien se ha estudiado suficientemente la obra de la Décima Musa en la Mayor de las Antillas, lamenta que no existan unas obras completas de la escritora, editadas dentro de la nación caribeña. En cambio, a la par de la producción ensayística existen selecciones de textos, sobre todo de su poesía.

La obra de la Fénix de México ha sido estudiada en Cuba por otros intelectuales de la talla de José Lezama Lima, con su acercamiento a Primero Sueño, o José Juan Arrom con sus estudios sobre las obras teatrales de la monja, así como por Cintio Vitier, Roberto Méndez, Ivette Fuentes y Luisa Campuzano, todos con visiones tan distintas y abarcadoras que permiten apreciar la vida y obra de Sor Juana desde todas sus aristas

«Algo curioso en el contexto cubano es que muchos investigadores comparan a Sor Juana con Martí; por ejemplo, buscan paralelismos entre sus muertes y la forma en que ocurren, como mártires guiados por su moral, así como por empeños y causas más grandes que sí mismos: Martí muere por la independencia de Cuba y Sor Juana, en sus últimos años expiatorios, sirviendo a Dios y atendiendo a sus hermanas durante una epidemia. Se trata de una representación del sacrificio», destaca Elizabeth Quintana, cuyo estudio abarca diez años (1942-1952), como una primera parte de un estudio más ambicioso.

La joven filóloga inicia su mirada en los ensayos de Camila Enríquez Ureña La mujer en las letras hispanoamericanas (1942), La carta como forma de expresión literaria femenina (1951) y Mujeres de la Colonia (1952); Influencia de la mujer en Iberoamérica (1948), de Mirta Aguirre; Poetisas de América (1951), de Dulce María Loynaz, y el libro Razón y pasión de Sor Juana (1952), de Anita Arroyo.

Sobre el texto de Anita Arroyo, la joven especialista del Programa de la Mujer de Casa de las Américas destaca que son de gran valor los estudios de recepción que realiza la autora. «Arroyo dedica un acápite a cómo han leído a Sor Juana las latinoamericanas, que es algo que no hizo nadie hasta 2006.

«La inmensa bibliografía de la Fénix de México es un mar en el cual es muy fácil perderse. Entre las autoras que analizo en mi investigación creo que le puede haber pasado a Camila Enríquez Ureña, quien tiene varios ensayos dedicados a Sor Juana y había empezado a escribir una biografía que nunca pudo completar, algo que le ha pasado a muchos estudiosos como Octavio Paz, Dorothy Schons y muchos otros que comenzaban con un estudio mínimo y luego terminaban entrelazados con la vida y obra de la Décima Musa», precisa la joven filóloga.

Acercarse a la obra de Sor Juana, para Elizabeth Quintana, es un pretexto que va más allá del inmenso mar de la obra de la pensadora mexicana. Su cometido, muy a tono con el objetivo del Programa de Estudios de la Mujer de Casa de las Américas, surgido en 1994, es «descubrir aquellas mujeres que han quedado más invisibilizadas, incluso féminas que no tienen cabida en una historia literaria y las descubrimos a través de un testamento, las actas de un juicio de la inquisición… pero que nunca figurarán en la historia con mayúsculas. Tenemos el deber de arrojar luz en todas esas historias».

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