José Martí es para Teresa Melo brújula eterna. Autor: Zuleik Duforneaux. Publicado: 23/01/2021 | 11:03 pm
SANTIAGO DE CUBA.— La paz, claridad y brisa galopan al unísono en Santa Ifigenia. Con uno solo de sus roces, la existencia toma vuelo. Alza su voz más íntima con la seguridad plena de sentir protección: «Aquí están los fundamentos de quien soy como cubana, y los de esta patria». Habla Teresa Melo Rodríguez. Ha vuelto a un sitio donde encuentra sosiego al abrazar la más profunda de las raíces de Cuba: «Nadie duda de la estela de luz auténtica que Martí, con su pensamiento, obra y vida, puso en nuestros corazones», añade con la fuerza de cada signo de puntuación.
Se adentra en la pequeña cobija que abriga parte del alma de esta nación. Con cada paso sus ojos se vuelven soles. Permanecen fijos en la tela tricolor que reposa bajo un eterno rayo de luz. En sus manos, una rosa blanca levita.
«Un amigo poeta define este lugar como “el más sagrado de lo sagrado”. Me estremece. Preguntas y te digo que para mí un cubano no lo es solo porque su documento de identidad aluda al sitio donde nació. Lo es por la elección de su defensa, de los símbolos vivos que emanan de este sitio. Puedes pensar como quieras, tener disímiles criterios, puedes discrepar en mucho y con mucho, pero hay una esencia de sentido que es lo que te dice que tú tienes patria».
La brisa la interrumpe. La brisa que arremolina su pelo se ha empeñado en ocultar el maquillaje de los ojos. Los dedos se lo impiden. Detrás del nasobuco, más de una pausa deja en reposo tantos altibajos y azares.
«Cuba es más grande que todos nosotros, nuestra suma. No es posible hallar grandeza en el individualismo, sino en lo que somos y construimos junto a los otros. Sueño con que cada persona se realice, pero también sepa desprenderse de su ego para contribuir a un ego de nación. Hay prioridades cuando se trata de la patria».
—¿Dónde encontramos a la patria?
—En nada definido, y a la vez en todo, aunque en estos momentos la siento aquí. Está en esa idea de lo propio incambiable y genuino (sostiene por unos segundos la mirada en la imagen de mármol que crece ante sus ojos), que sostuvo y sostiene nuestra nacionalidad, y que defendieron muchos de los que descansan en este cementerio, inspirados en la luz de José Martí. Por eso, en cualquier recorrido que uno hace aquí la encuentra. Es este un sitio de muerte, donde la historia está muy viva.
Teresa Melo encuentra la poesía en la propia vida, tal y como enseña el Apóstol. Foto: Zuleik Duforneaux
—Ha expresado que tiene un compromiso con quienes construyeron este país. ¿Cómo trata de cumplirlo?
—Siendo yo. Ese compromiso incluye a mi padre, a mi madre, a mi familia. Defiendo desde mi humilde espacio como creadora la soberanía de Cuba, su derecho a determinar por ella misma cómo enfrentar sus problemas y sus errores, cómo solucionarlos; que tenga el derecho de acertar y de equivocarse. Que determine quién es y cómo quiere ser. En ese anhelo me siento acompañada.
—¿Tienen límites la libertad de expresión y creación?
—Muy llevado y traído el término en estos tiempos, sobre todo por quienes lo toman como bandera, pero no permiten ese ejercicio si implica la mínima defensa al proyecto social cubano. De ahí las campañas de linchamiento contra artistas, escritores, periodistas, profesionales, estudiantes, líderes, dirigentes y en general contra todo medio de prensa, institución de la cultura y otras, cuya voz tenga determinada influencia, y esa voz se alce en defensa de Cuba.
«En cuanto a mi libertad de creación, los límites son los que me impongo yo misma. Vienen de mi hondo sentido crítico con lo que he creído que puede ser mi poesía, mi palabra. Escribo poco, publico menos. He preferido saber que un texto crea un vínculo con quien me lee y, después de decirlo otras veces, sigo creyendo que mis poemas están llenos de gente, modo de decir que nunca me ha interesado la palabra por sí misma: busco su latido. No usar palabras vacías es mi único límite».
Vuelve Teresa Melo Rodríguez a principios de 2020. Ha escrito en Facebook con todos los puntos y comas. Recibe aplausos de unos, punzadas de otros. Basta poco tiempo para que sus palabras sean compartidas por miles:
«“No merece llamarse cubano quien, por encima de cualquier ideología, denigra el vivo símbolo del pensamiento fundacional, hecho rosa blanca para el amigo sincero, para los pobres de la tierra —se lee sin tambalear la vista en uno de sus primeros post del pasado año—. La histeria sin fortuna se manifiesta y saca a la luz la peor versión de quienes, sin poder convencer, apelan a la bajeza cobarde”.
«Me conmueve recordar aquí justamente esas palabras que dediqué a Martí, cuando personas sin más patria que el dinero hicieron la afrenta a sus bustos», añade a la vuelta de otros muchos escritos y deja la idea tomar vuelo.
—¿Cuáles son las preocupaciones que han movido la creación de Teresa Melo en las redes sociales?
—Se cruzan con las de tantos... He publicado sobre graves problemas en el mundo de hoy; lo que significa esta pandemia y las diferentes realidades y maneras en que se protege o no al ser humano; los desastres naturales y humanos que depredan el medioambiente; la violencia en América Latina y otras regiones, de modo particular la que se ejerce contra las mujeres, contra las minorías. Me interesa, como es obvio, nuestra vida cultural, reconfigurada por el necesario aislamiento… Y Cuba, Cuba siempre… Cuba amenazada no solo por ese asfixiante bloqueo que no ha cesado siquiera en esta emergencia sanitaria, sino por sus contrarios, confesos y no, que roen en silencio o escondidos en palabras edulcoradas.
Sus publicaciones online tienen gran repercusión.
—¿De qué se vale para sortear los criterios que intentan dar una estocada a sus pensamientos?
—Delimitar quién, quiénes, qué publicación, buscan solamente enrarecer el intercambio, mediante el ataque, insulto, irrespeto, incluso la amenaza. Privilegio el respeto, coincidan o no los criterios. Hay sitios y páginas que desecho, por su falta de profesionalismo y su óptica degradante. En ellas incluyo a las que fueron creadas solamente para atacar a Cuba desde cualquier ángulo. Nunca reconocen lo positivo; no es su interés. Interactuar con ellas tampoco es el mío.
—¿Puede haber un diálogo desde el no diálogo?
—Se insiste una y otra vez en el término diálogo como si fuera algo nuevo, como si nunca lo hubiéramos tenido. Me remito a mi propia experiencia, como es lógico. Vaya si he hablado, discutido, disentido; lo hice y lo hago. Ello me ha hecho incómoda para algunos, pero a la larga siempre he sido escuchada. Hay personas que asumen el diálogo (y la libertad de expresarse) solo como su derecho a decir lo que quieren y piensan, pero ese derecho solo lo otorgan al otro si piensa lo mismo.
—¿Cuánto cuesta para una mujer, residente en el oriente del país, posicionarse en un escenario cultural en el que predominan las voces masculinas y la capital tiene un mayor número de oportunidades?
—Cuando me miro a mí misma nunca me siento como una mujer que reside en el oriente del país, aunque vivo intensamente lo que pudiera calificar como mi «santiagueridad». De hecho, con esa conciencia decidí regresar a mi ciudad hace 23 años, la edad de mi hija. La poesía es una, aunque sea necesario hacer visibles las voces femeninas en escenarios permeados por el machismo, y hablo del mundo, en general. Así que me miro y me sé una poeta cubana, que pertenece a una literatura y a una cultura. Nunca he permitido que voz alguna me disminuya por ser mujer, y desde mis posibilidades y responsabilidades públicas no he permitido que lo hagan con mujer creadora, con ninguna mujer. He sido parte de proyectos muy hermosos que involucran a creadoras de otros países y la realidad es muy diferente para ellas.
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Santa Ifigenia obliga a caminar. Cada parada se agradece. Teresa no tiene rituales, pero vuelve. Se detiene frente a la madre que acuna a otras muchas generaciones de descendientes. Se conmueve ante tanta ternura. Siente entre sus brazos, resguardados por una camisa blanca, los temores apaciguados y alegrías avivadas de su Daniela.
«Muchas veces escribí en mi perfil de Facebook lo que significaba como madre verla partir durante los primeros meses de la pandemia, mañana tras mañana, para que realizara pesquisas, como alumna de Estomatología. Sabía que se enfrentaba a algo que le temíamos, sobre todo en aquellos primeros meses de tanto desconocimiento. La veía partir con el corazón angustiado y recibía con el corazón sereno a la estudiante que me pesquisaba a mí. Las mujeres guerreras de Cuba enterradas aquí, y miles más, veían a sus hijos partir a la guerra, sabiendo que podían morir (y morían). Hoy nos corresponden otras batallas, contra los que buscan la muerte de las ideas que ellas y sus hijos defendieron», cuenta, y otra flor nace en sus manos agradecidas.
Teresa Melo ha enseñado a su hija Daniela, estudiante de Estomatología, el significado de la responsabilidad hacia los demás.
Aislarse resulta un desafío para Teresa. Es una artista de comunicación y de afectos. Sin embargo, la poeta encuentra en su universo la solución: «He tratado de enseñar a mi hija y a un buen número de niños y jóvenes lo que significa la responsabilidad hacia los demás. El intercambio con los jóvenes me hace cuestionarme, salir de la zona de confort que como seres humanos vamos creando; me da la posibilidad de superarme a mí misma y reinventarme. Soy una artista comprometida con Cuba, sus realidades, su gente. Me gusta la gente. Veo sus vidas, su esfuerzo, el sentido solidario de tantos. Lo expreso y defiendo a diario, lo he hecho siempre, y no solo en Cuba. Creo en quienes somos, con esa diversidad que enriquece y que es la cultura misma que creamos».
—¿Podría encontrar en tiempos de COVID-19, de desigualdades y violencias… poesía?
«Las mujeres guerreras de Cuba enterradas aquí, y miles más, veían a sus hijos partir a la guerra», opina, quien alienta cada día a su hija, protagonista de las pesquisas en tiempos de COVID-19. Foto: Zuleik Duforneaux
—La poesía nace incluso del dolor, del sentirse parte de lo que al otro le atañe. Suelen decirme que trato de encontrar la belleza en todo. Tal vez, aunque no todo la desprende. Creo en la belleza de quienes somos. Insisto en que la poesía no está solo en el poema; la encuentro en mi vida cotidiana, en la amistad leal, en los niños y niñas que van a mi casa buscando un libro..., un universo interminable. ¿Hay mayor muestra de ello que la poesía de vida que nos enseña Martí?».
Esta última confesión hace andar a Teresa Melo Rodríguez. Se pierde entre quienes la saludan, porque la reconocen de tantas lecturas, presentaciones de libros, gestiones cotidianas, abrazos colgados en las memorias…
«Los extraño mucho. Nada salva tanto».
Deja en el aire un hasta luego. Sabe que volverá siempre a este sitio, donde vive los más sagrado de lo sagrado y germina bien adentro, en su pecho.