Irma Castillo y Ulises Mora llevan la rumba en los pies y en el alma. Autor: Cortesía de Timbalaye Publicado: 01/09/2020 | 09:31 pm
Cuando agosto ya estaba al cierre (27 al 30), Timbalaye, el reconocido promotor internacional de la cultura cubana, se apoderó del universo virtual para seguirle diciendo al mundo que, incluso en medio de la COVID-19, «somos un país con sentimiento rumbero», lo cual se traduce como que cada hijo de esta tierra posee una fuerza interior, una vibra positiva, una fe en el mejoramiento humano que le permite enfrentar los momentos duros y seguir adelante, y la pandemia no será una excepción.
Así lo ven Ulises Mora e Irma Castillo, principales líderes de Timbalaye y del festival La ruta de la rumba, que este año decidió realizar su duodécima edición de manera online, por vez primera. Con incidencia no solo en Matanzas y La Habana, plazas por excelencia del género, sino en todas las provincias del país, el evento se propuso demostrar que la considerada madre de numerosos ritmos y bailes dentro y fuera de nuestros límites geográficos, permanece viva, activísima, en cada rincón de Cuba, razón por la cual logró primero que se reconociera como Patrimonio de la Nación antes de que en 2016 la Unesco la incluyera en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Es que desde su irrupción como expresión de la poderosa cultura africana traída a la Mayor de las Antillas por aquellos que fueron arrancados de África para ser explotados como mano de obra esclava en las plantaciones, la rumba asumió la crónica del diario vivir, narró aventuras y peripecias del ser social en el guaguancó como el romancero español lo hizo con la copla, la espinela y otras formas literarias, «porque desde la opresión de la esclavitud surgió como mito de liberación y fue fuente principal de innovación y ruptura de viejos paradigmas. Es, además, subversiva y catártica», como nos ha explicado más de una vez Miguel Barnet, presidente de honor de la Uneac.
Justo al destacado poeta y etnólogo, premio nacional de Literatura, por sus 80, le hizo honores Timbalaye, «que se desarrolló con la luz de Barnet, nuestro maestro y guía», según reconoció a JR, vía WhatsApp, la Castillo, vicepresidenta del proyecto. El desafío cultural de la rumba y el patrimonio inmaterial de Cuba y del mundo en sus caminos hacia la resiliencia cultural en tiempos de COVID-19 fue el tema que ahora convocó a disímiles voces para el esperado Coloquio Internacional.
En esta ocasión respondieron al llamado, entre otros: Yahima Esquivel Moynelo, embajadora de Cuba ante la Unesco; Katherine Muller, directora de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la Unesco, con sede en nuestro país; Jordi Tresserras Juan, director de Ibertur y experto en gestión del patrimonio cultural y turismo cultural y creativo; Enrique Vargas Flores, responsable del Espacio Cultural Iberoamericano de la Secretaría General Iberoamericana; Sonia Virgen Pérez Mojena, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba; y María Elena Mora, embajadora de la Paz y representante de Timbalaye en América Latina y el Caribe.
«Estamos muy felices de lo que ha sucedido», admite Ulises Mora, profesor, coreógrafo y presidente de Timbalaye. «Nos dimos cuenta de que la COVID-19 nos llevaba por los caminos de la resiliencia cultural. Manifestación pura de cubanía, la rumba ha sido bailada, cantada y sentida como expresión raigal de nuestra identidad. Siempre fue símbolo de resistencia y resiliencia cultural, y ha sido una aliada para la felicidad en todos estos tiempos en los cuales hemos sido, por ejemplo, víctimas de un bloqueo genocida y brutal.
«En las circunstancias actuales, la rumba exponente de una verdadera tradición popular que la política cultural de la Revolución Cubana también reivindicó y dignificó, nos puede ayudar a buscar nuevas forma de comunicación, llenarnos de fuerzas y fe con ese potencial suyo de colmar de energía positiva al sitio donde prevalezca lo oscuro; de espantar la tristeza y de levantarnos con la seguridad de que superemos los obstáculos. La rumba, además de ser un legado y una memoria ancestral, también tiene esa forma de música, de baile, de poesía, que nos posibilita encontrar nuevos caminos».
En representación de todo el territorio nacional participaron en este festival agrupaciones del calibre de Muñequitos de Matanzas, Yoruba Andabo, Afrocuba, Rumbatá, Osain del Monte, Rumba Lay, Iyerosun y Clave de Rumba, además de grupos portadores como la Tumba Francesa de la Caridad de Oriente, Tambor Yuca, Bonito Patuá, Renacer Cosía.... Se le rindió homenaje a Reinaldo Brito; se presentaron el libro Su cuero no es pa tambó, de María Elena Mora, y la cuarta edición de la revista Timbalaye; se transmitieron las entrevistas a grandes de la talla de Maximino Duquesne, Lázaro Rizo, Juan Campos Chan, Pedro Fariñas... Fueron varios los momentos vistos en el canal Clave, a través de Streaming Cuba en Facebook, en las otras redes sociales.
«Resultó una nueva oportunidad para mostrar ese patrimonio conservado por los grupos portadores y cultores de nuestra rumba, por nuestro pueblo, porque de lo que se trata es de hacer cumplir los objetivos por los cuales nació Timbalaye: salvaguardar, fomentar, potenciar y difundir sin descanso la rumba. No nos podemos confiar creyendo que es suficiente con que haya sido vista como un patrimonio mundial, debemos trabajar para que ese patrimonio sea preservado para las futuras generaciones», insistió Irma, además metodóloga y profesora de danza folclórica cubana.
«Ha sido una gran fiesta. Como siempre el festival se organizó para alegrar el verano, sabíamos que nuestro pueblo disfrutaría la actuación de sus rumberos y agradecería las entrevistas, que le diéramos a conocer nuestras investigaciones... Es la forma que tiene Timbalaye de demostrar su amor por la rumba y de educar a nuestra gente para que la defienda con sentimiento rumbero».
Agradeció al Ministerio de Cultura, al Consejo Nacional de Casas de Cultura, a organizaciones como la Uneac y la AHS, a la Fundación Fernando Ortiz, a los rumberos «que colaboraron a pesar de esta situación tan compleja, haciendo un gran esfuerzo, pero esa pujanza nos la da la rumba, que da paso a la inteligencia colectiva, porque también esta situación de dificultad nos fortalece y nos enlaza, nos une como nación».
Igual Ulises aprovechó este espacio para darles las gracias «a quienes tuvieron que ver con la materialización de este festival, que permitió que la rumba llegara a cada hogar y abrazara a la familia cubana y también a los muchos amigos que viven en otros países y valoran altamente y disfrutan al máximo de esta expresión auténtica de lo cubano.
«Los medios alternativos y los tradicionales jugaron asimismo un papel fundamental; estos últimos con sus trabajos periodísticos que tanto apoyaron en la difusión del programa, como Juventud Rebelde, que estuvo junto a Timbalaye en México cuando se creó una de las sedes desde las que incidimos para conectar a Cuba mucho más con el mundo.
«Creímos importante hacer llegar nuestro mensaje de paz y esperanza a las casas a través de la rumba, a ese espacio físico donde debemos permanecer mientras no exista una razón de peso mayor para salir del aislamiento necesario, porque debemos cuidarnos nosotros mismos y a quienes nos rodean. Pero los cubanos tenemos una alegría, un modo de comunicación, un lenguaje que va más allá de las fronteras físicas y que busca espacios para liberar el alma y llenarnos de fuerzas con las cuales vencer las adversidades. Lo haremos con alegría, con música, pero también con inteligencia, responsabilidad; enseñando cómo se puede vivir en estos momentos difíciles a golpe de tambor: participando, bailando, sonriendo, con esa sonrisa que significa llama: Cuba vive, Cuba está en pie, Cuba somos todos».