En la voz de Rita Montaner cabían todo el amor y las modulaciones apasionadas. Autor: Archivo de JR Publicado: 19/08/2020 | 09:41 pm
Rita Aurelia Fulceda Montaner y Facenda (1900–1958) nació en Guanabacoa, en la calle Cruz Verde No. 18, actualmente marcada con el 463, entre Amargura —hoy Fernando Fuero— y Duarte, a las 7:30 de la mañana del lunes 20 de agosto del año 1900. Esta gloria de Cuba, cantante soprano de impresionante voz y notable pianista concertista, se desarrolló en un ambiente familiar y local, con una profunda influencia del sincretismo de las culturas europea y afrocubana.
Rita Montaner heredó de su mamá la belleza física así como la inclinación por la música; y del padre, el carácter. Inició a los cuatro años de edad el estudio del piano y matriculó en 1910 en el Conservatorio Payrella, institución en la que se consolidó la amistad con su coterráneo, el genial compositor y músico guanabacoense Ernesto Lecuona. Por causa similar, era amiga de la familia y de Ignacio Villa, a quien bautizó artísticamente como Bola de Nieve.
Dueña de una singular belleza criolla, carisma e inteligencia, fue la gran revelación de una época, por sus dotes artísticas y arrolladora personalidad. Fue una intérprete muy difícil de igualar, dotada a su vez de un sentido rítmico fenomenal, se manejaba con garbo y soltura. Capaz de solfear como pocos, tenía un instinto particular para añadir de lo suyo a cualquier melodía.
Se dedicó a la ópera, la zarzuela, la música popular cubana, el cine, el teatro, la radio y la televisión. Entre sus compositores favoritos destacaban: Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Eduardo Sánchez de Fuentes, Eliseo Grenet, Moisés Simons, Jorge Anckermann y Sindo Garay.
La labor de compositora para melodías del género popular fue otra de sus incursiones en el arte, de lo que muy poco se habla. A la altura de 1929 contaba con cuatro obras: En tu boca (tango canción), Así eres tú (bolero), Arrolla (comparsa) y Ma Isabel (tango africano).
El hecho de nacer, crecer y vivir durante un considerable período de tiempo en Guanabacoa, uno de los puntos fundamentales de la cultura popular tradicional cubana de los siglos XVIII, XIX y XX, le permitieron desarrollarse en un medio donde afloraban y coincidían diversas tendencias de nuestro quehacer cultural y artístico.
Por un lado la música salonniere, la tradición musical más clásica que ella conoció desde su infancia; y por otro, los toques de los tambores e instrumentos, cantos y danzas rituales provenientes de las fiestas lucumíes, congas y carabalíes; así como el ritmo de las comparsas que desfilaban por las calles y el pregonar de los vendedores ambulantes, la pusieron en contacto directo con esa impresionante y rica cultura folclórica autóctona.
El son tuvo en la garganta de esta eminente artista, un instrumento de privilegio; y en su expresión sincrética, fue ella su registro más auténtico.
La primera presentación artística pública, en un festival de canciones cubanas, la realizó a instancias de Eduardo Sánchez de Fuentes, en el antiguo Teatro Nacional, hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el 16 de marzo de 1922, acompañada de la orquesta que dirigía Gonzalo Roig. Pocos meses después, el 10 de octubre, desde el edificio de Águila y Dragones, su voz abrió la trasmisión del programa de la emisora PWX, que dejó inaugurada la radio en Cuba, ocasión en la que interpretó Rosas y Violetas, de José Mauri, y Presentimiento, de Eduardo Sánchez de Fuentes.
De ahí en lo adelante, y hasta el día de la última aparición artística en la pieza teatral Fiebre de primavera, presentada en la Sala Arlequín, el 31 de mayo de 1957, transcurrieron 35 años, dos meses y 15 días de una inigualable labor en Cuba y en los más importantes escenarios mundiales, entre ellos París, Nueva York, Madrid, México y Buenos Aires.
Esta exitosa carrera, que tomó singular fuerza en el género lírico de la mano de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig y otros importantes compositores, directores y músicos cubanos, encontró el 29 de septiembre de 1927 un nuevo reto, al integrar el elenco de la zarzuela Niña Rita, con libreto de Riancho y Castell, y partitura de Lecuona y Grenet. Niña Rita inauguró una temporada del citado género en el remozado Teatro Regina. Pero su consagración arribó con Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, quizá porque ella era, en una íntima esencia étnica, cultural y social, la presencia misma de la criolla cubana y de nuestro orgullo nacional.
El 8 de marzo de 1935, en el Teatro Martí, representó el rol protagónico de Cecilia, bajo la dirección del mismo maestro Roig, el que la califica como genial y única. Fiel a este legado, el 27 de enero de 1951, y en el mismo escenario, encarnó el papel de Dolores Santa Cruz, en una temporada que se extendió por dos meses.
La carrera internacional se inició en Nueva York, en 1927, precisamente incursionando en el teatro musical también hizo en París, Madrid, México, Buenos Aires y Caracas. De hecho, un año más tarde se presentó en los parisinos Olimpia y Palace, sustituyendo a Raquel Mayer. Después actuaría en el espectáculo de Josephine Baker.
Asimismo alternó con los más sobresalientes artistas de su época: Libertad Lamarque, José Mojica, Pedro Vargas, Conchita Piquer, Aida Ward y Elvira Ríos, entre otros. Su primera actuación para el cine tuvo lugar en México como protagonista de La noche del pecado, de Miguel Contreras Torres, estrenada el 11 de enero de 1934.
Cuatro años transcurrieron para que protagonizara su primera película en Cuba: Sucedió en La Habana, que le dio paso, también dirigida por Ramón Peón, a El romance del palmar, cuya premier fue el 5 de diciembre de 1938. El público inundó la sala Radio Cine, hoy Cine Yara, para visionar la historia de Fe, una guajirita poseedora de hermosa voz, seducida por un rufián, que la convierte en cantante de cabaret; pero el mal será reparado con un final feliz.
Esta cinta cuenta a su favor con la siempre emotiva presencia de Rita, que canta como nadie El manisero, de Moisés Simons, a lo cual se añade la correcta fotografía, el humor criollo, las lindas melodías y. en fin, la cubanía. Por muchos años El romance del palmar conservó el récord de recaudación en el país.
Todo lo anterior dio curso a una significativa filmografía integrada por 14 películas, la última de las cuales: Píntame angelitos blancos, de Joselito Rodríguez, se proyectó por vez primera, el 11 de agosto de 1954.
Grabó discos para las casas productoras Columbia, Puchito y Victor, de los cuales se conservan 52 títulos en la discoteca del ICRT, según información fechada en 1984.
El 24 de febrero de 1945 fue coronada como Reina de la Radio en Cuba, en un concurso organizado por el periódico Mañana. En enero de 1946 la contrató el Cabaret Tropicana para una temporada que duró cuatro años, en la que le acompañó al piano su inseparable Bola de Nieve. La Televisión Cubana la tuvo entre sus artistas fundadoras.
Rita es melódicamente intensa, armoniosa, ondulante, ululante; como una selva tropical o como una catarata. En su voz cabían todo el amor y las modulaciones apasionadas; de igual forma todo el odio, la tristeza y la inquietud del alma cubana, y ahí está la principal causa de su aceptación y de su arraigo en el pueblo, que gustaba en llamarla La Única.
Rita Montaner contrajo matrimonio en el año 1918, en primeras nupcias, con el joven abogado guanabacoense Doctor Alberto Fernández Díaz, con el que tiene sus hijos: Domingo Alberto y Rolando Fernández Montaner. Esta artista genial e irrepetible falleció en La Habana, el jueves 17 de abril de 1958, a la edad de 57 años, a causa de una penosa enfermedad. Solo ella, y nadie más, ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, del legado cultural nacional, una categoría universal.