Nicomedes (izquierda), Julio (en el centro) y Roberto (derecha) son tres de los actuales miembros de la Parranda Típica Espirituana. Autor: Lisandra Gómez Guerra Publicado: 19/07/2020 | 03:57 pm
SANCTI SPÍRITUS.— El aliento más antiguo de la añeja villa del Espíritu Santo se conserva en el actual Consejo Popular de Jesús María. Justo allí late su corazón, pues por sus estrechas y serpenteadas arterias corre la génesis de su idiosincrasia.
Bordeada por el legendario río Yayabo y bajo las sombras de la otrora Iglesia de Jesús Nazareno, en esa zona han nacido los principales exponentes de la cultura más autóctona de esta tierra, los que trascendieron la geografía local para erigirse como monumentos nacionales, como la Parranda Típica Espirituana, toda una institución de nuestro patrimonio que ya cumple 98 años.
La idea fue gestada por los hermanos Marcelo Rafael, Pascual y Armando, de apellidos Sobrino Guerra, hoy conocidos en Sancti Spíritus como los padres del punto espirituano, y sus antecedentes se remontan al año 1920, cuando el pequeño colectivo hacía suya las calles con composiciones que arrastraban multitudes, sobre todo en los días del Santiago espirituano, la fiesta popular más antigua de este terruño.
Justamente en esas jornadas en que comparsas, disfraces y calles engalanadas se robaban las horas del pueblo, consolidaron su arte con el nombre que ha sobrevivido hasta hoy.
El 19 de julio de 1922 la Parranda Típica Espirituana ganó el primer premio del concurso de música del Santiago y comenzó una carrera de muchos sueños materializados, gracias al acompañamiento de un público amante de la música campesina.
En la década del 60, la agrupación se institucionalizó. Foto: Archivo
Autenticidad
El haber nacido en la ciudad, y no en una zona rural, resulta una de las grandes distinciones de esta agrupación, al compararla con sus semejantes en el resto del país.
La otra es que este proyecto espirituano, considerado por expertos el más genuino de la cultura popular tradicional del centro de la Isla, defiende el canto de los puntos a dos voces con una cadencia exclusiva de esta región.
Así se recoge en el libro El gallo que es fino y canta, de Saylí Alba Álvarez: «Las voces se mueven por terceras y sextas, llevándose el canto con metro fijo. Esa manera de cantar el punto impide la improvisación, cantando décimas previamente escritas y aprendidas y los cantores a formar grupos estables, dado que tiene que coordinar las voces», una herencia musical que resguarda con celo, la actual generación de parranderos espirituanos.
Bien lo sabe Julio Toledo Morales, el más experimentado de los músicos de la agrupación, que se mantiene activo desde 1977.
«Nuestra esencia es continuar con esa tradición de los Hermanos Sobrinos, como se conocieron a los padres de la Parranda. Tanto así, que en cada presentación nosotros hacemos alrededor de diez de las tonadas viejas y luego presentamos algo de lo de ahora», especifica.
Ese amor y respeto se descubre cuando se mira un tanto más allá de sus cuerdas y voces. Es un encanto que enamora, tal y como le sucedió al foméntense, aplatanado en la ciudad del Yayabo, Roberto Concepción, quien ha logrado que el tres se escuche como el primer día de esta agrupación.
«El tres da el mayor aire al punto espirituano. Al principio me iba detrás para oírlos. Estudié muchas de sus grabaciones. De ahí que mi tres no rompe con el que el que le antecedió. He incorporado algunas cosas, pero sin irme del camino».
Como él, otro de los más «jóvenes» es Nicomedes García, voz prima. Desde que la guitarra raja, su registro guía al resto de los instrumentos: bongó, güiro, tres y claves.
«Ya son más de 20 años aquí y no he pensado en irme, aunque me han propuesto atractivos trabajos. Ya esto es mi otra familia y me encanta lo que hacemos», asegura.
Legado
La Parranda Típica Espirituana, institucionalizada en la década del 60 del pasado siglo, ha sobrevivido a muchos vientos fuertes, incluidas las incomprensiones de quienes encauzan los hilos del sector cultural y no les propician un espacio idóneo de forma sistemática para sus presentaciones, dicen que por no ser una propuesta de gran convocatoria. Tampoco les organizan un buen número de giras por las zonas rurales, donde siempre reciben los aplausos sinceros. Sumen a eso la ausencia de instrumentos nuevos o recursos para sus mantenimientos.
Mas, en cada presentación siempre brillan, por esa originalidad que sólo quienes están en sus adentros conocen y, defienden con dientes y garras.
«Esto se hace con mucho amor», insiste Nicomedes García, quien forma a niños y niñas en la casa de cultura Osvaldo Mursulí, de la ciudad del Yayabo, con la mirada puesta en una Parrandita: «Estamos en un taller muy interesante que fomentará el amor entre las más jóvenes generaciones, y de ahí saldrá una agrupación que defenderá tanta historia».
Ese trabajo hacia el futuro resulta uno de los mayores placeres para los miembros de la legendaria agrupación: «Hacemos actividades didácticas en diferentes escuelas para que conozcan la historia de la Parranda y de los instrumentos que utilizamos, que sepan por qué esos y no otros», reconoce Toledo Morales, voz segunda.
Cuando suba nuevamente a los escenarios, este colectivo tendrá algunas novedades. Y es que desde que abrió sus ojos, esta agrupación ha sido cronista de su tiempo, y los meses de COVID-19 no fueron la excepción.
«Cuando debimos estar todo el tiempo en casa sin hacer nada decidí escribir. Me inspiraron la labor de los médicos y la respuesta que lleva la política absurda de Donald Trump. Son mensajes de aliento y esperanza, además de un llamado a cumplir con nuestro deber como ciudadanos. Los finales de las décimas son pies forzados de frases que han dicho por la televisión tanto el doctor Durán como pacientes recuperados de la COVID-19.
«A ese gran médico que nos acompaña cada semana le cantamos unas décimas por su cumpleaños», refiere Julio, quien aprehendió ese universo sonoro en la cabecera de la cama del mismísimo Marcelino Sobrino.
Los vecinos de Julio y Nicomedes no dejaron de disfrutar durante la cuarentena el estribillo compuesto por la profesora universitaria Saylí Alba: «Oye, muchacho;/ oye, muchacho;/ quédate en casa, / que si no te vuelves puente/, el virus por ti no pasa».
«Es esencia del punto espirituano el estribillo, porque caracteriza a esa tonada antiquísima que se canta en esta región», insiste la espirituana, amante de todo lo que se vista con lo más autóctono de la cultura campesina.
Por fervientes devotos como ella, la Parranda Típica Espirituana ha sonorizado la vida de este territorio central por tantos años, y aún canta con claridad y a todo pecho sobre muchos temas que se han acomodado a esa cadencia exclusiva, nacida en el mismísimo corazón de la ciudad del Yayabo.
Para más detalles le invitamos a escuchar este Podcast: