Virgilio López Lemus, poeta, ensayista, crítico literario y de arte, e investigador literario estuvo entre los invitados Autor: Miozotis Fabelo Pinares Publicado: 12/11/2019 | 10:20 pm
Quiso el verso enderezar las calles mas no pudo. Camagüey sigue siendo ese laberinto de andares y tinajones, de asombros y de sombras, por donde anduvo suelto, días atrás, un minotauro de nombre Emilio Ballagas (1904-1954).
Intentaron los poetas bajarle el precio a la frutabomba o a la yuca de los carretilleros, pero tampoco fue posible por esa relación malsana de la oferta y la demanda. Mas introdujeron un nuevo valor de cambio distinto al que se establece en los mercados, porque alude a lo íntimo, a lo invisible por raigal, a esa fábrica interior que produce luz, sin electricidad, dentro de lo humano.
No pudo cambiarse nada de la realidad inmediata, por chata y oportunista, por cercos reales y burocracias, mas la poesía estaba allí, altiva y alta como las mismas palmas de la llanura camagüeyana, señora de largos versos, como rizos y peinetas, de encabalgamientos y enardecidos endecasílabos moviéndole las faldas; novia de todos, novia de Ballagas.
El milagro no venía de la nada. No era consecuencia de la alineación de los planetas. Era el resultado del esfuerzo, de la amorosa vigilia con que el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL), su Editorial Ácana y el fermento joven de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en esa localidad, lograban jornadas de verdadero jolgorio, jugosas alforjas colgadas a las ancas de un concurso que honra al país todo, si en homenaje y desempolvo resucita al poeta, entre el elogio y la malquerencia que sufrió, pero de una hondura ética y ciudadana incuestionable.
Emilio Ballagas volvió a respirar por boca de muchos, desde las universidades agramontinas, la Facultad de Humanidades y la casa de altos estudios del Minint, la Biblioteca y la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde las escuelas y los centros laborales, pero sobre todo, desde ese mágico Café Literario ubicado en la sede de la Asociación Hermanos Saíz agramontina (una muy criolla «Puerta de Alcalá» donde confluyen los más diversos públicos), que bajo el nombre de La Comarca, aludiendo al epíteto con que Guillén marcó la geografía espiritual de su cuna geográfica, se convierte en mecenas de cuanto acto creativo intenta enverdecer, aún más, esa mítica llanura de Agramonte y de Amalia.
Veinticinco años (aunque algunos afirman que son más) sosteniendo un certamen que insiste en que la literatura sea ese latido insuperable —más allá del embebecimiento y embobecimiento de esta era tecnológica y las adversidades pedestres del día a día—, capaz de sostener la misión, la visión y la vocación salvadora de ese corazón común de los cubanos que es la Cultura.
Y se hace, entonces, más vibrante y más claro al oído la estrofa con que el bardo, en 1934, pintara desde sus versos esa tierra: Cuba, lengua caliente,/ estremecida dentro de ti misma: ondulante de arroyos, lujuriosa de árboles,/ ceñida de sol vivo.
Tu ron viril me baña. /Y tu música me acerca una llama/ para mirarme arder en poesía.
Nada, que el verso no pudo enderezar las torcidas calles del antiguo Camagüey ni los poetas abaratar el actual precio de las viandas y las frutas; pero la poesía estuvo, sutil, humilde, asomada a los tinajones cual espejos de una identidad muy propia; como una bocanada fresca venida de los propios labios de Ballagas en agradecimiento al destierro de la desmemoria. Sanándose en nosotros. Sanándonos en ella. Salvándonos todos de esa peligrosa daga que es la inercia si no convertimos, como dijera el gran Galeano, nuestras utopías en insospechados caminos.
El concurso
De entre 22 cuadernos en concurso, el jurado del Premio Nacional Emilio Ballagas 2019, presidido por Rubén Faílde (Camagüey) e integrado por María Liliana Celorrio (Las Tuna) y Oscar Cruz (Santiago de Cuba) decidió anunciar como obra ganadora, por unanimidad, a Notas lectivas, de la poetisa Gizeh Portuondo Vega. «Se trata de un conjunto de prosas poéticas que manifiestan unidad estética, poder de síntesis y un marcado uso de cinismo, humor y subversión del discurso poético, con la visión personal de su condición como mujer».
Asimismo, se le otorgó una Mención a La torcida raíz, de Domingo Peña González. Al dejar clausurada esta edición, Yunielkis Naranjo Guerra, director del CPLL, afirmó que «pensado desde el Camagüey, pensado como país, el Emilio Ballagas volvió a evidenciar su pertinencia, lo mucho que nos alimenta el alma y nos eleva» y anunció que la convocatoria de 2020, la cual tendrá lugar del 3 al 7 de noviembre, le hará honores al Ensayo. «Una nueva oportunidad para mover el pensamiento desde el corazón de la Patria, en la cuna de la literatura cubana».