Antes de leerlo, uno se preguntaba por qué Trasplantados, libro de Benjamín Carrión, se integra a la definición de ensayo. Entre los moldes literarios este género sufre mayores descargas de confusión. A veces una monografía colmada de citas y escrita ramplonamente se clasifica de ensayo.
No pretendo —claro está— impartir una lección. Más bien, aprovechar este libro para confirmar que Carrión emplea el concepto sin distorsiones. El ensayo, desde la tradición legada por el francés Montaigne, es un molde subjetivo, lírico, donde el estilo, marcadamente creativo, constituye uno de sus aspectos fundamentales.
El ensayo no se propone impartir conocimientos comprobados o comprobables, aunque en él uno pueda aprender historia y teoría. Más bien, exige del escritor aproximarse y rodear desde una posición reflexiva y libre, cualquier aspecto de la cultura, la existencia social o un personaje. Precisando, consiste en un discurrir donde el lector pueda apreciar el proceso del pensar viendo al autor afirmar aquí, titubear páginas adelante, y quizá luego volver a lo dicho para rectificarse.
Uno puede aprender, por ejemplo, en los ensayos de Benjamín Carrión, nacido en Ecuador en 1897 y fallecido en 1979. En Trasplantados, que publicó Casa de las Américas, el lector enriquece sus conocimientos literarios, pero disfruta las calidades de la composición.
Mas lo básico es confirmar que Carrión escribió ensayos literarios no solo porque en esos textos interpretó obras y autores de la literatura latinoamericana, incluidos sus compatriotas ecuatorianos. Es cierto que en este libro hay estudio, saber de la literatura y de la historia. Pero hay algo más: hallamos esos impulsos y rasgos que convierten textos de pensamiento en literatura: el libérrimo y original discurrir de las ideas, y el estilo en su derecho a resaltar y hacerse notar.