Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Otra vez y siempre, Benny Moré y el bolero

Un siglo se acaba de cumplir del nacimiento de quien convirtió en oro todo lo que cantó, situándose como el indiscutible rey Midas de la música cubana

 

Autor:

Lino E. Verdecia Calunga

Me agrada que se le conceda a Santiago de Cuba y a José «Pepe» Sánchez todo el tutelaje. A estas alturas, no procede tratar de encontrarle ni paternidad ni cuna; por lo que es preferible —con permiso de estudiosos y entendidos— hacer referencia al bolero cubano en el cual, por derecho indudable y demostrado, también dejó relevante impronta Bartolomé «Benny» Moré, para todos y para siempre el Bárbaro del Ritmo.

De la trayectoria del Benny es bastante conocida su etapa trashumante, obligado por el contexto socioeconómico en que comenzó a desarrollarse. Con menos de 15 años, la pobreza familiar provocó que desde Isabel de las Lajas, donde nació el 24 de agosto de 1919, fuera a unirse con su madre en Vertientes, Camagüey. Allí realizaría muy modestas faenas, pero se vincularía decididamente con la música, algo que ya germinaba en él desde su infancia cuando, conectado con los descendientes de negros congos —de los cuales en parte procedía—, había aprendido toques, cantos y bailes.

Luego de integrar efímeras agrupaciones, el próximo espacio para vivir sería La Habana y, tras un primer intento poco rentable, decidió que ese era el lugar para abrirse paso y en ella se radicó justo cuando ya cumplía 21 años. La dura vida del aspirante a músico lo convirtió en uno de los tantos musiqueros que la gran ciudad veía —guitarra en ristre— frecuentar los más disímiles lugares donde poder descargar y hacerse escuchar, ya fuera solitario o en más o menos informales agrupaciones, hasta que fue a dar a las filas del conjunto de Miguel Matamoros, quien ya sí era por entonces una figura relevante de nuestra música en toda la cuenca del Caribe y en buena parte de Estados Unidos.

Los 26 años los celebraría en México porque, en junio de 1945, como voz prima del Conjunto Matamoros, comenzaría su primer itinerario mexicano y, cantando no solo con la agrupación que lo llevó hasta aquel país, daría inicio a lo que se puede calificar como la leyenda viva de Benny Moré.

Y aunque ya en Cuba, entre las diez piezas que estamparon su voz en discos de 78 rpm entre 1944 y 1945, había grabado dos clasificadas como boleros (Mexicanita veracruzana, de Rafael Enrizo, y Seré dichoso, de Ramón Dorta), allá tendría oportunidad para realizar 84 grabaciones de las que 15 son ubicadas en el género que nos ocupa. Independientemente de sus capacidades para guarachas, sones, mambos y porros, el bolero había centrado su interés expresivo, y entre los que dejó registrados, dos fueron de su autoría: Todo lo perdí (1948) y Desdichado (1951).

Y esa misma afición (afinidad) por el género tiene otra propensión que lo hace singular, debido a las peripecias del mercado, los intereses de los artistas y, quizá, hasta un hecho casual. Me refiero a los dúos que, con mayor o menor relevancia de uno u otro intérprete, están en la extensa discografía del Bárbaro del Ritmo.

En ese sentido, las más conocidas son las interpretaciones y/o versiones que grabó en La Habana con dos tenores, Pedro Vargas (La vida es un sueño, de Arsenio Rodríguez; Perdón Obsesión, ambos de Pedro Flores, y Solamente una vez, de Agustín Lara todas en 1954) y Alfredo Sadel (Alma libre, de Juan Bruno Tarraza, en 1955). Pero también son admirables los boleros que cantó con los mexicanos Tony Camargo (Esta noche corazón y Sin razón ni justicia, de Chucho Rodríguez, en 1951) y Lalo Montané  (Mucho corazón, de Emma Ma. Valdelamar, 1952).

A ello se pueden sumar como ejemplo de dúo ocasional, el realizado con una cancionera cubana que por esos años estaba iniciando el ascenso de la que sería una muy reconocida carrera, la santiaguera Olga Guillot: Oye una canción para ti (Félix Cárdenas, 1953), igualmente identificado como Tu mirar. Asimismo en Tú me gustas (1954, de Rey Díaz Calvet) lo acompaña Nery Landa, y es notable también escucharlo junto a los Hermanos Bermúdez en los temas No te atrevas (del mismo Benny) y Vagar entre sombras (de José Dolores Quiñones), ambos de 1957.

La mujer en sus boleros

No resulta extraño que cargado y poseído de tanta musicalidad en general, Benny se manifestase también como compositor de boleros. Desde el primero de sus boleros grabados, el Benny plasma una de las dos más fuertes temáticas del género: esa que hace directa alusión al olvido, el engaño y la deslealtad de que ha sido víctima.

Así se muestra en Todo lo perdí (1948): tras comenzar su primera estrofa con dos interrogantes yuxtapuestas que más que presentir enuncian un sentido quejumbroso y resentido, va hacia una segunda donde manifiesta —en tiempo pretérito— las causas de ese estado anímico donde es razón máxima «la traición de una mujer». Sin embargo, si asumimos que Desdichado es el segundo bolero de su autoría que grabó, pero que fue realmente su primera composición, es fácil observar cómo están presentes motivos que serán recurrentes (leitmotiv) en temas que compondrá en años por venir.

De manera singular puede apreciarse en No te atrevas (1957), una exacerbación del machismo, precisamente un tópico o enfoque frecuente en el género: el tono amenazante, la manera en que se degrada la condición de la mujer por el «simple» hecho de haber «llegado a su vida» y de haberle creado lo que el autor califica «un crucigrama», lo que no puede justificar el acto atroz del asesinato. Siempre he asumido que es por la fuerte impresión de su texto que el imaginario popular lo reconoce mejor como Sobre la tierra tendida.

No obstante, entre este y Todo lo perdí, aparecen Amor sin fe (1952) y Ahora soy tan feliz (1954), ejemplos de tratos distintos, permeados seguramente por el contexto en que todo indica fueron creados.

Amor sin fe es una demostración de sinceridad amorosa y a su vez de solicitud a la pareja por la necesidad de ser correspondido en consecuencia. Y aunque el reclamante se muestra fervorosamente decidido a jurar ante Dios cuánto la adora y a entregarse de forma cabal; manifiesta inquietud por no conocer el origen de la dubitación y la incertidumbre, lo que hace que las califique de falta de fe por parte de la amada.

En el caso de Ahora soy tan feliz resulta evidente que el ánimo para la inspiración estaba positivamente enfocado y por tal se justifica que, entre las dos estrofas, cinco veces exprese «soy tan feliz», sin contar que en el bis la frase se reitera otras tres. Sin dudas este bolero, junto a Dolor y perdón (1957) y Conocí la paz (¿1960?), son los temas en los cuales la figura femenina es tratada con mayor dignidad y adecuada focalización.

Una contradictoria actitud asume el compositor en Perdí la fe (1957), toda vez que, si bien en Dolor y perdón está reclamando ser perdonado por el pesar provocado y el error cometido (ejemplo poco frecuente donde un autor reconoce ser culpable); en aquel es renuente a reconocer que deba serlo.

En ese ir y venir sentimental, un bolero como Mi amor fugaz (¿1958?) puede ser valorado como resultado de la actitud condicionada del amante convencido de la inutilidad de una relación desgastada y ya sin sentido; algo que expresa sin los excesos machistas muy típicos en textos de entonces (y de hoy).

Pero encontramos entre Ahora soy tan feliz, Dolor y perdón y Conocí la paz un vínculo que se puede percibir con facilidad —sobre todo si son escuchados uno detrás del otro—, porque en ellos aflora y subyace un tratamiento respetuoso y de acercamiento. De tal modo, si somos consecuentes, tenemos que valorar positivamente el proceder de Benny Moré autor de boleros, en tanto asume en estos tres temas una perspectiva ennoblecida dentro de los cánones del comportamiento masculino en concordancia con nuestros preceptos socioculturales.

Rey Midas de la música cubana

En todos los tiempos y lugares, en cuanto al quehacer artístico, la unanimidad es una utopía para considerar cualquier proceso de aceptación. He conocido personas —aunque realmente pocas— que no asumen el arte de Benny Moré como lo que para la inmensa mayoría sí es, por cuanto representa una magistral e inigualable síntesis de lo que se ha dado en ser denominado cubanía musical y, por ende, parte más que viva de nuestra identidad.

De tal manera nos parece más que justo saber que, en 1992, Bladimir Zamora manifestara en el texto Las razones del Benny, perteneciente al cancionero Bella ilusión: «¿De qué materia está hecho este compositor, cantante y director de orquesta, que siempre da la impresión de ser una reciente y poderosa ofrenda?

«Sin dudas puede argüirse que estamos ante un raro fenómeno de genialidad intuitiva que aún no ha sido superado en el contexto general de nuestra música popular. Alguien que supo potenciar como nadie las tradiciones soneras recibidas, las sintetizó con maestría y las ha proyectado como una llama de insistencia contemporánea. Lo cierto es que Benny Moré está hecho de madera de corazón y su dimensión, por muchas vueltas que le demos, no deja de estar protegida por el misterio, para el cual solo se puede encontrar una explicación inefable al oír su voz una y otra vez… al advertirlo cimbreante en un borroso quinescopio, caminando hacia nosotros, con ademán de dejarnos atrás y seguir gozando y haciendo gozar, seguir penando y haciendo penar, más allá del corto baile de nuestras vidas».

Por todo eso y por mucho más, por lo que un siglo de vida y música disponen, hace varios años con absoluta admiración por el Benny, a quien Miriam Ramos denominó también como Rey del Bolero, he optado por tenerlo a manera de otro tipo de monarca, ese que convirtió en oro todo lo que cantó, situándose como el indiscutible rey Midas de la música cubana.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.