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Entre letras y sueños

Con apenas 24 años de edad, Giselle Lucía Navarro Delgado, ganadora del Premio David de Poesía 2019, suma galardones importantes al panorama literario

Autor:

Yasel Toledo Garnache

La vida de Giselle Lucía Navarro Delgado, egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2015, diseñadora de modas y licenciada en Diseño Industrial, está íntimamente relacionada con la literatura. Impresiona que con apenas 24 años de edad ya posee una sobresaliente lista de reconocimientos y lauros, incluidos La Edad de Oro de Poesía (2018) y el Pinos Nuevos de Literatura Juvenil (2019), por solo mencionar los más recientes. Hace muy poco, volvió a estar en el centro de atención al recibir el David, en la categoría de Poesía, uno de los más prestigiosos para escritores inéditos en Cuba.

Ese día tenía la luz de los versos en la sonrisa, los gestos y las palabras de humildad. Ella asegura que el libro galardonado, Criogenia, es uno de sus hijos más amados. «Disfruté escribirlo. Cada poema fue una especie de catarsis interior. En el cuaderno se observa el interior del cuerpo de un humano en estado de congelación. Los órganos del cuerpo simbolizan partes de la conciencia, pedazos de la vida y la experiencia. Fragmentos que no pueden separarse dentro de su realidad y que conforman el carácter de la persona que es.

«En cuanto al proceso creativo, lo escribí velozmente. Cada verso fue brotando en cadena. Siento que necesitaba escribirlos».

Por mucho que observa el diploma del David, esta carismática joven aún no logra asimilarlo. «Los escritores enviamos a los concursos con una esperanza y, aunque no quieras, los nervios te traicionan y es inevitable que dudes. Siempre existe una incertidumbre.

«El David es importante. Tiene una historia marcada por nombres prestigiosos de nuestras letras. Además, viene acompañado por la energía especial de ser un premio que impulsa y abre puertas. Para muchos se convierte en el primer libro publicado. Todos los escritores jóvenes aspiran a obtenerlo y siempre te parece inalcanzable.

«El jurado, integrado por personas a las que admiro como creadores y como seres humanos, la obra de Alicia Leal en el diploma y la interpretación que hizo Leydis Guerrero de uno de mis poemas, constituyen otros galardones. Para una escritora joven e inédita como yo, no puede existir mayor felicidad».

Coordinadora del grupo literario Silvestre de Balboa y profesora de la Academia de Etnografía y Tradiciones de la Asociación Canaria de Cuba, Giselle siente pasión por las letras desde la infancia, cuando comenzó a escribir por su necesidad de plasmar vivencias, expresar sentimientos, llenar espacios vacíos. «Mi abuela era maestra y me enseñó a leer y escribir antes de ir a la escuela. Me la pasaba redactando y dibujando, entre otras tantas cosas. A medida que fui creciendo esa necesidad se transformó en una pasión, una costumbre.

«Luego empecé como alumna en el Grupo Literario Silvestre de Balboa, con el poeta Rafael Orta. Él me impulsó mucho. Me enseñó el oficio del escritor, que al menos debe redactar una línea todos los días y que siempre debe ser sincero consigo mismo. La semilla ya estaba, pero sin él no hubiese brotado. Le debo a mi maestro cada logro.

«Tras su fallecimiento me quedé trabajando en la Academia, al frente del grupo literario. Ya son seis cursos en los que he ejercido como profesora en los que he aprendido muchísimo. Enseñar es muy gratificante y lleva tu ego creativo a otro plano. Transforma tu actitud ante la vida y la profesión. Mi palabra fue madurando al mismo tiempo que yo».

—¿Cuán difícil es para un joven publicar en Cuba?

—Muchas veces el destino de tu libro está sujeto a un premio. Los concursos literarios se han convertido en la pista de vuelo de numerosos textos. Para un escritor joven es muy difícil publicar. Dada la dificultad que existe con el papel, las editoriales priorizan a autores con premios u otros ya reconocidos.

«Enviar directamente a una editorial puede convertirse en un proceso largo. En cambio, los concursos agilizan el proceso y te traen otras bendiciones. El libro sale con prontitud, mayor calidad en la encuadernación y recibe más promoción.

«Cuando eres inédito y sin premios casi nadie te ve, eres prácticamente invisible. A veces las personas se sorprenden cuando ven que un escritor novel recibe varios lauros en un año o de repente tiene varias publicaciones, pero no saben que quizá ese joven tenía una buena obra acumulada, la cual necesitó el empujón de un premio para salir de la gaveta».

—¿Cuán favorable o no es incluir lo vivencial en la literatura? ¿Es peligroso o no que los lectores perciban tu voz en cada relato o poema?

—Creo que de algún modo lo vivencial siempre está presente. Escribas lo que escribas, la voz del ser humano que somos sale a relucir. Es muy difícil crear obviando por completo las experiencias. Lo vivido te sorprende de golpe en la punta de tus palabras. Y aunque tu obra tenga mucho de tu historia, eso solo lo pueden identificar las personas más cercanas. La palabra trastoca tu historia del mismo modo que transforma la realidad en las biografías y las novelas históricas. El peligro está en tu mente, lo creas tú. El autor decide hasta qué punto exponer su vida en el cuerpo de sus textos.

—¿Qué referentes tienes en la literatura?

—De la literatura cubana me ha marcado la obra de Martí, Eliseo Diego, Juana Borrero, Dulce María Loynaz y Rubén Martínez Villena; con este último existe la complicidad geográfica de haber nacido en el mismo pueblo, Alquízar.

«Entre los escritores extranjeros: Borges, Whitman, Virginia Wolf, Alejandra Pizarnik, Huidobro, Kafka… por citar algunos. Disfruto la lectura de poetas de diversas partes del mundo, sobre todo de aquellos que no son tan difundidos en nuestro país y provienen de otras lenguas. En el caso de Criogenia, hay numerosas citas que hacen referencia a poetas libaneses e hindúes».

—Algunos consideran que la literatura cubana no vive un buen momento. Comparan a los autores actuales con los de otras generaciones. ¿Qué piensas?

—Eso siempre sucede. El ser humano vive comparando, quizá eso es lo que impulsa el desarrollo y permite los adelantos tecnológicos. En el caso de la literatura no es diferente. Cada momento tiene sus peculiaridades. El contexto marca siempre la obra de un poeta.

«Los intereses, los problemas sociales, las costumbres, los estilos de vida, las vivencias y las necesidades de una generación u otra no son los mismos; por tanto, los modos de crear no pueden ser los mismos, viéndolo desde el punto de vista generalizado y obviando que cada autor es un universo y recibe a su vez otro tipo de influencias específicas determinadas por la propia experiencia.

«No debemos comparar una generación con otra. Nunca sabremos qué hubiera sucedido con Cervantes o Shakespeare si hubiesen nacido en los tiempos de las redes sociales y las publicaciones digitales, en medio de un mundo agitado, plagado de estímulos y distracciones. Cada generación merece su oportunidad, alzar su voz y hacer las cosas a su manera lo mejor posible. Hay nuevas voces emergiendo, que todavía necesitan madurar y seguir creciendo, pero que van en el camino adecuado».

—Si pudieras promover a diez autores jóvenes o libros específicos de la literatura cubana más reciente, ¿cuáles serían?

—Es difícil. La lista sería interminable. Existen muchos libros y escritores cuya obra merece ser más difundida. Cuba es una isla que ha dado y continúa dando muchos frutos en el campo de las letras. De los más jóvenes podría mencionar a Elizabeth Reinosa, Elaine Vilar, Roly Ávalos, Ismaray Pozo, Noel Alonso Ginoris, Liliana Rodríguez, Yunier Riquenes, Daniel Duarte, Antonio Herrada, Yenis Laura Prieto, Osmany Echevarría, Moisés Mayán, Martha Luisa Hernández, y otros que recién comienzan.

—¿Qué piensas sobre el reflejo y «análisis» de la literatura cubana actual en los medios de comunicación?

—En este sentido hemos mejorado. Existen programas televisivos, algunos de ellos impulsados por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que potencian la promoción de autores y libros, lo cual se refuerza con los programas radiales y la prensa, en su edición impresa y digital.

«En la actualidad existe una amplia red de publicaciones digitales que son propicias para la difusión de textos de diversos estilos, ideologías y géneros, ya sean de autores reconocidos o inéditos, aunque todavía se debe trabajar intensamente en el desarrollo de la crítica literaria, ya que por lo general se adopta una postura neutral ante el análisis. Las redes sociales también han cobrado auge y funcionan como una rápida e importante vía de promoción para los autores y los eventos literarios.

«Convivimos en un contexto más díficil, debido a que la globalización de la información y el desarrollo de las tecnología ha generado una especie de marisma cultural en el cual puede crecer cualquier cosa, incluso la mediocridad. Los recursos del marketing y la promoción son esenciales. Los escritores pueden tener un producto de calidad, pero si este no se presenta del modo adecuado puede tener el efecto contrario. De la misma forma que creas tu libro debes encaminarlo. En el siglo XXI debemos ser promotores de nuestra propia obra. Las videoentrevistas, los spots publicitarios y el videoarte constituyen herramientas muy valiosas».

—¿Cómo te defines como escritora y persona?

—Me considero una persona sensible y perseverante, pero sobre todo una soñadora. 

—¿Qué premio anhelas? ¿Cuáles consideras que son los más importantes o deseados por escritores jóvenes cubanos?

—Me atrevo a decir que entre los más anhelados por los escritores jóvenes están el David, el Pinos Nuevos y el Calendario. Luego, según el género al que te dediques, hay otros más específicos como La Edad de Oro, en el caso de literatura infantojuvenil, o el Cortázar en cuento. En mi caso, el premio que más anhelo es que uno de mis libros pueda transformar para bien la vida de una persona.

—¿Cuáles son tus principales sueños en el mundo creativo?

—En el plano de las letras, me gustaría que mi obra se traduzca y mis libros lleguen a otras orillas. Deseo que mis versos inspiren otros versos, despierten a quien todavía duerme o hagan feliz a quien esté triste. Sueño que algún niño crezca con mis letras y, con mi libro en sus brazos también sueñe, aprenda a dibujar su propia historia y sonría.

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