Hamlet Autor: Juventud Rebelde Publicado: 04/04/2018 | 05:01 pm
Un 4 de abril, hace 34 años, Miguel Iglesias, entonces primer bailarín de la compañía madre del género en la Isla, asumió la dirección de Danza Nacional de Cuba, hoy Danza Contemporánea de Cuba.
Sin formación académica profesional, sus escuelas fueron las compañías, diversas y divergentes, de las cuales formó parte: el Ballet de la Televisión Cubana y el Ballet de Camagüey, donde alcanzó el rango de primer bailarín bajo la dirección del maestro Joaquín Banegas y estrenó las principales obras contemporáneas que Iván Tenorio, Alberto Méndez y Gustavo Herrera crearon para la agrupación que fundara Vicentina de la Torre en tierra agramontina.
Iglesias se nutrió, además, de la labor del grupo Los Doce, dirigido por Vicente Revuelta; y de trabajar bajo las órdenes de Roberto Blanco y Teatro Irrumpe en recordadas puestas como Yerma.
Con Danza Nacional de Cuba son míticas sus representaciones de Fausto, Michelangelo o Libertango, obras que marcaron su quehacer escénico. Sin embargo, su labor como bailarín fue solo el comienzo de su verdadera obra, que inició el 4 de abril de 1985 cuando se encargó de la dirección, aun sin procurarlo.
Con su conducción ha habido una explosión creadora que ha enriquecido el repertorio activo de la compañía con más de 300 estrenos mundiales de coreógrafos cubanos y extranjeros, toda vez que propició la apertura y la internacionalización de la DCC a las tendencias más renovadoras de la danza contemporánea en la actualidad.
Su afán constate de trabajo, de búsqueda y de inconformidad, lo llevan a brindar oportunidades de desarrollo artístico a jóvenes de todo el país, como fiel defensor del Sistema de Enseñanza Artística del país, y su profunda fe en la técnica de la danza moderna cubana (la de Ramiro, Patterson, Rivero y tantos otros), que defienden sus bailarines, su compañía.
Han pasado 33 años y a pesar de los muros, las incomprensiones, las omisiones, sigue siendo Miguel Iglesias quien llega primero, lucha por lo que cree y por su compañía contra molinos y gigantes, y encuentra, cada día, una razón para no rendirse.