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Lección de vuelo con Luis Álvarez

Estudioso del pensamiento de José Martí y Nicolás Guillén, el prominente escritor camagüeyano Luis Álvarez Álvarez mereció el Premio Nacional de Literatura 2017, y se le dedica, por estos días, la Semana de la Cultura de su provincia natal

Autor:

Yanetsy León González

CAMAGÜEY.— Quien lo conoce sabe que a Luis Álvarez Álvarez se le admira y se le teme. Son dos emociones difíciles de desligar. Entrevistarlo entraña siempre desafíos para mí, porque he sido su alumna y, en especial, porque se me ha declarado entre mis lectores agudos.

Este Luis, dos veces Álvarez, dos veces Doctor, ha manifestado en carne propia la verdad de que es posible desde la ciudad de Camagüey tocar el horizonte y trascender los límites de la Isla. Su ejecutoria investigativa y pedagógica resulta vital en el contexto latinoamericano y caribeño. Esa obra se ha gestado desde el hogar, un remanso de paz alumbrado de libros, ideas y proyectos donde todos, universitarios o no, tenemos espacio y recibimos su atención.

En esta 27ma. Feria Internacional del Libro Cuba 2018 debía recibir de manera oficial el Premio Nacional de Literatura 2017, pero por su estado de salud lo hará en Camagüey, primera excepción en la historia de esa entrega. A propóstio de que el también Premio Nacional de Investigaciones Culturales 2008 se encuentra entre los autores con novedades publicadas por la Editorial Ácana para esta gran fiesta de la literatura, aprovecho para conocer «secretos» de su vida y de su obra.

—Siempre ha insistido en que se debe defender el buen uso del Español, y conocer los distintos significados de cada palabra. ¿Cómo reaccionaría si en una de sus conferencias, en el momento del intercambio, alguien lo llama pulele?

—El uso del lenguaje debe estar determinado por las circunstancias sociales en que se emite una comunicación; el caso que imaginas sería un uso coloquial y por tanto inadecuado para un contexto académico. Ahora bien, la palabra pulele proviene del lingala, una importante lengua bantú africana de la zona del Congo. Significa en ella «niño», en el sentido de «hijo, ser querido» y como tal pasó a Cuba. Mi padre —como otros camagüeyanos, más allá de su clase social o proveniencia étnica— la usaba conmigo como muestra de mucho afecto, y para mí tiene un sentido muy especial. Esa palabra es uno de los varios signos afrocubanos que caracterizan la cultura regional camagüeyana. No debemos descartar de modo tajante un uso lingüístico sin tener en cuenta su función y origen cultural. Más aún en un país multiétnico como Cuba.

—Hay falsos mitos y estereotipos alrededor de la figura de un artista. Esa idealización nos aparta de lo humano. Cuando llega a espacios sin esmoquin, como el lugar donde se pela, ¿cuál de las miradas prefiere sobre usted?

—Bueno, para empezar, yo no tengo esmoquin, y lo siento porque es una prenda muy elegante. La deformación simplificadora de las imágenes sociales y en general humanas es un error grave, pero muy frecuente, en la percepción humana. Las personas somos entidades múltiples: a la vez nos proyectamos en lo biológico, lo familiar, lo laboral, lo cultural, lo ideológico, lo religioso, etc. Un individuo social siempre es múltiple y es un error de conducta proyectarse uno mismo como si fuera unilateral; e igualmente es deshumanizador considerar a una persona solo desde un ángulo de su actividad.

«En el caso que me propones —el ámbito de un establecimiento a donde uno acude a cortarse el cabello—, ya que me preguntas por lo que hoy se denomina estética en América Latina, voy allí ante todo como ser humano y, también, como “ser cubano”. Pienso en el local de Osmany, donde lo mismo consigues una atención muy profesional, como disfrutas una sabrosa conversación con este amigo estilista, y también con los demás clientes, entre los que, por cierto, nos contamos tú y yo; creo que vamos allí tanto por su calidad profesional, como por el ambiente social simpático, dicharachero y camagüeyano que allí se respira siempre».

—¿Considera que en las publicaciones actuales exista una correspondencia entre la propuesta de los autores contemporáneos y el público potencial?

—La relación entre escritores y lectores nunca es perfecta, de ahí su importancia para la cultura. El autor propone temas, estilos, modalidades de escritura, y el receptor se deja estimular, desafiar e innovar por esa propuesta… o la rechaza. No estoy de acuerdo con la idea de que «hoy no se lee lo suficiente». Me parece que esa afirmación es muy absoluta. Lo que ha cambiado es la modalidad de la lectura. Hoy la escritura adopta un vehículo por completo diferente al que tenía en mi infancia: leemos pantallas de monitores cibernéticos con una asiduidad y frecuencia que hace tiempo ha invadido los espacios escolares, pero también los sociales. El día que exista una correspondencia absolutamente mecánica e idéntica entre las propuestas de escritura y las apetencias del lector, en ese momento preciso, la lectura como actividad cultural esencial estará en riesgo.

«Hoy leemos de modo distinto a como se hacía en 1950: usamos otros soportes materiales para lo escrito, tenemos temas que se mantienen, pero otros que son por completo novedosos. Esa variación está en relación directa con la evolución social, con el desarrollo de la cultura. En vez de lamentarnos por el hecho de que no leemos lo mismo que nuestros abuelos, debemos preocuparnos por lograr que los medios y modos de lectura contemporáneos sean compartidos por toda la sociedad cubana en su conjunto».

—En su obra se evidencia un pensamiento martiano esencial: «Solo hay dicha verdadera en la amistad y en la cultura»…

—Esa frase resume una parte esencial del ideario de José Martí. Te recuerdo que en Versos Sencillos el Apóstol escribió: «Tiene el leopardo un abrigo/ en su monte seco y pardo:/ Yo tengo más que el leopardo,/ porque tengo un buen amigo». Para él la amistad era algo extraordinario y tuvo amistades entrañables con Fermín Valdés Domínguez, Manuel Mercado, Amalia Simoni… Para él la amistad siempre fue un vínculo desinteresado a partir de una concordancia espiritual, y sobre todo una posibilidad de comunicación franca. Precisamente por esto lo asociaba con la cultura. Actualmente, los culturólogos tienden a considerar la cultura como un macrosistema de comunicación. Eso significa que para Martí la comunicación sana y constructiva entre los seres humanos era la posibilidad más alta de felicidad. Ninguna sociedad puede sostenerse sin una cultura determinada; ni siquiera la otrora espantosa Alemania de Hitler, en la cual ese monstruo político del siglo XX persiguió a tantos artistas de distintos países, sobre todo porque él no pudo serlo nunca, lo cual es típico de ese tipo de personas y de cualquier represión de artistas. Ni siquiera el nazismo, te insisto, pudo prescindir de algunas formas de cultura, aunque la mayoría de ellas fueran militaristas, mediocres y profundamente antipopulares.

—Nicolás Guillén es otra de las personalidades que ha motivado su quehacer investigativo. Aparentemente, él y Martí son muy diferentes, sobre todo si miramos sus estilos literarios. ¿Qué representan ambos para su vocación como estudioso?

—Solo aparentemente, como has dicho, puede pensarse que son diferentes. Sin embargo, tienen muchos, muchos puntos de contacto. Tanto Martí como Guillén fueron convencidos y apasionados periodistas, aunque sus estilos sean diferentes: las crónicas martianas están muy apegadas al lujoso lenguaje modernista; las de Guillén son más prosaicas, punzantes políticamente y tal vez más abarcadoras de toda la cubanía.

«Coincide en ambos una profunda vocación revolucionaria, que a Martí lo llevó a una temprana acción contra el colonialismo español y le costó la prisión en las canteras de San Lázaro. Guillén entra en plena juventud en el Partido Comunista. Uno y otro fueron grandes poetas, cuyas obras tuvieron a Cuba como tema y referencia fundamental. A veces se ignora que Martí fue un antirracista convencido y activo, que respetó y se interesó por las culturas amerindias, afroamericanas, por los chinos emigrantes en Estados Unidos, por los vietnamitas. Guillén tuvo el mismo sentido humano universal. De él sí es más conocida entre nuestro pueblo su perenne lucha antirracista, pero en Martí no fue menos. Fueron dos grandes poetas revolucionarios, y en Elegía cubana Guillén rinde un homenaje hermosísimo al Apóstol.

—Ante la noticia del otorgamiento del Premio Nacional de Literatura 2017, dijo a Cubaliteraria que no tiene obra sino libros, algo en lo que no concordamos.

—Establezco esa distinción entre obra y libros porque prefiero considerar como lo primero a una aportación de gran alcance significativo para la nación, tal como puede considerarse, sin vacilación, en relación con las aportaciones de José Martí, de José Lezama Lima, del camagüeyano Severo Sarduy; esto es válido tanto para los autores literarios como para los historiadores, politólogos, culturólogos, periodistas, etc.

—¿Qué tiene en cuenta para armar un libro y qué novedades ofrecerá en esta Feria?

—Sobre todo me interesa enfrentar un tema que todavía tenga aristas múltiples que deban ser examinadas y que, de algún modo, pueda decirnos algo sobre nuestro presente cultural. En la próxima feria aparecerá un libro, Lecciones de vuelo: la lectura en nuestro presente (Editorial Ácana), que examina desde distintos ángulos, y diferentes autores allí compilados por mí, la situación contemporánea de la lectura.

—Tengo muchas preguntas para usted, pero el tiempo y el espacio siempre conspiran. En cambio, no me puedo ir sin que me responda ¿cuáles son las angustias y el sueño de nación de Luis Álvarez Álvarez?

—Esta pregunta tuya es, desde luego, muy compleja. Pero también hay un modo muy sencillo de responderla: sigo pensando que la aspiración esencial es la república que dejó bosquejada José Martí en lo profundo de su pensamiento ético, estético, educacional, ideológico y humano general.

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