«Mientras más arreciaban las ráfagas de viento, más aumentaban mi tensión arterial y mi apetito. En menos de 72 horas me comí tres paquetes de galletas de sal, seis flautas de pan de diez pesos, dos pomos de mayonesa tipo familiar, un tatianof, un minicake de vainilla y cuatro pomos de refresco Tucola de litro y medio cada uno. Mi dieta se fue con Irma».
De esta manera narra mi querido amigo Floro la manera en que afrontó el paso del poderoso huracán Irma por gran parte de la costa norte de nuestro país. Realmente fueron días complejos en que fue decisiva, una vez más, la pericia, atención y constante información al pueblo por parte de todas las instituciones y organizaciones enroladas en la cobertura frente al evento metorológico.
Floro, mediante sus líneas, me insta agradecer a todos los cubanos la colaboración y la solidaridad puesta de manifiesto en cada lugar por donde el meteoro dejó su huella, incluso en aquellos municipios y provincias más alejados que vivieron como si fuera en carne propia cada minuto del suceso. También me comenta una duda que lo ha mantenido en vilo durante estos días:
«Estimado cofrade, usted que tiene un poco más de cultura meteorológica podría decirme por qué razón, con lo extenso que es nuestro planeta, lleno de inmensos océanos y grandes continentes, siempre tienen que formarse los ciclones en el Atlántico occidental y meterse en el Caribe, arrasando con un sinnúmero de islas, archipiélagos, pequeñas naciones que en su totalidad pertenecen al Tercer Mundo, y algunas con grandes probabilidades de pasar al cuarto».
Mi eterno amigo, mis conocimientos al respecto son menguados; no obstante me atrevo a decir que todo depende de las condiciones climáticas propicias para el desarrollo de estos eventos, y esta zona tropical (situada entre los dos trópicos), en cierta época del año, cumple con los requisitos indispensables para la formación de ciclones. En otras partes del planeta suceden otros eventos como grandes tsunamis, olas de calor, peligrosos deshielos, poderosos tifones… Lo realmente cierto es que el hombre es quien debe llamarse a capítulo, particularmente las grandes potencias, porque cada vez es más violenta la respuesta de la naturaleza ante la explotación indiscriminada de sus recursos.
Casi al final de su misiva, Floro destaca: «Una vez más me siento orgulloso de mi familia, de mis vecinos, de los cubanos que, sin apenas recobrarse del último suspiro lanzado por los embates del ciclón, ya se encuentran en las calles unidos en un mar de gente para restablecer lo antes posible la vida cotidiana, la de siempre, la del diario bregar que nos hace sentirnos (chovinismo incluido) un pueblo especial».