Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Confluencias audiovisuales y escénicas

Como nunca antes, en esta edición abundan otras manifestaciones artísticas como el video, el teatro y la danza, lo que ensancha más el concepto y las fronteras de los radios de este significativo evento

Autor:

Frank Padrón

La magna cita con las artes plásticas de todo el mundo que por estos días inunda La Habana, multiplicando sus de por sí inagotables energías, se ha extendido durante esta 12 edición, como nunca antes, a otras manifestaciones artísticas, lo que ensancha más el concepto y las fronteras de sus radios.

De modo que el video, el teatro y la danza (sobre todo, desde la estética del performance) abundan en no pocas sesiones de la Bienal.

El norteamericano Casey Neistat.

Entre lo mucho visto y propicio para el análisis, descuella un artista del audiovisual como el norteamericano Casey Neistat, algunos de cuyos filmes breves se han podido confrontar dentro de la muestra Entre, dentro, fuera, ubicada en el Pabellón Cuba. El doble filo de la tecnología, cambiante y fugaz, la tiranía del marketing y la inventiva doméstica como respuesta, es el supratema de sus cortos en la mayoría de los cuales exhibe admirable poder de síntesis, derroche de ironía y sano humor, así como adecuado manejo de los recursos expresivos en función de mensajes directos y apelativos a la complicidad del espectador.

Especializado desde siempre en un teatro con perspectiva unipersonal y/o de pequeño formato, afín a la estética performativa, el recinto de El Ciervo Encantado ha dado acogida a notables muestras de tales líneas genéricas, casi siempre novedosas y motivadoras.

De entre ellas, El caso del espectador, de la española María Jerez, resultó una de las más cristalizadas. Cierta mujer frente al televisor y de espaldas al público acciona una cámara; mediante pequeñas figuras y otras imágenes a las que mezcla a veces su propia persona, va recreando breves historias que extrae de la literatura policial, cuyos títulos (reales o apócrifos) refleja también la pantalla.

De modo que es ella a la vez espectadora, realizadora, guionista, actriz que se (y nos) enfrenta a un espectáculo multidisciplinario en el que el humor negro, la creadora utilización de espacio(s) y la imaginación, ayudan a pulverizar barreras y burlarse de los cánones.

Esa dualidad entre técnica y realización artística la pulsa también, aunque desde un sentido más experimental y elíptico We only guarantee the dinosaurs, de la también española Esperanza Collado. Aquí una fémina acciona dos antiguos proyectores de 16 mm, pero, a más de la imagen ya acabada, la performer va creando otra, paralela y alternativa, mediante efectos lumínicos y sonoros; sin embargo, esta obra se siente algo trunca, necesitada de un mayor despliegue expresivo, y carente de mejor cierre en la conceptualización que apenas insinúa.

Hermana de quien abrió brillantemente estas jornadas con El caso del espectador, Cuqui Jerez propuso The croquis reloaded, mucho más focalizada al ámbito escénico, cuando una joven propone varias alternativas a situaciones que coexisten temporalmente con otras y que pueden abrirse a diversas posibilidades, situadas siempre en el movedizo límite que separa lo onírico de lo «real» y apoyadas tanto en los cambios de tesitura de la interpretación como en las mutaciones y rotaciones espaciales.

Pese al eficaz desempeño de la actriz Ismeni Espejel, de la indudable originalidad del método elegido para acercarse a un tema siempre sugerente, la pieza llega a perder eficacia debido al abuso de la reiteración, que ciertamente informa la plataforma expresiva del performance pero se torna superflua e incide negativamente en la relación que venía estableciendo con el espectador, quien llega a sucumbir abrumado ante tales excesos.

El cierre de la breve e intensa temporada fue sin dudas elevado, al recibir a una connotada artista del género: también de España, La Ribot presentó Más distinguidas, obra originalmente concebida en 1997 y repuesta justamente este año en el Museo de la Danza de Rennes, dentro de una retrospectiva de su obra audiovisual.

Una mujer desnuda (aunque sin sombrero) establece relaciones sutiles y sugestivas entre su cuerpo y lo inanimado (léase vestidos atípicos, artefactos más o menos útiles…) a la vez que teje vínculos comunicativos que pueden ser escriturales, danzarios o pictóricos; el cuerpo femenino —pletórico de curvas y pasajes— como sujeto y objeto que puede proveer y también incorporar signos de lo más diverso junto con sistemas completos, complejos, en una ósmosis de intercambio(s) e interacción, requieren de una intérprete dúctil y expresiva, algo que encontró la Ribot —también presente entre nosotros— en la londinense Ruth Childs: de gran plasticidad, de indudables condiciones físicas y danzarias. Todas las propuestas de la pieza son aprehendidas por la mayoría de los asistentes, sin dudas enriquecidos, agradecidos.

Precisamente la danza, unida al video (-instalación, clip…) sin abandonar las proyecciones performáticas, centraliza (In)disciplinas, verdadero espectáculo multiartístico al cuidado de Andrés D. Abreu, coordinado por Roxana de los Ríos y asesorado por Noel Bonilla.

Ya desde el lobby de la sala Tito Junco (Complejo Cultural Brecht) donde se desarrolló con diversas variantes durante tres noches, —en la de arrancada el video-instalación Continuo Espacio-Tiempo, de Adolfo Izquierdo, premio Tecnologías que danzan 2014—, auguraba una provechosa jornada: se trata de un danzante que flota, desafiando la gravedad, dentro de una gran figura poliédrica, y donde lo estático y lo móvil se (con)funden desafiando las convenciones, en definitiva, rasgo esencial de estas propuestas.

Por cierto, Izquierdo formó parte después de varios videoartes (Fi-lamentos, Café Stress) en los que también reafirma un peculiar talento para trabajar la iconicidad desde diversas perspectivas; en el segundo de estos filmes lo acompaña Gabriela Burdsall, responsable de las coreografías en estas «indisciplinadas» noches, en la que sobresalió la de los tubos, con miembros de Danza Contemporánea de Cuba, quienes fueron transformando los cilíndricos objetos, de iniciales instrumentos de viento a elementos escénicos y escenográficos, aunque lo mejor estuvo en la propia performance de la coreógrafa doblando a una diva roquera y demostrando, a más de sus condiciones danzaras, su potencial histriónico, sin olvidar la pasarela final, que ironiza mediante la hipérbole sobre estereotipos del fashion internacional de esa línea mediante guiños, entre otros, al «teatro del absurdo».

Es innegable que las artes plásticas se ensanchan cada vez más incorporando manifestaciones y territorios cercanos, para enriquecimiento mutuo… y de todos.

El caso del espectador resultó una de las obras más cristalizadas.

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