Jóvenes escritores y artistas que agrupan la Asociación Hermanos Saíz. Autor: Claudio Peláez Publicado: 21/09/2017 | 05:36 pm
Para reafirmar el total apego de la vanguardia de los jóvenes escritores y artistas que agrupa la Asociación Hermanos Saíz (AHS) a la Revolución y a su política cultural, este sábado tuvo lugar la Asamblea de Balance de la coordinación de esa organización en la capital, en la Biblioteca Nacional José Martí, a unas horas de que se celebrara el aniversario 52 de que Fidel pronunciara sus históricas Palabras a los intelectuales.
No podía ser mejor el contexto, para que Luis Morlote Rivas, presidente nacional de la organización, recordara el papel que debe desempeñar la AHS en esa responsabilidad de llamar la atención sobre lo que no se está haciendo bien o lo que necesitamos, a partir de un ejercicio colectivo de participación de los creadores en la política cultural.
«La AHS tiene que repensarse constantemente, y no abandonar su función como contrapartida de las instituciones culturales, en lugar de asumir su quehacer cuando estas no cumplen con sus obligaciones, porque la nuestra es una organización de creadores que debe dialogar fundamentalmente sobre políticas y ejercer de manera responsable una vigilancia cualitativa, para que siga siendo de vanguardia y pueda pensar el modo de cómo hacer más plena la vida del pueblo, a partir de contribuir, desde el talento que la integra, a materializar una oferta cultural de calidad para el público».
Tomando en consideración esa vigilancia cualitativa que debe cubrir toda la sociedad, fue que la periodista Leslie Salgado realizó su intervención: «En los momentos actuales, en los que se llevan a cabo transformaciones necesarias, urgentes, tiene que alarmarnos el hecho de que en ocasiones la persona exitosa no es la que posee más méritos, la que trabaja día a día y ha estado acompañando a la Revolución, sino el que vive con ostentación debido a todo lo que ha lucrado. Nos corresponde lograr que los paradigmas de éxitos sean la gente honrada y trabajadora».
Leslie está más que convencida de que «desde la cultura se puede construir símbolos y paradigmas, pero para ello debemos llegar a la comunidad para extraer de ellas las matrices culturales, darle verdadero protagonismo a los jóvenes artistas, apostar por instituciones que desechen las programaciones grises y banales, y solo den cabida a la calidad y lo novedoso... Hablamos de un socialismo próspero, que se irá materializando en la medida en que la gente participe más, para lo cual no basta con reunirla y preguntarle qué siente, sino que también sea parte de la solución».
Igualmente, José Miguel Rodríguez (Promoción) consideró que la AHS no puede perder de vista el trabajo social, comunitario: «A veces siento que la organización ha estado muy centrada en sí misma, cuando debe hacer más en relación con los otros. En ocasiones nos quedamos en el deseo y no llegamos a niños y jóvenes en espacios comunitarios y desfavorecidos, cuando podríamos incidir con acciones que son multiplicadoras de cultura y sensibilidad. La estética debe ser ética, y el arte debe transformar al ser humano».
Y en ese empeño de construir un mejor país, los medios deben cumplir con mayor fuerza el papel que le corresponde. Así lo ve Pedro Pablo Cruz (Audiovisuales): «La radio cubana debe atemperarse a los tiempos que corren y desempeñar a cabalidad ese rol que le corresponde de educar a la ciudadanía.
«De mantenerse como hasta ahora, reproduciendo modelos de una parrilla de hace 15 o 20 años, irá perdiendo la posibilidad de comunicarse con los jóvenes, sobre todo porque apenas existen los espacios para ellos, ni realizados por ellos. Generalmente no son los jóvenes quienes están sentados en las cabinas, hablando de tú a tú con sus iguales, desde la experimentación y un lenguaje más interactivo; tampoco está su música. Cuba necesita una radio más cualitativa, que trabaje con y desde la audiencia, una radio más inteligente y culta, alejada del panfleto y de la información convertida en papilla».
El acceso a la información, a las bases de datos y documentos históricos archivados, constituyó una solicitud de María Nela Lebeque y de su colega, el historiador Elier Ramírez (Crítica e investigación), quien comparte similares criterios. Él se encuentra en el grupo de los que cree que a los investigadores aún les falta por saldar una deuda, que no debe esperar: escribir y profundizar en la historia de la Revolución Cubana, desde 1959 a la actualidad. «La mayoría de los jóvenes desconoce su realidad, la historia del tiempo que le ha tocado vivir, porque ni siquiera está en los planes de estudio. Cierto que a veces encontramos temas espinosos, mas deberíamos conocerlos para, precisamente, no cometer los mismos errores. Sin embargo, se nos dificulta llegar a esos documentos, cuando los resultados de esas investigaciones podrían reforzar más a la Revolución».
Ramírez, quien desde hace poco conduce en el Pabellón Cuba el espacio Dialogar, dialogar, enfatizó la importancia de incentivar los espacios de diálogo, al estilo de Diálogo de generaciones, «los cuales no deben quedarse entre un grupo, deben socializarse, que el pueblo conozca que hay una voluntad de hablar de nuestros problemas y sin tabúes. No olvidemos que el Che recalcó que el argumento se debate sobre la base del argumento. Espacios así contribuirían a crear esa cultura que también nos hace falta.
«Especialmente, recalcó, cuando han aumentado la indisciplina social y otros fenómenos negativos que ponen en evidencia cómo se están introduciendo antivalores en nuestra sociedad, los cuales debemos contrarrestar con todas nuestras fuerzas. Cuando se ponen en práctica necesarios ajustes a la economía, el economicismo y el determinismo no deben echar por tierra ganancias como la cultura y la educación, porque puede suceder que resolvamos lo económico, pero pongamos en peligro a la Revolución, si no le ganamos al capitalismo también desde la cultura».
Participación más participación
Para Pedro Luis Rodríguez (Audiovisuales) se hace urgente buscar la manera de evaluar las necesidades reales de la realización, producción y difusión del audiovisual en Cuba. «Los creadores tenemos la responsabilidad de participar, hacer aportes y resolver el audiovisual que necesitamos. Somos como un cosmos donde el Icaic aparece como el sol, pero en el que también deben estar otros astros, como las productoras independientes. Algo que es esencial en momentos en que existe una producción que cada vez se hace más fuera de las instituciones, pero que sin el apoyo del Estado sería imposible que se desarrolle».
Por su parte, Indira Fajardo (Crítica e investigación) invitó a sus compañeros a mirar hacia dentro de la AHS: «¿Cuánto aún podemos hacer? No es suficiente con procurar espacios (que debemos llevar más a las comunidades), si luego no contamos con la participación de los propios asociados. Convocamos el espacio de debate Pensamos Cuba, por ejemplo, pero siempre encontramos las mismas caras, mientras las instituciones están ausentes. ¿Cómo entonces propiciar el diálogo? Se trata de construir entre todos, de fortalecer la organización desde nosotros mismos».
La respuesta a cómo participar de forma real en las actuales transformaciones del país fue lo que motivó a Pedro Enrique Moya (Audiovisuales), quien es de la opinión que el fin último de cada miembro de la AHS tiene que estar más allá de la creación, es decir, intentar cambiar lo que está mal. «A veces la prensa no documenta, como le corresponde, la vida de la nación; misión del periodismo que en ocasiones asume el documental que, sin embargo, no se ve en las salas de cine ni fuera del marco de la Muestra Joven Icaic, porque aborda temas álgidos, incómodos. En un proyecto cultural como el que defendemos, ¿qué espacios tienen entonces los jóvenes para proyectar sus obras, más allá de los eventos y los festivales?», interrogó.
Varias intervenciones se acercaron a la importancia de la crítica. Entre ellas estuvo la de Samuel Hernández Dominicis (Crítica e investigación), quien calificó su estado de crítico, «porque apenas existe el ejercicio de criterio, a partir de que en la academia no hay una buena formación curricular en ese sentido, por lo cual serviría de mucho que se pusieran en práctica programas de fomento de la crítica. Cierto que en ocasiones abundan espacios en la web, pero ¿quiénes acceden a ellos? Y luego, cuando se critica, qué ocurre después. Todo se convierte en letra gastada y muerta, pues no trasciende».
En otro orden, el teatrólogo Jaime Gómez Triana, vicepresidente nacional de la AHS, valoró la dinámica institucional. «Es un deber de las instituciones trabajar con los jóvenes, concebir como parte de su razón de ser programas específicos para atenderlos. Hoy eso se da aleatoriamente, pero no como política institucional, falta la estructura, la manera de instrumentarlo de forma coherente y sistemática, en términos de apoyo y de fondos».
Por la profundidad de los criterios que se escucharon en el balance de La Habana, Abel Prieto Jiménez, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, vislumbró que el venidero II Congreso «estará en condiciones de aportarle al pensamiento de la Revolución Cubana desde la cultura».
Expresó su convencimiento de que «la AHS puede influir para que los cubanos entendamos que el concepto de felicidad, de realización, puede estar asociado a la cultura y no al consumo más pedestre. Pero no debemos olvidar que los espacios que no ocupemos con arte o donde haya un repliegue de las verdaderas fuerzas culturales, serán llenados por la frivolidad, por una espiritualidad encartonada, la vanidad, lo más mediocre. Debemos lograr que la gente haga de la cultura parte de su vida cotidiana».
En el encuentro que también estuvo encabezado por la miembro del Buró Político Mercedes López Acea, primera secretaria del Comité Provincial del Partido en La Habana y vicepresidenta del Consejo de Estado, y Yuniasky Crespo Baquero, primera secretaria del Comité Nacional de la UJC, Abel Prieto aseguró que están equivocados quienes piensan que la juventud actual perdió la mística de los años 60. «Lo que necesitan son misiones. Debemos procurar que la mística nazca de la auténtica participación allí donde en verdad se sientan útiles. Esa sería una manera de desatar, como Raúl pidió, no solo las fuerzas productivas sino también las creativas. Si no creamos una nueva cultura no se consolidará aún más el socialismo».