Kike Quiñones (el Negrito) e Iván Camejo (el Gallego). Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:16 pm
El próximo 21 de enero, la dirección del Centro Promotor del Humor, en representación del elenco de la obra Reír es cosa muy seria —durante octubre y noviembre del 2011 atrajo a multitudes al capitalino teatro Astral— recibirá el Premio de la Crítica que otorga el Consejo de las Artes Escénicas a lo más relevante del año acontecido sobre las tablas.
Acerca de este suceso, sin precedentes en la trayectoria de la reconocida institución artística, nos habla en exclusiva para el dedeté Iván Camejo, principal gestor del regreso del Negrito y el Gallego a nuestra escena.
—¿Por qué regresar al bufo en un momento en que muchos autores buscan nuevos lenguajes, nuevas formas de decir en las artes?
—El bufo, vernáculo o teatro popular (ya que indistintamente se han usado estos conceptos para denominar el mismo fenómeno) sobrevive consciente o inconscientemente en la manera de hacer humor hoy en día. Mi intención era mostrar esa influencia de la manera más evidente posible, o sea, retomando fielmente la estructura «clásica» de este teatro y revistiéndola de un contenido contemporáneo, que aborde las problemáticas de nuestro tiempo, que es distinto.
«Quizá en ese sentido puede estar lo novedoso, que no siempre implica una ruptura o alejamiento con respecto a lo establecido, sino una recontextualización del género para ofrecer una visión singular. Por otra parte, había que saldar una deuda con ese tipo de teatro, que en un momento determinado desapareció, víctima de diferentes circunstancias».
—¿Sabías a qué te arriesgabas al abordar un género teatral que en nuestro país contó con tantas estrellas y tanta popularidad?
—Por supuesto. Es por eso que Reír es cosa muy seria resulta ante todo un reconocimiento al trabajo de esas grandes figuras, las cuales, con más o menos presencia pero todas con el mismo rigor, dieron en su momento lo mejor de sí. Por otro lado, hoy también hay excelentes humoristas haciendo un trabajo digno y sería bueno que esto se conociese, ya que, por lo general, cuando se reflexiona sobre el humor en los medios es para mencionar sus defectos y no sus logros. De cierta manera se repite la historia, si tenemos en cuenta que el teatro vernáculo, a pesar de ser muy popular (y probablemente por eso mismo) en no pocas ocasiones fue considerado un arte menor, sobre todo por quienes no pudieron estar a su altura.
—¿Qué es lo que más agradeces de Reír es cosa muy seria?
—En primer lugar, la posibilidad de acercarme a un teatro con elementos del musical, algo que estaba deseando hacía tiempo. Por otra parte, la cohesión con que se concibió y se logró la puesta, donde cada elemento o cada actor son parte indispensable del conjunto, y la experiencia de la música en vivo, que enriquece particularmente la obra. Y por último, la satisfacción de recibir los mejores elogios de personas que admiras por su trabajo y su profesionalidad.
—¿Piensas que tú en particular y el Centro Promotor del Humor, como institución, podrían mantener este tipo de propuesta teatral como resultado de un quehacer sostenido?
—No solo se podría, sino que deberíamos mantenerlo si queremos que del humor contemporáneo sobreviva algo interesante. El vernáculo sobrevivió todos los agravios, censuras e incomprensiones porque fue un movimiento auténtico con un objetivo muy claro y un compromiso estético bien definido. El mayor error del humor cubano contemporáneo sería no ser tomado en serio por los propios humoristas.