La escena cienfueguera, y en particular la destinada al público de menos edad, ha dado palpables muestras de animación en los últimos tiempos. Christian Medina —uno de los protagonistas del movimiento teatral perlasureño— y su flamante grupo Así se cuentan entre los principales responsables de que la ciudad resulte un sitio de verdadero interés en esta manifestación.
Foto: René Gómez Luego de rescatar varios de los montajes que dirigió con Retablo, otro destacado colectivo local, Medina ha optado por llevar a las tablas una obra de su autoría. Tras la noche es el título de este texto, que relata la historia de un pequeño, quien se resiste firmemente a ser doblegado por un destino que amenaza con convertirlo en vampiro. Su tenaz resistencia, junto a la incondicional amistad de una minúscula pero valiente mosca, termina por torcer el rumbo de un hado que parecía inexorable.
Con esta pieza el autor indaga y expone aspectos poco frecuentados por la dramaturgia para niños. El vínculo del tema abordado con la literatura o el cine de horror deviene rasgo distintivo de Tras la noche, aunque no sería ocioso apuntar que el autor consigue manejar la trama con delicadeza. Medina acude a saludables contrastes a partir del enfrentamiento entre dos mundos antagónicos, dejando bien claro su posición en esta diatriba contra la maldad. Gracias a una fábula amena, el dramaturgo acerca a este público tan especial —tantas veces subvalorado— una historia que, aunque asentada sobre una tradición digamos truculenta, ahora es tratada con clara intención metafórica y aleccionadora.
El montaje se destaca por la sencillez y efectividad de las soluciones. Llama la atención su capacidad para funcionar con precisión y coherencia a la hora de convertir en juego teatral el texto literario. Agilidad e ingenio en los cambios de locaciones, certero uso del color, que termina siendo elemento importante, apropiados mecanismos que dotan de encanto a la representación o la simultaneidad de actores y figuras, son aspectos que distinguen el espectáculo dirigido por Medina, donde es también apreciable ese tono travieso presente en otras de sus producciones.
El mismo director es responsable de los diseños de muñecos, escenografía y luces. El decorado gira en torno a un retablo que representa a la vetusta mansión de los vampiros rodeada por un colorido jardín. La alusión a la belleza de la vida y la proclividad a narrar la crucial rivalidad entre los bandos en pugna es clara. La funcionalidad y capacidad para mutar, trasladándonos de un ámbito a otro con celeridad y economía de medios, constituyen otros de sus méritos. Las figuras —predomina el guante, pero se acude también a otras técnicas— resaltan por su expresividad y la utilización de mecanismos que las dotan de movilidad y gracia. Distingue al diseño de iluminación su poder para crear atmósferas contradictorias que subrayan el antagonismo entre dos mundos polares. Mientras, la banda sonora concibe un discurso musical propenso no solo a ambientar, sino a participar del retozo, o de identificar y ponernos en antecedentes sobre la situación dramática, entre otros cometidos.
Como ya había apuntado, actores y figuras conviven sobre las tablas. Yenifer Sánchez y Christian Medina asumen la totalidad de los personajes con gracia y picardía. Buena voz, dominio de la escena e intensidad dramática son también rasgos llamativos de su labor. Tanto el trabajo de manipulación como la faena «en vivo» de estos dos jóvenes intérpretes demuestran el rigor de su entrenamiento y la claridad de los objetivos que se trazaron.
Casi se puede afirmar que Tras la noche constituye la verdadera arrancada del grupo Así. Digo esto porque se trata de la primera producción pensada, escrita y dirigida teniendo en cuenta las características particulares de los integrantes del joven colectivo. No obstante, todavía son apreciables las huellas de la peculiar estética de Retablo, donde se formó Christian Medina. Estoy convencido de que en la medida en que el líder de Así logre irse labrando su propio camino llegará a ubicarse en un sitio de importancia en lo que respecta al teatro para niños que se hace hoy en Cuba. Tras la noche tiene la valentía de traer a colación, con envidiable capacidad comunicativa, un tema muchas veces convertido en tabú, lo cual constituye un adelanto de lo que puede venir.