Alejandro Lora está haciendo posible un sueño Las Tunas.— Llegó a Cuba una calurosa tarde de julio de 2006. Por vestimenta, un jean y pulóver azules y unos zapatos baratos; por equipaje, un bolso con unas pocas ropas y lo más voluminoso: una cámara de video, un trípode, y un ordenador con todos los hardware necesarios para hacer videos.
Muchos pensaron que el dinero lo traía en sus arcas escondidas; otros que lo había puesto directamente al banco. Por la mente de nadie pasaba que después de nueve meses trabajando en un proyecto cultural en Venezuela, el realizador audiovisual Alejandro Lora Ramos regresara a Cuba con solo ocho dólares en el bolsillo, porque todo lo ganado lo había gastado en equipos para hacer su obra.
Antes de Venezuela, había estado trabajando en Francia y en España, pero para entonces no se le había dado la oportunidad de comprar sus ansiados equipos. Por eso, sus trabajos en Cuba, y específicamente en esta oriental provincia de Las Tunas, los hacía con cámaras alquiladas por un día, y ordenadores prestados. Muchos lo tildaban de Atagerge, porque decían que era soñador como aquel personaje de cierta novela brasileña, y en verdad lo es, solo que al estilo de John Lennon, y con la tierra pisándole los pasos, porque es de los que saben amar, al decir de Silvio Rodríguez.
Después de 16 meses de su regreso de Venezuela, su estatus económico sigue siendo el mismo: no tiene un salario fijo, aunque ha crecido desmedidamente su manía de hacer arte sin cobrar, pero con vida y energía, y aquellos, los dubitativos de entonces, ya lo miran con una actitud diferente, porque está a punto de terminar su primera gran obra: el largometraje Los Cuervos, inspirado en la novela homónima del desaparecido escritor tunero Guillermo Vidal, bajo el sello de la Productora Audiovisual Acoytes, de la Filial de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC en esta provincia.
Todo empezó a los pocos días de su regreso. Yuri Rojas, actor profesional del grupo Teatro Tuyo, se le desembarcó en su casa con un guión de la película, y Alejandro quedó fascinado por la idea. Tenía la técnica para emprender tan dura empresa: su cámara para la filmación y la computadora para la edición, a lo que se agregaban los conocimientos adquiridos durante sus estudios en Dirección de Cine, Radio y Televisión en el Instituto Superior de Arte, además de todo lo aprendido en la universidad del oficio diario, pero faltaba lo que a primera vista parecía una barrera infranqueable: el dinero para la producción y el pago de los actores.
Hacer cine pobre en el mundo requiere de un presupuesto mínimo de 250 mil dólares. ¿Cómo hacer entonces un filme de una hora 20 minutos sin un centavo? Aún así, no hubo dudas en comenzar: se hizo un casting con actores aficionados a los que se agregaron otros profesionales dispuestos a laborar por amor al arte y comenzó la filmación, con 12 mil pesos facilitados por el Comité provincial de la UNEAC en Las Tunas, de los cuales solo pudo emplearse la mitad. Después de cinco meses de filmación sorteando escollos e incomprensiones, y en el proceso de edición realizado por él mismo, fueron apareciendo otros profesionales del sonido, la música, los efectos, y la película está a punto de terminación, y en el proceso final de los filtros, el doblaje y la textura necesaria.
Pero todavía no ha pasado lo mejor. Porque lo mejor pasará un día cualquiera, cuando se presente el filme a los amantes del séptimo arte, y concluya así un proceso histórico para la cultura de esta provincia, que siente orgullo porque en su humilde seno ha nacido una película con todos los requerimientos técnicos, artísticos y profesionales, fruto de esas ansias de hacer arte aunque no haya dinero ni para una merienda.