La popular actriz argentina Cecilia Roth encabeza el elenco de la pelicula Padre nuestro, de Rodrigo Sepuvélda. Del 1ro. al 7 de septiembre la Cinemateca de Cuba, con sede en el cine Charles Chaplin, programa una jornada de cine chileno contemporáneo que incluye siete destacados títulos, cuatro de ellos estrenos absolutos en Cuba. Valga este botón de muestra para propiciar el acercamiento a una cinematografía antes tan cercana y ahora tan desconocida como distante, a pesar de que hemos aplaudido, entre 2000 y 2007, títulos chilenos de tanto realce como Coronación, En la cama, Play, Machuca, B-Happy y Taxi para tres, por solo mencionar algunos de indiscutible calidad. Pero la muestra no incluye ninguno de estos, pues se pretende más bien actualizar sobre lo más reciente que presentar una antología.
La acción de La sagrada familia, una de las películas «insignias» de esta muestra, ocurre en la casa de playa de una acomodada y actual familia chilena, durante el feriado de Semana Santa. Un dueño de casa exitoso y egocéntrico, una madre desorientada y un hijo, Marco, anulado por su progenitor, componen esta familia que cambiará de golpe cuando llegue Sofía, novia del joven y dueña de una perturbadora intensidad erótica.
La actriz Patricia López presentará dicho filme en la función inaugural de esta semana de cine, dedicada a demostrar la emergencia de una cinematografía clasificada, desde ya, entre las más promisorias y reanimadas de Latinoamérica. El filme ha sido premiado en Viña del Mar, Toulouse (mejor filme), Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, muestra de Leida, Seúl (mejor filme), Santa Cruz y Guayaquil, entre otros.
Muy galardonada internacionalmente también ha sido Mi mejor enemigo, de Alex Bowen, que retrocede a diciembre de 1978, cuando Chile y Argentina están a días de comenzar un enfrentamiento armado en la frontera sur. En la Patagonia, una patrulla chilena rompe accidentalmente su brújula y se pierde en la inmensidad de la pampa. Cavan sus trincheras en algún lugar sin saber si es Chile o Argentina. Comienza una larga espera que interrumpirá una patrulla argentina que se instala frente a ellos. Ambas patrullan esperan ahora la guerra, pero la tensa espera dará paso a la amistad que se da entre seres humanos que son enemigos, pero que, confundidos por la soledad de la pampa, transitan en una frágil línea entre el deber y el querer, contando así una profunda historia humana. Mi mejor... recibió honores en los festivales de Bruselas, Los Ángeles, Valdivia, Lima y Cartagena.
Al igual que Mi mejor... también gira en torno al pasado Días de campo, el más reciente empeño de Raúl Ruiz por el cine de su país. Hay dos hombres, aparentemente muertos, que se encuentran en un bar y comienzan a hablar del pasado. Don Federico, de 90 años, recuerda su madurez en una antigua hacienda y a los personajes que rodearon su existencia en ese lugar, mientras intenta permanentemente terminar la novela que escribe...
Ruiz es uno de los cineastas chilenos más conocidos mundialmente. Se exilió en Francia luego del golpe pinochetista y ha conseguido el raro privilegio de mantenerse realizando un cine de vanguardia, intelectualizado y provocador, a lo largo de 30 años, por solo contar su experiencia fuera de Chile, pues en el breve período de la Unidad Popular, anterior al golpe militar, Ruiz realizó dos de las mejores películas nacionales de todos los tiempos: Palomita blanca y Tres tristes tigres.
Si en este festival de cine chileno hay una «sagrada familia», también se cuenta con un «padre nuestro». Rodrigo Sepúlveda dirigió a la eminente actriz argentina Cecilia Roth en un filme titulado del mismo modo que la oración canónica de la cristiandad: Padre Nuestro, una historia emocionante, llena de detalles de la vida común, que muestra cómo, a pesar de todo, siempre hay una última oportunidad para el reencuentro y la comprensión entre los padres y los hijos, a diferencia de la roñosa y gritadora serie argentina Montaña rusa que, supongo, llegará al final algún día.
La última luna, de Miguel Littín ya fue vista en el festival internacional del nuevo cine latinoamericano. También se exhibe El baño, debut de Gregory Cohen dedicado a mostrar, desde una cámara fija, los cambios culturales, sociales y domésticos acaecidos en el país sudamericano entre 1968 y 1988. Hippies, dueñas de casa, maestros, profesionales, víctimas, victimarios, aparecen en este baño, con su humor, pasiones y miedos, sin saber que siempre hay un Ojo que los está observando...
Menos panorámica y más intimista es El rey de San Gregorio, que narra la vida de Pedro Vargas —quien se interpreta a sí mismo—, un hombre de 30 años que vive en la población de San Gregorio y presenta una discapacidad física y cierto grado de discapacidad mental. Sin embargo, ninguno de estos factores impide que sea el protagonista de una hermosa historia de amor junto a su «princesa» Cati, una chica que presenta un grado severo de discapacidad mental. Ellos deben luchar por su amor, a pesar de la sobreprotección y miedos de sus familias.
Si está en la semana Raúl Ruiz, no tiene por qué faltar el otro gran director chileno consagrado también a finales de la década de 1970. Miguel Littín, el autor de ese clásico que sigue siendo El chacal de Nahueltoro aparece con su filme más reciente, La última luna, el relato de cómo comenzaron a construir una casa en la colina de Judea, Soliman, un joven palestino, y Jacob, su amigo judío, mientras la aparente quietud del lugar es interrumpida por ráfagas de violencia que anticipan los futuros días de la guerra.
Cuando se estrenó en el Festival de La Habana, el colega Rolando Pérez Betancourt aseguró en Granma que La última luna era una de las mejores películas de Littín, «sensible y contenida, sin ser didáctica», «cine para aprender y disfrutar las perspectivas del arte».
En ocasión del Festival de La Habana al que hacía referencia, nos visitó Miguel Littín, y en una entrevista con Frank Padrón emitió las siguientes opiniones sobre el cine chileno hecho por jóvenes, como lo son la mayoría de los realizadores que integran esta jornada de la Cinemateca: «La nueva generación de cineastas chilenos es atrevida, audaz y talentosa; son jóvenes, y ser jóvenes, decía Allende, es sinónimo de rebeldía. Buscan su camino en medio del marasmo y del caos de una sociedad neoliberal confusa y perversa, y allí están desafiantes e iconoclastas; sus obras están abriendo caminos».
Valga la recomendación experta y penetrante, aunque venga de bien cerca.