Las mipymes La Esperanza y Hermacar S.U.R.L se unieron rápidamente con el proyecto Niño Delima para ayudar a los damnificados del huracán Melissa. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 22/11/2025 | 12:42 pm
Cuando el viento arrancó techos y la lluvia anegó sueños, quedaron en pie solo los valores más firmes. En el santiaguero municipio de Contramaestre —donde el huracán Melissa dejó cuantiosas pérdidas materiales y dolor—, la respuesta no se hizo esperar desde el seno mismo de la comunidad.
Las mipymes La Esperanza —creada en febrero de 2022 y una de las pioneras en el territorio— y Hermacar S.U.R.L se unieron rápidamente con el proyecto Niño Delima para ayudar a los damnificados del evento meteorológico, demostrando que la empatía es el cimiento más resistente ante cualquier desastre.
Hermacar S.U.R.L, con más de 18 años de experiencia, se especializa en la investigación, desarrollo, diseño y fabricación de maquinarias orientadas esencialmente a la industrialización de la producción de carbón vegetal y sus derivados.
«La vocación de servicio ha sido un pilar fundacional en nuestra gestión. Desde nuestros inicios, hemos dirigido nuestros esfuerzos solidarios hacia los más vulnerables: niños en situaciones complejas, las casas maternas, los hogares de ancianos y el hospital», afirmó Martha Almeida del Toro, del Área de Economía y Recursos Humanos de La Esperanza.
Pero esta vez, la magnitud de la tragedia exigía una acción mayor. Con Hermacar como promotor principal, se organizó una donación masiva que incluyó módulos de alimentos con pastas, sopas instantáneas, arroz, harina y leche, además de módulos de vestuario con ropa de trabajo, toallas y sábanas, todo para aliviar la tensa situación que atraviesa la población. Un gesto que sobrepasa los 20 millones en valor y que, con el apoyo del Gobierno municipal —que facilitó el transporte—, llegó a los damnificados del consejo popular La Torcaza.
En medio de esta marea solidaria, está Maritza Álvarez Garlobo —socia mayoritaria de La Esperanza—, una mujer que lleva en sus hombros una lección que le traspasó el alma. «Llevo en mi corazón la enseñanza más valiosa que una madre puede dejar a su hija: ser fidelista y el deber sagrado de tender la mano al pueblo», confesó. Y esas palabras no son solo un recuerdo, sino el motor de su actuar diario.

Las mipymes La Esperanza y Hermacar S.U.R.L se unieron rápidamente con el proyecto Niño Delima para ayudar a los damnificados del huracán Melissa. Foto: Cortesía de los entrevistados
Mientras coordina la ayuda de la Mipyme, su corazón no conoce límites: en su propia casa atiende a un grupo de ancianos con necesidades críticas, a quienes provee de dinero y alimentos casi a diario. Cada almuerzo que comparte con una vecina en problemas, cada una de las cinco bolsas de cemento que entregó a quien perdió una pared por el huracán, habla de una bondad que se ejerce en silencio, sin esperar reconocimiento.
Todos los días, desde la entrada de su casa, Maritza divisa a dos ancianas bajo el peso de un saco de latas vacías. Esa imagen le roba el sueño y le ha encendido una urgencia en el pecho. «No descansaré hasta averiguar dónde viven», expresó con la voz quebrada por la emoción, mientras comenta que tiene guardadas dos bolsas para dárselas cuando las vea.
Es esa misma sensibilidad la que ha contagiado a su equipo de trabajo, adaptándolo a un sistema permanente de ayuda al prójimo, apoyando incluso al círculo infantil de la comunidad. Para ella, hacer el bien no es un hecho excepcional, sino un hábito tan natural como respirar.
Mientras Hermacar, con Juan Carlos Rodríguez Rodríguez como su socio mayoritario, despliega su objeto social en actividades vinculadas al carbono, y La Esperanza mantiene sus servicios gastronómicos, ambas entidades han demostrado que su razón de ser trasciende lo económico. «La empatía es lo que nos guía para hacer esto», sentenció Almeida del Toro.
En estos gestos late la esencia de un pueblo que, ante la adversidad, elige construir esperanza con ladrillos de solidaridad. Una prueba más de Cuba al mundo de que, a veces, los huracanes más devastadores no logran derribar la fortaleza del alma humana.
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