Foot cover de Noticia Autor: Juventud Rebelde Publicado: 22/09/2025 | 09:42 pm
SANTA CLARA, Villa Clara.— Sumergirse en el diálogo con una persona talentosa y sencilla a partes iguales resulta uno de los mayores privilegios, una lección de vida en directo y la oportunidad de ver brillar aún más como profesional a quien no deja de cultivar cualidades humanas.
En el Dr. Ángel Serafín Camacho Gómez queda mucho del muchacho que creció en la comunidad de Maguaraya, perteneciente al municipio de Cifuentes, encantado por la tranquilidad del entorno y la sinceridad guajira de familias «bien llevadas», siempre prestas a ayudarse las unas a las otras.
Ni aquellos vecinos ni el propio Ángel imaginaban que se convertiría en especialista de 1er. y 2do. Grados en Medicina General Integral y en Neurocirugía, y que hoy sería uno de los galenos más reconocidos del hospital pediátrico universitario José Luis Miranda, de Villa Clara; aunque cautiva más la historia si se cuenta poco a poco.
«La Medicina llegó de manera inesperada. Yo era un estudiante de origen campesino, sin mucha instrucción vocacional. Después de terminar el preuniversitario, acudí a un llamado especial del Servicio Militar y en el tercer año me otorgaron la Orden 18. Entonces fui a un pre militar en Manicaragua, cerca de Fomento; allí me decidí por la carrera y obtuve una plaza.
«Desde el primer año comencé a ir al cuerpo de guardia del hospital Celestino Hernández. Fui alumno ayudante de la materia; pero cuando culminé la carrera, no ofertaron la especialidad.
«Como ya tenía una vocación bien determinada, preferí optar por la Medicina General Integral (MGI), que cursé en el mismo lugar donde nací. Fue una experiencia de la que no me arrepiento.
«En 1997, terminando el MGI, me desempeñaba como director del policlínico de Cifuentes, cuando llegó la especialidad para la cual me había preparado tanto durante la universidad. Empecé a cursarla en el hospital Arnaldo Milián Castro y la concluí en el Hermanos Ameijeiras, de La Habana, con el examen estatal.
«Una vez graduado, supe que había varias plazas en el pediátrico, llamé a uno de los profesores para preguntarle si me aceptaban y me dijo: «Mañana estás aquí». Así lo hice. Me presenté al día siguiente, recibí el nombramiento como especialista y aquí he permanecido desde el año 2002».
—¿Qué distingue a la neurocirugía pediátrica y qué no le debe faltar al profesional que la ejerce?
—La neurocirugía como especialidad es una sola; sin embargo, la parte pediátrica tiene muchas particularidades. Las técnicas son prácticamente las mismas, pero las patologías pediátricas no tienen nada que ver con las del adulto. Me he dedicado toda la vida a la atención de los niños y hoy no me arrepiento.
«Creo que lo fundamental es el amor por los pequeños. Todas las especialidades pediátricas son extremadamente sensibles, pero la neurocirugía es muy fuerte desde el punto de vista de las patologías».
—¿Cómo orienta la enseñanza a los jóvenes?
—La rotación de neurocirugía por la parte pediátrica dura seis meses, es de las más largas en el plan de formación de la especialidad. Siempre enfocamos esa formación en lo exquisito que hay que ser con los niños, en la dedicación y el compromiso al tratarlos. Por supuesto, la preparación individual del residente es fundamental.
«Yo he sido muy riguroso —conmigo también lo fueron—. Formo parte del Tribunal Estatal Nacional de Neurocirugía, y no concibo a un residente que no esté bien preparado. Ese concepto lo voy a mantener mientras esté contribuyendo a la formación. Tratamos de ayudarlos, de enseñarles todo lo que podamos, de que entren mucho al salón para que adquieran experiencia; pero a la hora de la evaluación somos bien rigurosos.
«Me siento muy satisfecho, porque he tenido el privilegio de formar a un grupo de especialistas en este hospital y escoger a los residentes que se quedan, según su preparación, tanto práctica como científica. Hoy, contamos con varios jóvenes muy comprometidos.
«Ese es el orgullo que me queda: ayudarlos, brindarles toda la experiencia que tengo para que ellos puedan lograr cosas mejores que yo».
Muchas sonrisas ha regalado el Dr. Camacho Gómez a pacientes y familias dentro y fuera de Cuba, y a todas las personas que se enorgullecen de cada hazaña médica protagonizada por el especialista y su equipo.
La última buena noticia llegó con el Premio al mayor impacto económico y social en Cuba, concedido por el Buró Nacional de la Asociación de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), por un succionador mínimamente invasivo para solucionar las depresiones óseas en el cráneo de neonatos y lactantes.
«Se trata de un dispositivo creado artesanalmente, por la necesidad que había en el servicio de neurocirugía de dar solución a estas depresiones óseas sin llegar a una cirugía convencional, que traería grandísimos riesgos.
«El dispositivo existe a nivel internacional, y estaba disponible en los hospitales ginecobstétricos y pediátricos de la Isla, donde más se utilizaba; pero se fueron desgastando y no hubo reposición».
—¿Cómo se le ocurrió hacerlo?
—La idea no comenzó en Cuba, sino en Angola, mientras cumplía misión. Nos llegaban varios casos diarios y estaba agobiado, porque era el único neurocirujano en ese lugar.
«Yo conocía el dispositivo —muy parecido a un succionador de leche materna—, porque lo había visto. Un día me dije: «Voy a hacer uno para ver si resulta», y así comencé, con la ayuda de los anestesiólogos en el salón de operaciones.
«Luego de regresar de la misión, una tarde-noche llegó aquí al pediátrico un caso proveniente de la provincia de Sancti Spíritus. Hablé con la anestesióloga Florinda López de la Cruz, le propuse el proceder, ella estuvo de acuerdo y lo hicimos. Después diseñé un succionador propio, totalmente artesanal, y es el que he presentado en todos los fórums y las ferias de innovación».
—¿Qué ventajas supone el uso de este succionador mínimamente invasivo?
—Ha tenido un impacto importantísimo en el ahorro de materiales gastables, hemoderivados, antibióticos, medicamentos anestésicos y estadía hospitalaria, porque el proceder se hace en menos de un minuto. Permite una recuperación muy satisfactoria del paciente, porque no hay que abrir el cráneo, hacer incisión de piel, nada relacionado con la cirugía convencional.
«El impacto en la familia también es grande. Recuerdo el primero que hice aquí: hablé con los familiares cuando la bebé, de tres o cuatro horas de nacida, entraba al salón, y en menos de un minuto salí a avisarles que ya habíamos terminado. El padre me dijo: “Usted me está engañando”.
«Empecé a utilizar el dispositivo después del año 2020 y no tengo la cifra exacta, pero hemos atendido muchos casos en este hospital, en el ginecobstétrico Mariana Grajales y en otras provincias desde donde nos llaman cuando no han podido trasladar a los pacientes. En ninguna ocasión se han producido complicaciones».
—Este no es el primer premio nacional por el impacto económico y social de sus innovaciones.
—No, no es el primero. También fui reconocido en 2023, por el craneótomo eléctrico que diseñamos aquí un grupo de especialistas, porque nunca este hospital había tenido ese dispositivo, muy rápido y preciso para realizar la apertura craneal.
«Hay otras innovaciones que hemos ido presentando, de las cuales aún no puedo hablar, porque están propuestas para algunas cosas. Me gusta resolver los problemas que se presentan en el trabajo diario. Muchas veces lo podemos hacer, con un poco de amor, voluntad y sacrificio».
—¿Se ha intentado generalizar estas innovaciones?
—El succionador se presentó en la Feria Nacional de Innovación y Desarrollo, en La Habana, y fue propuesto para generalizarlo. Se le dio la indicación a una empresa de la capital y ya tenemos acá la muestra de la propuesta, para mandarlo a todos los hospitales pediátricos y ginecobstétrico del país.
«Creo que el craneótomo también está en condiciones de generalizarse, como otros trabajos que tenemos, de vital importancia y que demandan muy pocos recursos».
El Dr. Ángel Camacho Gómez es también máster en Enfermedades infecciosas y en Educación médica; profesor auxiliar e investigador agregado de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara, y no ha descartado una investigación doctoral para coronar tanto quehacer científico e innovador.
—Con semejante aval, seguro le han llovido propuestas de trabajo fuera de Villa Clara.
—Sí, he tenido varias propuestas para irme hacia otros servicios. Nunca he querido salir del pediátrico villaclareño, y creo que no lo haré bajo ningún concepto. Esta es mi casa natal y voy a terminar aquí.