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Donde hombre y naturaleza se dan la mano

La Reserva de Biosfera Sierra del Rosario, primera de su tipo en Cuba y ya con cuatro décadas, ha sido escuela para la investigación y la preservación de un patrimonio natural que debe necesariamente legarse a las generaciones futuras

Autor:

Adianez Fernández Izquierdo

CANDELARIA, Artemisa.— Cuando el 15 de febrero de 1985 Unesco concedió a la Sierra del Rosario la condición de primera Reserva de la Biosfera en Cuba, se premiaba a la par todo el quehacer de un grupo de personas que habían hecho posible el reverdecer de esta zona de amplios valores naturales, históricos y culturales que había sido seriamente afectada por la mano del hombre.

Allí, en los primeros años de la Revolución, se comenzó a gestar un amplio plan de reforestación, pues esta zona, otrora testigo del esplendor cafetalero, en los primeros años del siglo XX y ya con una población muy pobre, fue objeto de la deforestación y la erosión de los suelos asociadas a la producción de carbón y la extracción indiscriminada de maderas preciosas.

Las Terrazas, en el corazón de la Sierra del Rosario. FOTOS: Otoniel Márquez

El propio Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz entendió la necesidad de acometer allí un plan integral de desarrollo sostenible, una tarea que encargó al arquitecto Osmany Cienfuegos Gorriarán y que poco apoco fue dando frutos y marcó las pautas para el establecimiento en esa zona de la Comunidad Las Terrazas, espacio de convivencia para quienes vivían aislados en medio de la pobreza en aquellas lomas.

Maritza García García, actual presidenta de la Agencia de Medio Ambiente, pondera el trabajo de educación ambiental de la reserva.

Maritza García García, actual presidenta de la Agencia de Medio Ambiente, bien conoce de aquellos años fundacionales, pues estuvo al frente de la Reserva por 22 años. «Obtener esa condición fue posible gracias al empeño de muchos que hoy no están, como Leda Menéndez, Ricardo Herrera… y también de otros que siguen activos, aportando, con René Capote, Daysi Vilamajó, Miguel Vale, Nancy Ricardo y muchos científicos del Instituto en aquello momento de Botánica y después de Ecología y Sistemática que fueron quienes prepararon el expediente para presentarlo a Unesco.

«Entré el 3 de enero de 1986 y tuve la oportunidad allí de avanzar en mis estudios, con ellos, que son hoy personalidades de la ciencia ambiental de Cuba. La reserva cuando iniciamos era un grupo técnico, con personas de mucha experiencia. Del trabajo surgió incluso una monografía titulada Los bosques siempreverdes de la Sierra del Rosario».

Aclara que «en estas 25 000 hectáreas es visible un endemismo vegetal hasta de un 34 por ciento, lo que le da un valor agregado a estas montañas, a lo que se añade la fauna: de las 22 especies de aves endémicas de Cuba en aquellos momentos 11 tenían allí mucha presencia».

René Pablo Capote López, también fundador de la Reserva, destaca que «este fue el eje inicial para la preparación de un grupo de jóvenes involucrados en el desarrollo de la ciencia, que tuvimos la oportunidad de comprender, junto con otros especialistas internacionales, cómo los ecosistemas cubanos podían constituir un elemento fundamental para tributar al desarrollo económico y social.

René Pablo Capote López es uno de los fundadores de la Reserva.

«La Reserva de Biosfera se enmarcó dentro de un plan de reforestación muy importante que fue el plan de Las Terrazas, para la recuperación de esa área, considerada de las más pobres de Cuba. Entonces unimos fuerzas para entender cómo ese sistema de terrazas y estos bosques podían constituir una fortaleza para el país, con el posterior desarrollo del turismo de naturaleza, por ejemplo».

Añadió que cuanto hicieron allí permitió el entendimiento del paisaje con un sentido del manejo territorial, y aportó herramientas para el cumplimiento del manejo sostenible para el enfrentamiento al cambio climático. Sierra del Rosario es considerada también como un laboratorio natural, por la cantidad de proyectos que se ponen a prueba aquí.

Damaysa Arzola Delgado, especialista para la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente, ha dedicado más de 20 años de trabajo a este espacio natural.

Damaysa Arzola Delgado, especialista para la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente, ya con más de 20 años de trabajo aquí, rememora las investigaciones en las que se ha visto involucrada, en especial los planes de manejo de la Reserva Ecológica El Salón, con muchas restricciones para su conservación.

«Nuestra responsabilidad aquí es preservar el ecosistema y a la vez logar, mediante la educación ambiental, que los residentes y visitantes entiendan la necesidad de cuidar este espacio, de ahí que trabajamos con los niños de las escuelas, para que aprendan a amar la naturaleza desde la primera infancia.

«También trabajamos de conjunto con el Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical, y con los campesinos de la zona que nos aportan siempre ese saber popular y que mucho han contribuido también al desarrollo sostenible de la Reserva».

También Maritza García pondera el trabajo de educación ambiental de la reserva. «La doctora Leda Menéndez lo inició, pero formó parte de nuestra tesis de maestría y se ha mantenido hasta la actualidad, con las comunidades y gracias al esfuerzo de todo el equipo de trabajo de la estación y ahora del Centro de Estudios y Servicios Ambientales».

Además, reconoce el aporte de los habitantes de la Comunidad Las Terrazas, en su opinión el mejor proyecto de desarrollo sostenible mantenido en Cuba, junto a los campesinos de la zona que han sabido incorporarse a la producción de alimentos con prácticas agroecológicas, amigables con el medio ambiente.

Jorge Luis Zamora Martín, actual director de la Reserva. Fotos: Otoniel Márquez

Jorge Luis Zamora Martín, actual director de la Reserva, es otro de los enamorados de este espacio. Destaca cómo «la ciencia ha contribuido aquí a la identificación y preservación de los valores históricos, naturales, sociales y culturales, con proyectos que tienen que ver con las labores de conservación, protección y manejo de los recursos, pues precisamente una reserva de biosfera se crea para lograr que hombre y naturaleza puedan andar en el camino de la sostenibilidad».

La Reserva de Biosfera Sierra del Rosario, ya con cuatro décadas, ha sido escuela para la investigación y la preservación de un patrimonio natural que debe necesariamente legarse a las generaciones futuras. Para quienes han dejado aquí sus mejores años, y para los jóvenes que se incorporan, estas lomas y sus bosques  siempre verdes serán, por siempre, el mejor legado que dejan para el futuro.

La educación ambiental es clave en el trabajo de la Reserva. FOTOS: Otoniel Márquez

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