Artemisa es hoy un hervidero de trabajo y esfuerzos en pos de recuperarse, en el menor tiempo posible, de los daños causados por el huracán Rafael. Autor: Joel Mayor Lorán Publicado: 11/11/2024 | 07:31 pm
Hace mucho rato que Artemisa no veía tantos camiones. Vienen y van por las avenidas y calles principales. Rugen como poseídos por un inquieto espíritu de solidaridad. Andan cargados de ramas de árboles que Rafael derribó, y cientos de ocasionales leñadores cercenaron para ver limpia su ciudad otra vez.
También ruedan a velocidad inusual los carros amarillos de la empresa eléctrica. Los nuestros y los que ya hicimos nuestros. Sean de Ciego de Ávila, Pinar del Río, Cienfuegos o cualquier lugar hermano del país. Circulan a toda prisa. Les urge devolvernos la electricidad. No la luz, porque esa la llevamos dentro.
Hay, además, una fiebre de autos hiperactivos, casi nerviosos. Por estos días, cualquiera puede encontrarse a un ministro o un viceministro que se baja donde hay un hospital, una escuela, una cooperativa o un barrio en transformación. ¡Ni hablar del Presidente cubano, ya casi hijo adoptivo de esta tierra!
Los bulldozers, en cambio, comienzan a desaparecer. Cumplieron su misión de despejar las calles de troncos pesados. Después de mucho vociferar sus motores y alzar los brazos al cielo con su carga de madera citadina, pueden regresar a sus obras originales.
Gracias a la previsión de las autoridades y a la cultura ciclónica de este pueblo, hubo otros carros que no rodaron de más, porque no murió nadie a causa de Rafael. Y sí alumbramos 11 nuevas vidas en el hospital Ciro Redondo justo el miércoles 6.
En cualquier momento les llega el turno a las grúas y las cestas con los hombres de luz. Esos héroes que se encaraman en los postes, muy cerca del sol o de la luna, sin importar la hora ni cuántas horas deban permanecer allá arriba, lejos de casa, a riesgo de la vida, por su fe en la importancia de lo que hacen.
Desde el inicio de esta cruzada por un nuevo latir de Artemisa, esos valientes tomaron las torres que están en la autopista e intentan enderezarlas para restablecer el camino de la energía. Luego entrarán a la ciudad donde les esperan líneas y postes en el suelo.
Y un día, tal vez sin que nos percatemos, retornará el silencio a las avenidas y calles con algún que otro auto de cuando en cuando y las ramas de los árboles volverán a retoñar.