En estos días de angustia y desesperación para los pobladores de San Antonio del Sur, la historia de Abram Daniel representa un destello de esperanza y humanidad. Autor: Del Autor Publicado: 26/10/2024 | 02:35 pm
En la madrugada oscura y tempestuosa del pasado domingo 20 de octubre, el pequeño guantanamero Abram Daniel González Hernández, de tan solo 12 años, enfrentó una prueba de fortaleza que marcaría su vida para siempre. La furia del huracán Oscar se desató con una intensidad brutal sobre la comunidad de Macambo, en San Antonio del Sur, Guantánamo, y Abram, acompañado de su familia, vio cómo la seguridad de su hogar se disolvía bajo el implacable avance de las aguas.
Su relato, recogido por la periodista Idolkis Arguelles Berdión para el Canal Cubano de Noticias, nos invita a revivir, paso a paso, la valentía y resistencia de un niño que se aferró a la vida en medio del caos.
Abram recuerda ese momento como una secuencia de sucesos casi incomprensibles. «Era agüita, pero no fuerte», menciona con una serenidad que impresiona. Sin embargo, lo que parecía inicialmente una leve inundación se convirtió en un mar desbordado que lo obligó a buscar refugio en lo más alto de su casa. El agua subía rápidamente engullendo su hogar, y en un instante se encontró solo, aferrado a una mata de coco tras haber perdido contacto con la mano de su madre.
En su testimonio, Abram cuenta cómo, entre golpes y frío, con la fuerza de una determinación admirable, logró mantenerse aferrado a cuanto objeto flotante encontró, mientras las aguas lo arrastraban hacia mar abierto. No dejó de luchar. Vio dos piedras y se dirigió hacia ellas; allí, entre las olas y el farallón, halló un respiro momentáneo y una esperanza de salvación.
El amanecer lo sorprendió exhausto, pero con el espíritu intacto. De alguna forma, logró regresar a tierra firme y llegó hasta la casa de un vecino, donde recibió los primeros auxilios. Poco a poco, su fortaleza fue recompensada: fue trasladado hasta San Antonio del Sur y luego al hospital pediátrico provincial Pedro Agustín Pérez en Guantánamo, donde un equipo de profesionales ya esperaba para atender sus graves heridas.
El niño llegó con una herida abusiva séptica en la pierna izquierda, que presentaba signos de sepsis localizados a nivel de la lesión -explicó el Dr. Pedro Agustín Pérez-, con fetidez y presencia de tejido necrótico, una condición que requirió intervención inmediata. En el quirófano, fue sometido a un desbridamiento quirúrgico de la herida, donde los médicos se aseguraron de explorar y limpiar minuciosamente el área afectada. Milagrosamente, las lesiones no habían alcanzado hueso ni músculo, lo que permitía un pronóstico favorable tras el procedimiento.
La solidaridad de los profesionales del hospital fue palpable. En la unidad de cuidados intermedios, Abram ha recibido atención especializada y cariño de todos los que lo rodean. Su abuelita, quien lo acompaña en el hospital, ha encontrado apoyo emocional en el personal médico, que no solo se ha ocupado de su salud física, sino también de su bienestar emocional. Y, aunque agotado, el niño muestra una sonrisa capaz de iluminar la sala y devolver un poco de esperanza a quienes siguen atentos su recuperación. «Abran Daniel sonríe y sin timidez alguna conversa», relata Idolkis.
En estos días de angustia y desesperación para los pobladores de San Antonio del Sur, la historia de Abram Daniel representa un destello de esperanza y humanidad. La valentía de este niño, quien sin más recursos que su fuerza y tenacidad sobrevivió a la furia de Oscar, nos recuerda que, en los momentos más oscuros, la solidaridad y el valor humano pueden prevalecer sobre cualquier adversidad.
El pueblo de Guantánamo, sacudido por esta tragedia, ve en él un símbolo de resistencia y unión, mientras todos siguen atentos a su recuperación, inspirados por la voluntad de un niño que, aferrado a una mata de coco y a la vida, encontró en el peor de los escenarios la oportunidad de un nuevo amanecer.