Severas limitaciones en instituciones de salud impactan en la calidad de los servicios a la población. Autor: Maykel Espinosa Rodríguez Publicado: 21/10/2023 | 11:33 pm
¿Cuánto puede costar la vida de un ser humano? ¿Cuánto la formación profesional e integral de un niño o niña, la atención a un adulto mayor, el tratamiento a un enfermo de cáncer, la preparación de un deportista, un artista, las condiciones de trabajo de un campesino? ¿Cuánto sufrimiento es posible causar a un pueblo amante de la paz, la justicia y la verdad por el solo hecho de haber escogido el camino de la libertad, la soberanía e independencia a solo 90 millas de la mayor potencia mundial?
Esas y muchas otras preguntas vienen a la mente una y otra vez cuando, por estos días, nos acercamos a los datos y valoraciones ofrecidos por el más reciente Informe sobre la Resolución 77/7 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba», que será presentado y discutido los días 1ro. y 2 de noviembre próximos.
Esta Isla caribeña está sometida a una guerra económica y sicológica sin precedentes en la historia. Desde hace más de 60 años se le impide desarrollarse, comerciar libremente, que aumente la calidad de vida de su pueblo, relacionarse con el resto de los países de forma natural, sobre la base del desarrollo sostenible, la paz y la cooperación internacional, baluartes imprescindibles en este mundo convulso y complejo en que vivimos.
Pero acerquémonos a algunos de esos ejemplos que nos confirman cuán inhumano, inmoral, vergonzoso y abarcador es el bloqueo que EE.UU. impone a nuestro pueblo, violando sus derechos humanos y las más elementales normas del Derecho internacional. Son estas, más que cifras, realidades.
La diferencia la impone el bloqueo
Durante el período que abarca el referido informe —marzo de 2022 a febrero de 2023—, el bloqueo causó pérdidas a la salud de cubanos y cubanas por un valor de 239 millones 803 690 dólares y se estima que en seis décadas sus daños en el sector ascienden a 3 625 millones 840 594 dólares.
Si solo se hablara de la cada vez más frecuente cancelación de contratos, el incremento de los costos de comercialización y presiones sobre los bancos, las trabas en la adquisición
de insumos y las decenas de proveedores alrededor del mundo que han interrumpido sus relaciones con Cuba, ya sería suficientemente doloroso e indignante.
La industria farmacéutica cubana vio dañada gravemente su línea de suministros, hubo severas limitaciones en las instituciones de salud, se perjudicó la calidad de los servicios a la población, aumentaron las demoras y listas de espera para recibir atenciones médicas especializadas, las estadías hospitalarias, fue imposible acceder a insumos imprescindibles para el Programa Nacional de Atención Materno Infantil y se incrementó la persecución a socios tradicionales de Cuba para el suministro de medicamentos, equipamientos y tecnologías. Por estos motivos se afectaron también indicadores de salud tan sensibles como la mortalidad infantil.
La falta de materias primas afecta a instituciones científicas cubanas responsables de la producción de vacunas. Fotos: Abel Rojas Barallobre
¿Cómo entender, por ejemplo, que tras 69 solicitudes a compañías estadounidenses para acceder a recursos y demás insumos necesarios para centros como el Instituto de Neurología y Neurocirugía, y el Instituto de Oncología y Radiobiología, tres respondieron de manera negativa y de 64 no se recibió respuesta? ¿Cómo explicar a 20 000 familias cubanas, que esperan diagnósticos de enfermedades genéticas, que sus pequeños no han podido ser atendidos debidamente, pues Cuba no puede acceder a la tecnología requerida porque esta contiene más de un diez por ciento de fabricación estadounidense?
¿Cómo se explica a una niña de seis años, a quien se realizó una intervención quirúrgica para extraerle parcialmente un tumor de grado cuatro alojado en el área intracraneal, que como parte del tratamiento de quimioterapia para combatir la tumoración no ha sido posible administrarle la Lomustina, un medicamento al que tampoco se tiene acceso? Para ella, como para otros niños, para los cubanos y cubanas, el bloqueo sigue marcando la diferencia entre la vida y la muerte.
12 Horas para la educación cubana
Septiembre de 2023 marcó el retorno de cientos de miles de niños, niñas y adolescentes cubanos a las aulas para reiniciar un curso escolar con motivaciones renovadas; se había superado la pandemia de la COVID 19 y se retomaban los meses habituales de clases presenciales, pero un desafío se imponía como nunca antes: las carencias materiales.
Solo en la etapa mencionada los daños al sector de la educación se estimaron en 75 millones 551 799 dólares, traducidos en dificultades para adquirir insumos para la producción de libros, folletos y bienes didácticos impresos, falta de los textos del tercer perfeccionamiento del sistema nacional de enseñanza que impulsa el país, y los más pequeñitos —unos 118 600 educandos de prescolar y primer grado— no contaban con todos los cuadernos de aprendizaje en áreas de lectura, escritura y matemática.
Más triste aún, la imposibilidad de importar las baterías de las prótesis auditivas para los educandos con esa necesidad, porque estas son, en su mayoría, de fabricación estadounidense. Se estima, además, que unas 1 315 instituciones de la educación cubana requieren reparaciones que pudieran acometerse si tan solo estuviéramos 12 horas sin bloqueo.
La falta de insumos impide la producción de libros, folletos y bienes didácticos impresos. Fotos: Abel Rojas Barallobre
A nuestros estudiantes universitarios se les impide acceder a más de 300 sitios en internet porque están bloqueados para las direcciones IP cubanas, los informáticos no pueden descargar recursos para instalar o actualizar las tecnologías y eso dificulta su desarrollo académico, investigativo y productivo.
Un ejemplo más: a un estudiante cubano que cursa la Ingeniería en Ciencias Informáticas se le negó la participación en el World Congress on Undergraduate Research, un evento científico que tuvo lugar en abril de este año en la Universidad de Warwick, Reino Unido, porque Cuba estaba incluida en una lista de «países sancionados» y, por tanto, los departamentos institucionales de seguros y cumplimiento financiero de los organizadores «no estaban en condiciones de financiar su viaje».
Las carencias han determinado también que nuestras empresas de Periódicos y Ediciones Caribe hayan dejado de producir 76,9 millones de libretas, libros, cuadernos y recetas médicas, y unos 97,4 millones de ejemplares de la prensa, una afectación directa a la formación de las nuevas generaciones y a la cultura integral, a la información a la que tiene derecho nuestro pueblo.
El deporte y la cultura cubana: ¿Un peligro?
Algunos de los ejemplos más reiterados de guerra sicológica y recrudecida contra nuestro país han tenido como centro a nuestros deportistas y artistas quienes, debido al bloqueo, no pueden formarse y prepararse de forma óptima por la imposibilidad de adquirir implementos deportivos, tejidos, calzado, medios técnicos y pedagógicos, soportes tecnológicos, entre otros, provenientes o cuyo productor es, en cierta medida, EE. UU. Hay que acudir entonces a terceros países, incrementándose los gastos en más de un 50 por ciento y limitándose su compra.
Incomprensible para nuestro pueblo y para cubanos y cubanas residentes en otros países resulta que no se haya podido alcanzar un acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol y la Major League Baseball (MLB) de EE. UU., para que nuestros atletas puedan jugar en ella sin tener que abandonar nuestro país.
De la misma forma, se promueve un discurso de odio, de chantaje, que lo mismo se emplea contra nuestros atletas y sus preparadores —como ocurrió el pasado 19 de marzo durante el juego semifinal del V Clásico Mundial de Béisbol en el estadio estadounidense de LoanDepot—, al igual contra nuestros artistas e intelectuales, a quienes se les ataca en las redes sociales y medios de prensa de la ultraderecha, se les impide presentarse en ciudades estadounidenses, se les cancelan conciertos y contratos de forma inesperada, se les ultraja, amenaza y difama de múltiples formas.
Contra nuestros atletas se promueve un discurso de odio. Fotos: Abel Rojas Barallobre
A ello se han sumado recientes controles excesivos y xenófobos a nuestras delegaciones deportivas en aduanas y de migración internacionales. Atletas y árbitros han sufrido la retención de miles de dólares ganados por concepto de premios por la negativa de bancos extranjeros a procesar los pagos correspondientes con destino Cuba.
A formas de gestión no estatal asociadas al sector cultural se les dificulta la importación y obtención de insumos para creadores cubanos del ámbito de las artes plásticas y aplicadas, cuyas mercancías han llegado hasta con dos meses y medio de atraso al país debido a controles discriminatorios en el extranjero, operaciones de trasbordo, dificultades en los puertos de embarque y necesidad de recurrir a mercados lejanos para obtenerlos, pagando hasta cuatro veces su costo.
¿A qué le temen? ¿Acaso son nuestros embajadores del deporte y la cultura cubana una amenaza para alguien o es que no pueden aceptar el ejemplo que dan al mundo de profesionalidad, ética, entrega, amor por su país y respeto al proyecto social que los ha formado?
¿Permisos para comprar, pagar, vender y producir?
¿Es real que Cuba puede comprar pollo y otros productos alimenticios en EE. UU.? Sí. ¿Acaso por eso no existe el bloqueo? Sí existe, se recrudece e impone que solo bajo permisos sujetos a fuertes restricciones se puedan adquirir por vía comercial limitados productos agrícolas en ese país, pero Cuba está obligada a pagar por adelantado, sin acceso a créditos, algo en extremo difícil cuando, al mismo tiempo, se obstaculizan nuestras fuentes de ingreso. Por cierto, ese permiso se retira, se restringe cuando ellos lo consideren, como si se tratara de un juego y no del derecho de un Estado a garantizar, al menos, por la vía más cercana y rápida, productos de la canasta alimenticia familiar.
La limitación para el acceso a insumos, materias primas y productos químicos incide en la producción de alimentos. Foto: Roberto Suárez
Si a ello sumamos las circunstancias de acoso financiero, la limitación para el acceso a insumos, materias primas, productos químicos y tecnologías para procesos productivos, insuficiente maquinaria agrícola, ausencia de partes y piezas de repuesto para los equipos y la industria, escasez de combustible para el completo abastecimiento del sistema de la agricultura nacional, el comercio interior y exterior, la imposibilidad de contratar un número considerable de navieras y adquirir medicamentos para la masa ganadera, las afectaciones a la agricultura, al abastecimiento de un mercado minorista y, por tanto, el efecto del bloqueo en la alimentación de cubanas y cubanos es abrumador.
Se estima que, entre marzo de 2022 y febrero de 2023, los daños en este ámbito ascienden a 273 millones 390 800 dólares. La empresa cubana Alimport, por ejemplo, reportó afectaciones por unos 35 millones 200 000 dólares, el 90 por ciento de todas las pérdidas declaradas por entidades importadoras del Grupo Empresarial del Comercio Exterior de Cuba debido a la negativa de una decena de bancos a tramitar pagos a proveedores tradicionales para el suministro de alimentos. Mientras, el monto de las pérdidas por las restricciones para colocar el tabaco cubano en el mercado de EE. UU. se valoró en 237,5 millones de dólares.
Una asfixia económica sin precedentes
El elemento principal que ha impedido el avance de la economía cubana con mayor celeridad y dinamismo sigue siendo la imposibilidad de alcanzar los ingresos previstos por exportaciones que, debido al bloqueo, no se materializan. Esto representa un 37 por ciento del total de afectaciones reportadas en la etapa que registra el informe.
El incumplimiento de la meta de 2 millones 500 000 turistas fijados para el año anterior incidió grandemente en las afectaciones a la disponibilidad de divisas. Como si fuera poco, la permanencia de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo y el incremento del listado de entidades cubanas restringidas por el Gobierno estadounidense —que incluye a casi todas las instalaciones hoteleras del país— fue un golpe directo a la disminución de viajeros a la Isla-archipiélago.
Mientras, el país que nos asfixia, erigido adalid de la libertad y la democracia, sigue imponiendo a sus propios ciudadanos la prohibición de viajar libremente a Cuba porque saben que, de lo contrario, la cifra anual de visitantes estadounidenses podría alcanzar al menos un millón 200 000 en el año y sería ese el principal mercado emisor de viajeros hacia nuestro país.
A esto se suma la prohibición de entrada a puertos cubanos de líneas de cruceros estadounidenses, las multas y procesos legales a los que han realizado operaciones con Cuba y, más recientemente, la exigencia de visa de entrada a EE. UU. a toda persona que haya visitado o que desee viajar desde nuestro país, con un impacto negativo en el arribo de cubanos residentes en el exterior y visitantes de más de 50 países.
De la misma forma, cada vez son más los bancos que se niegan a trabajar con Cuba, provocando una drástica reducción de las operaciones comerciales y afectaciones a la venta de paquetes turísticos.
Se ha limitado, además, el desarrollo de la biotecnología, al afectarse la llegada de materias primas, la comercialización y representación legal a nivel internacional y se cierran cuentas bancarias a instituciones científicas cubanas que definen la producción de vacunas que podrían salvar vidas en muchas partes del mundo.
Y qué decir de sectores como el transporte y la industria electroenergética, en los que ha existido un deterioro progresivo de todas las capacidades de transportación, renovación e infraestructuras, dada la baja disponibilidad técnica de los vehículos, la imposibilidad de acceder a piezas de repuesto, falta de liquidez, negativa de los proveedores, persecución para impedir suministros de combustible a Cuba, desencadenando una afectación sensible y directa a nuestra población.
Serían interminables los ejemplos, los sufrimos en nuestra cotidianidad. El bloqueo a Cuba es real, injustificado, transversaliza todas las esferas de la vida del país y afecta a millones de personas más allá de nuestras fronteras. No existe nación en el mundo impactada por un conjunto de medidas de tal magnitud, y difícilmente alguna esté preparada para superarlo.
Su daño humano es incalculable; todos los días se intenta de forma deliberada que dejemos de respirar y, tal como ocurrió durante los momentos más complejos de la pandemia de la COVID-19, se nos aprieta la soga al cuello mientras se nos niega hasta el oxígeno.