El 10 de octubre los cubanos alzaron el grito de libertad o muerte. Autor: Eliéxer Peláez Pacheco Publicado: 09/10/2023 | 11:59 pm
Ese día saltamos de la almohada a la lava, del silencio al repique, de la conspiración atropellada al estallido glorioso. Ese 10 de octubre, zafados los grilletes de los que nunca debieron tenerlos, empezamos. Nos hicimos sol, clamor, forja.
Fue uno de los mejores arrebatos de nuestra historia, tal vez el más hermoso; porque comenzó a tomar cuerpo el ensueño de nación y nos mezclamos sin distingos en el principio de una gesta que traspasa tiempos.
Cuando, en el fragor de los preparativos, le preguntaron al Iniciador con cuáles armas pretendía comenzar la tremenda contienda respondió: «ellos las tienen», una frase que resume hasta qué punto estaban dispuestos aquellos patricios, espoleados por la sed de independencia.
Se dice que, con apenas 37 fusiles, Carlos Manuel de Céspedes empezó el sopor libertario en Demajagua. Pero si ese gesto fue grande, más excelso resultó hermanarse con los antiguos súbditos y cabalgar al lado de ellos, hasta la sangre, en la manigua.
A partir de aquella congregación de unos 500 complotados en el viejo ingenio azucarero no faltaron las asechanzas, las diásporas, las privaciones o muertes, pero nada impidió que le nacieran alas a la patria.
Desde ese octubre telúrico, levantados contra el «brazo de hierro» de la metrópoli, la libertad ha sido móvil de cada jornada, la rebeldía un estandarte que jamás vamos a arriar.