Osvaldo Doimeadiós. Autor: Archivo de JR Publicado: 30/09/2023 | 10:13 pm
El próximo día tres de octubre los humoristas estarán de fiesta. En esta fecha de 1994, respaldado por la resolución 51 del Ministerio de Cultura, se crea la institución cultural Centro del Buen Humor, subordinada al Consejo de las Artes Escénicas. Un año después, en diciembre de 1995, la popular casa de los humoristas cubanos pasó a ser el Centro Promotor de Humor. dedeté, quiere felicitar a todos los humoristas cubanos que han sido parte de este proyecto de incalculable valor para nuestra cultura cubana con dos íconos de esencial importancia en su historia. La foto del actor y primer director de esta institución Osvaldo Doimeadiós, cuando recibió el Premio Nacional de Humor acompaña el texto del genial escritor y periodista Héctor Zumbado, primero en ser galardonado con dicho lauro, máxima distinción que otorga el CPH.
El tipo que creía en el sol
Y todo a media luz / A media luz los dos /A media luz los besos / A media de amor.
El tipo era de ese tipo de gente. Aunque no se sabía bien la letra, y las cambiaba todas, era de esa gente que creía en los tangos. Y un tipo que cree en los tangos es un tipo con el que hay que tener cuidado. Este Gardel cotidiano, que a veces se desdoblaba
En Bartolomé Moré, en Toña la de Veracruz, en el increíble Mozart, en uno de los Beatles (o en los cuatro a la vez), en Rimsky Korsakov, en Méndez, José Antonio o en Peza, Juan de Dios.
Este Gardel cotidiano -, tenía tremenda fe en el dado. Era de esa gente. Que creía. Creía en las posibilidades, aunque estuvieran encaramadas en el lomo de Rocinante. Era de esa gente. De ese tipo de gente que si su equipo tenía tres carreras abajo, el noveno inning, nadie en base, con dos oust, oscureciendo y empezando a llover, decía:
-Ahora, ahora tú verás que empatamos.
Y, bueno, con un tipo así no se puede. Con un tipo así todo es posible.
Por eso un día ¡se le ocurrió enlatar el sol! No sabía cómo hacerlo. Pero sabía, intuía, presentía creía que se podía hacer. Y eso era suficiente. ¡qué vacilón! ¡Enlatar el sol! Meterlo en laticas. Y ponerle una etiqueta:
Tropical Sunshine. Genuine.
Abra por la línea de puntos. 250 gramos de cálido sol tropical. Tibio y sensual. Radiante y juguetón. No guardar en lugar fresco.
¡Qué vacilón! Coger todo el sol que sobre. El de la acera del sol, por donde nadie camina. El de las doce del día, que hace arder la guardarraya. O el que cae pesadamente en los tramos de la costa, calentando el dienteperro. Todo ese sol. Cogerlo y meterlo en laticas. Y mandarlo para allá fuera. A Europa. En invierno, que es cuando el sol se pierde y no hay quien se empate con él.¡Excelente reglón de exportación! ¡Qué vacilón!
Y con su latica bajo el brazo salió a vender su idea. A persuadir. A convencer. A trasmitir con el brillo de los ojos la posibilidad de los posible. Pero por cosas del azar, no dio con los receptivos.
Esos que cuando escarban la tierra con los dedos no piensan en la higiene de las uñas, solamente en la semilla. Esos que si tienen que ir a pie hasta Santiago se llevan una buena tumbadora.
Dio con los otros. Esos que están hechos de suave plastilina. Que prefieren la orillita de la playa y se pierden el azul que hay en lo hondo.Esa gente que camina despacio por la vida, que ven fantasmas en las noches de trasluz y se detienen a mirar las hojas muertas del rosal.Esos que solo ven el arco iris cuando llueve nada más. Se puso fatal. Con esa gente, casualmente, se empató. Con los precavidos. Los comprimidos. Los monocromáticos y calculosos. Los plastilínicos y siempre dudosos.
Y, claro, le dijeron ne, niente, never. A otra cosa mariposa. Primero le analizaron la idea. Mmm... ¿enlatar el sol? La calcularon. La estudiaron. La batieron. La exprimieron y la plancharon.
Y lo que es peor, trataron de convencerlo. De persuadirlo. De frenarlo. De calmarlo. De clavarle los pies sobre la tierra. Y echarle cal. Y arena: Y piedras. A ver si se estaba quieto. Y se dejaba de tanta a bobería. Y le dijeron – en tono serio, profundo, profesoral y definitivo:
Chico pero si es que tú no tienes nada. Una idea nada más y entusiasmo y una gran imaginación, que eso es bueno. Y constancia, y dedicación, y un maravilloso optimismo. Pero tú no tienes nada, una lata, y una idea nada más
Hicieron lo peor que se le puede hacer a un tipo. Aplastarle la ilusión. Romperle en dos el entusiasmo. Plancharle la esperanza.
Y el tipo que creía en el Sol –del encabronamiento que cogió – rompió la lata de un piñazo y se quedó pensando en el Quijote. Y entonces, súbitamente, de aquella latica chiquitica, lenta, lentamente empezó a Amanecer.