Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Aguas primadas

Cuba adentro, Baracoa adentro, Cabacú adentro, llegamos a Vega Larga. El río Las Minas tal vez no sea mediático, pero sus aguas son espejos, son milagros

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Falta poco, me dicen. No saben que yo podría estar caminando por aquí la vida entera. La tierra está alfombrada a ambos lados del trillo: una masa verde, compacta, brillante. Dan ganas de tenderse, lo hago.  Y todo empieza a irse, a borrarse, a flotar en lontananza. Atravieso el primer paso, siento el contacto húmedo de la serranía, los aires dulces. Trastabilleo con la corriente, con las piedras lavadas. Un hilo de agua se desliza en la montaña. Si pudiera pintar, si pudiera…

Temo estar rasgando una postal.Cuba adentro, Baracoa adentro, Cabacú adentro, llegamos a Vega Larga. El río Las Minas tal vez no sea mediático, pero sus aguas son espejos, son milagros. Falta poco, me animan. No saben que estoy dejando un pedazo de mí para volver a buscarlo.

La naturaleza se extremó por estos lares, pero lo más hermoso son los amigos. Enrique Floirián es arquitecto, preside la Uneac en la Villa Primada. Orledio Cruz es licenciado en Prótesis Dental. Y claro, no podría faltar, Gertrudis Labaceno, la poeta del chocolate. Ellos son la compañía perfecta.

Esta es la Cuba hermosa, la Cuba noble.

Cuando nos sumergimos en las piscinas naturales, en el quinto paso, entro al paraíso. Me aligero. Recojo piedras verdes, blancas, doradas. Tomo unas, dejo otras, con la pretensión de llevar a mi casa un pedazo de este cielo. Compartimos las leyendas, las bromas, el sabor de Baracoa.

No me conformo al regreso. Una emoción solo se calma con otra. O se aviva. Vamos al otro lado, al mar. Corro por la arena con el Yunque de fondo. Corro por la arena en busca del Miel. La naturaleza inimitable, generosa, regala el gran espectáculo: las olas tempestuosas del océano y las ondas sigilosas del río, se abrazan, se arremolinan. Un brazo de espuma engulle el zumo de la tierra. La corriente terrosa se hunde en el mar, zigzaguea, la penetra. Es su destino inexorable. Y como en un juego de niños, paso del mar al río, del río al mar en solo unos pasos, una brazadas. Azúcar, sal.

Gertrudis le dice un poema a este paisaje: «Río Miel, / tus aguas son lágrimas de mujer / junto a tus líquenes / ¿Qué aventura cuenta la luna, / juguetona mujer en sublimes anteojos / que juega en sus aguas? (….) leyenda aborigen en cantar de aves / sin destino / cuando baja el lenguaje del río / que mira con piedad / manos sin pupila / en el cristal de su miel (…)».

Del mar al río llega el tetí a desovar. Misterioso pez, rapidísimo, como salmón en miniatura.  En improvisados ranchos, al lado de la desembocadura, veo tejer las redes esperando la arribazón, el cardumen. Aguardan la luna menguante, pronto será la fiesta. Los rellenos de tetí, los guisados de tetí, las frituras de tetí son manjares. Saborea en estas letras. Ven.

Mangle adentro, la comunidad de Boca de Miel remeda una aldea taína. Diviso las atarazanas, construcciones rústicas sobre pilotes hundidos en las aguas para guardar las cayucas. Atravieso el puente colgante. La Albacora, La esperanza, El pequeño gigante, El crucero, Barbarito, El coral... las embarcaciones están dispuestas en perfecta alineación. Y el torso desnudo de los pescadores brilla como aurora virginal.  

Atardece. Es la hora. Aquí he venido a presentar mis libros en la Biblioteca Pública Raúl Gómez García, en la Librería Rubert López; a ver de cerca la Cruz de la Parra, una de las que plantó Colón en su asombro americano. Tendré que cruzar el viaducto de La Farola y tocar las brumas otra vez. Estas cabalgaduras volverán. A la Primada no hay maldición que la sobrevuele. A Baracoa no se le dice adiós. No se puede.

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