No importa que los valientes
y dignos jóvenes hayan sido
condenados, si mañana el
pueblo condenará al dictador
y a sus crueles esbirros.
(Fidel, La historia me absolverá)
En un pueblo hay que
tener las manos sobre
el corazón del pueblo
(José Martí)
«No se mató durante un minuto, una hora o un día, sino que en una semana completa los golpes, las torturas, los lanzamientos de azotea y los disparos no cesaron un instante como instrumentos de exterminio manejados por artesanos perfectos del crimen. El cuartel Moncada se convirtió en un taller de tortura y de muerte, y unos hombres indignos convirtieron el uniforme militar en delantales de carniceros. Los muros se salpicaron de sangre; en las paredes, las balas quedaron incrustadas con fragmentos de piel, sesos y cabellos humanos, chamuscados por los disparos a boca de jarro, y el césped se cubrió de oscura y pegajosa sangre. Las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de muerte la inscripción del infierno: Dejad toda esperanza». (La historia me absolverá)
Nota: Juventud Rebelde reproduce la sección Anecdotario, que publicó en julio de 1983 como recordación del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos M. de Céspedes.