Miembros de la filial espirituana de la AHS regalaron un espectáculo y entregaron donativos. Autor: Cortesía del Proyecto Comunitario Sonrisas Publicado: 24/01/2022 | 11:11 pm
SANCTI SPÍRITUS.— En una de las colinas de la zona norte de la ciudad del Yayabo se protege la inocencia. Es una edificación de extraordinaria belleza, con columnas corintias, vitrales y esculturas, que corre por cinco jardines. La acunan varios brazos, donde el amor no encuentra límites.
Es el Hogar de menores sin amparo familiar de Sancti Spíritus, casa actualmente de 13 pequeñuelos, centro de atención de afectos multiplicados por muchos rincones de la urbe del Yayabo.
«Con la llegada de la COVID-19 la situación económica en el país se recrudeció y se hizo mucho más necesario ayudar a quienes lo precisan —cuenta Yeny Zambrana Rodríguez, joven enfermera del hospital provincial Camilo Cienfuegos y prácticamente miembro de esa gran familia—. Conocí que el Hogar no escapaba de esa realidad y comencé a gestionar cómo compartir lo que teníamos con ellos, primero con amistades, familiares y vecinos».
Así nació lo que, poco tiempo después, se convirtió en el proyecto comunitario Sonrisas. Abierto a quienes quieran formar parte del grupo, solo se exige ayudar sin esperar nada a cambio.
«Hay muchas personas buenas, y no imaginas cuánto han colaborado. Hemos crecido tanto que tuve que hacer un grupo de WhatsApp para compartir las acciones a realizar, desde recoger donativos, celebrar cumpleaños, convocar a barberos y peluqueras o sencillamente felicitar a las educadoras el 22 de diciembre», narra Zambrana.
Hogar, dulce hogar
Al cruzar el umbral de lo que se conoce en tierra yayabera como Villa Conchita, con cimientos que datan de 1919 y todo el esplendor de una edificación pujada por una familia de la alta sociedad de esa época, se olvidan los pesares. Rostros diversos te saludan. Detrás de pequeños nasobucos se esconden muchas historias, dibujadas ahora con dosis de cariño.
Conviven en la institución —convertida desde el 28 de octubre de 1985 en Hogar de menores sin amparo familiar, con carácter provincial— por varias razones. Su directora, Ania Medinilla Nápoles, explica que las causas no solo se limitan a orfandad: algunos sufrieron abandono o sus tutores legales son reclusos o padecen patologías siquiátricas, alcoholismo u otras limitantes avalados por una comisión médica que les imposibilita atender al menor.
«Aquí formamos a estas personitas integralmente, para que sean adultos de bien y, sobre todo, les damos mucho amor», alega, mientras un bullicio que llega desde el pequeño parque infantil (acomodado por combatientes del Ministerio del Interior) le obliga a dirigir su atención hacia afuera.
En el pequeño espacio, entre hamacas y canales corren las sonrisas. Diego, Alejandro, Enmanuel, Valeria, Neomar… Disfrutan el fin de semana porque el resto de los días asisten a las escuelas y el círculo infantil. Para robarse la atención de Ania gritan: «¡Mami, mira cómo lo hago!».
Muy cerca están las asistentes para el trabajo educativo, las veladoras, la administradora, la enfermera y la trabajadora social. Casi toda la familia afectiva.
Los cumpleaños de los menores de edad son celebrados.Foto: Cortesía del Proyecto Comunitario Sonrisas.
«Otra de las iniciativas del proyecto Sonrisas es apoyar con la higiene e imagen de los niños y niñas. Desde antes, de forma voluntaria, varios profesionales de la ciudad lo hacían, pero ahora lo hacemos como grupo», refiere Zambrana Rodríguez.
«A los nueve varones les crece muy rápido el cabello, por lo que se me ocurrió pedir ayuda a un amigo barbero», rememora, y sus ojos verdes toman un color más intenso. «Mi primer pedido fue a Javier Hernández Montero, quien vino con otro colega. Ya en la segunda ocasión se nos unieron Liuber y Andy. Con las niñas han trabajado las chicas de D’Sara salón, Cosmo salón y Yulén con su equipo. Las han pelado, peinado y hasta les pintan las uñas», describe el proceso, e invita a que más personas se sumen y compartan donativos con el otro Hogar de la provincia, ubicado en el municipio de Cabaiguán.
Los suyos son aportes desinteresados que encuentran el agradecimiento sincero, tanto del colectivo de trabajadoras como de los menores de edad. Cada visita, organizada con el cumplimiento estricto de las medidas higiénico-sanitarias, se convierte en celebración.
«Otra parte del proyecto es sumar a fotógrafos espirituanos que al menos en los cumpleaños les regalen postales. Es un servicio costoso, pero es el mayor regalo porque queda como memoria de un día especial. La primera en aceptar fue Rachel Legón, de Estudio Colón. Otros también me han dicho que se unirán».
Afectos al por mayor
Como el proyecto comunitario Sonrisas, otras instituciones, organismos y organizaciones han tocado las puertas del Hogar. Ejemplo de ello es la filial espirituana de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que cuando ya 2021 olía a despedida realizó su jornada cultural Lunas de invierno con una particularidad especial.
«Para acceder a las actividades de uno de los días del evento había que entregar algún objeto para donar al Hogar», cuenta Lil Laura Castillo, vicepresidenta de la AHS espirituana y máxima organizadora de la cita cultural.
«Recogimos muchísimas cosas, gracias al público, artistas y personas que al enterarse de la iniciativa tocaron las puertas de la Casa del joven creador. El día que llevamos el donativo les regalamos también nuestro arte».
La casona, ubicada frente al Paseo Norte de la ciudad del Yayabo, se abre en días especiales, como el cumpleaños de algún menor o el tercer domingo de julio, para recibir a quienes colaboran con este sitio, que al decir de la jueza Luisa Elena Box en una publicación de su perfil de Facebook es «el lugar más bello de mi ciudad. Aquí se educa a los niños y niñas a ser generosos, a hacer el bien, a no tener miedo en la vida, a trabajar en equipo y a dar rienda suelta a la alegría. Por estos niños y niñas ningún sacrificio será juzgado demasiado grande».
Barberos espirituanos se han unido al proyecto comunitario.Foto: Cortesía del Proyecto Comunitario Sonrisas.