Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Perder, solo si fuéramos ingenuos

¿Qué pierde Cuba si pierde su Revolución? ¿Qué retos tenemos?, preguntó este diario a personas de diversas edades y sectores sociales, para quienes la defensa del socialismo es el Moncada de las nuevas generaciones

Autores:

Juan Morales Agüero
Mileyda Menéndez Dávila
Roberto Díaz Martorell
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Liudmila Peña Herrera
Dorelys Canivell Canal
Lisandra Gómez Guerra
Laura Brunet Portela
Nelson Rodríguez Roque

«Cuando el imperialismo y sus lacayos escuchan sobre dar la vida por esto, saben que lo decimos en serio; por eso empujan desde fuera, para confundir y que nos dañemos entre nosotros. Una intervención significaría una guerra eterna y una disminución importante de la población cubana, porque somos mayoría los que defendemos la Revolución hasta las últimas consecuencias.

«Para nuestra sociedad, perderla sería ceder sus conquistas, lo cual sufriríamos todos los cubanos, porque quienes impulsan campañas desestabilizadoras pretenden repartirse el país, y los que les siguen el juego aquí piensan que la economía y la sociedad serían de la noche a la mañana del Primer Mundo. No piensan que nos transformaríamos en unos de los peores ejemplos de nación pobre, capitalista y desigual, así que en ningún caso piensan en el bien de Cuba.

«Respeto a los que critican desde el respeto, con el afán de resolver problemas, pero rechazo a quien se pliega y destruye su propia tierra, su tranquilidad ciudadana y su democracia, perfectible, pero que permite expresar criterios, proponer, elegir y ser elegidos sin ser millonarios o militar en un partido.

«Si eso se pierde, desaparecería la credibilidad en nosotros mismos, en nuestra historia, en los ideales de quienes nos llevaron hasta acá. Significaría la imposibilidad de resolver conjunta y pacíficamente problemas internos, de encontrar una vía diferente a huelgas, paros, golpes de Estado y otros ejemplos que vemos día a día en el mundo».

(Ramiro Ruiz Fuentes, profesor del Departamento de Química, en la Universidad de Holguín).

 

«¿Perder la Revolución? Solo pensarlo da escalofríos, no de miedo, sino de lo que significaría tirar a la basura tantos logros sociales exclusivos.

«Si nos remitimos a antes de 1959, época que llena de añoranza a los que pretenden “tumbar” la Revolución, la situación era muy lamentable; primero porque la accesibilidad a los servicios sanitarios era muy limitada, solo para quienes podían pagar, y ese es el modelo que nos quieren vender.

«Muchas de las personas que hoy demandan un cambio social ven como un derecho
ganado el acceso libre y gratuito a la salud pública, pero en un escenario ajeno a la Revolución ese aseguramiento que ofrece el Estado no seguirá siendo libre y mucho menos gratuito.

«Como se exigiría la privatización de la Salud, entonces ya no sería un sistema sanitario basado en la promoción y prevención para modificar hábitos y estilos de vida. Esa esencia se perdería y aparecería otra, mercantilista, en detrimento de indicadores que Cuba exhibe con orgullo ante el mundo.

«Ese derecho, refrendado en la Constitución de la República, solo sería para un grupo reducido de personas con posibilidad para asumir los gastos que ahora cubre el Estado, que dedica más del 30 por ciento del presupuesto nacional a Salud.

«Imaginémonos sin Revolución en el contexto epidemiológico actual: ¿Qué garantías de tratamiento tendría la mayoría de las familias en el país? ¿Cuánto costarían la vacuna, un PCR, los medicamentos…? ¿Sería el nuevo “Estado” igual de responsable y consecuente? ¿Estaría la ciencia en función de la salud del pueblo, o del ingreso económico que pudiera representar un resultado? Pensemos…

«Otra realidad sería que no todos los profesionales del sector se mantendrán activos, porque acá ponemos al ser humano en el centro de atención, y esa actitud no encajaría. En otros países hemos visto sacar a personas de los hospitales, incluso de las unidades de cuidados intensivos, por no tener recursos para pagar esos servicios. Esa experiencia desagradable te confirma, aunque lo sepas de antemano, la grandeza de nuestra Revolución y las garantías que tenemos desde que nacemos… una tranquilidad que se perdería sin nuestro sistema social».

(Doctor Israel Velázquez, director de Salud Pública en la Isla de la Juventud).

 

«Es algo difícil de asimilar. Sería muy duro, frustrante. Si eso fuera posible —y ojalá que no—, yo me preguntaría: ¿Cuba sería realmente independiente? ¿Qué tipo de Cuba sería la que vendría?

«Si el país que naciera con la caída de la Revolución fuera el de la chabacanería, el odio, las vulgaridades, que fue lo que viví el 11 de julio… Mira, yo creo que se debería pensar en cambiarlo de nuevo de inmediato.

«Si la Revolución se cayera mañana, estoy segura de que muchas conquistas que asumimos como normales desaparecerían. Cero educación y salud gratuita, con todos los problemas que tienen, porque son perfectibles. Cero tranquilidad ciudadana; cero preocupaciones del Estado por el bienestar, la equidad, por tratar de repartir lo que no se tiene; cero ideas de justicia social…

«También se perdería la posibilidad de mejorar al país. ¿Cómo sería esa Cuba sin la Revolución y en medio de una pandemia como esta? No quiero imaginarlo. ¿Habría que pagar el tratamiento contra la COVID-19? ¿Y la vergüenza ante los que tanto han luchado? Mira, por todo lo que implica esa pregunta, eso no puede ocurrir».

(Elizabeth López Caballero, funcionaria de la UJC en Ciego de Ávila).

 

«He tenido la posibilidad de departir con científicos de naciones capitalistas, y por sus experiencias ese sistema no me encandila ni lo quiero para mi país. Nuestro sistema socialista es el que nos ha permitido alcanzar nuestras conquistas sociales y ha puesto al ser humano en el centro del desarrollo.

«Tener vacunas del más alto nivel mundial contra la Covid-19 disponibles para la población es un resultado de nuestro socialismo. Existen muchas vacunas en distintas partes del mundo, pero son de las grandes farmacéuticas mundiales que tienen una cantidad inmensa de financiamiento y el mayor objetivo de esas empresas es el poder económico.

«Solo el socialismo ha permitido que en cada rincón de nuestro país exista acceso a un médico, y ese mismo profesional puede estar hoy en los lugares más intrincados de Cuba y luego en África combatiendo contra el ébola, en los cerros venezolanos o en países ricos luchando contra la Covid-19.

«Ya Cuba vivió muchos años de capitalismo y ahí están las tasas de analfabetismo, el nivel de insalubridad inmenso, los casinos… Lamentablemente, esa generación que sí lo vivió, por ley de la vida se está extinguiendo. Una sociedad capitalista en Cuba sería la misma que existe en América Latina. Hay gente que ve el capitalismo como prosperidad para Cuba porque está mirando la cara que este enseña, sobre todo el capitalismo europeo. Eso para mí es una gran cuota de ingenuidad».

(Roberto Rodríguez Labrada, subdirector del Centro de Neurociencias de Cuba, La Habana).

 

«Este es un pueblo que conoce sus carencias y problemas internos, pero es también un pueblo comprometido con la Revolución como proyecto social justo. Una intervención humanitaria nos haría vivir en la inseguridad, en el caos. Así ocurrió en Siria, Libia, Haití… y creo que también habría una resistencia fuerte.

«Con todo lo ocurrido se pierde unanimidad, que no podemos confundir con unidad. Me refiero a esa posibilidad de que todos luchemos y trabajemos por construir e impulsar el país, con diferentes matices y criterios, pero hacia un mismo fin. Ese tiene que ser un resorte para fortalecer nuestra sociedad desde la pluralidad y el pensamiento crítico, constructivo, en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas.

«Yo quiero una Cuba libre, independiente, soberana, donde todos podamos coexistir en paz, en la que seamos capaces de dialogar sin medias tintas, pero nosotros, emancipándonos por nosotros mismos, como dijo Fidel en el año 2000. Quiero una Cuba donde podamos respetarnos cumpliendo las leyes; donde podamos manifestar todo lo que sintamos apegados a esas normas que pautan el comportamiento ciudadano. Creo que, si bien somos un pueblo instruido, debemos ganar en cultura cívica, en las maneras en que participamos como ciudadanos.

«Tenemos que repensar a nuestras organizaciones, porque son los mecanismos que tenemos para transmitir nuestros pensamientos e inquietudes. Necesitamos transformar muchas cosas, pero desde dentro, con el protagonismo de todos y pensamiento colectivo.

«Lograr un país próspero, que siga trabajando por ser autosustentable, no es un discurso, es algo que necesitamos. Un país en el que la máxima sea el entendimiento y la paz, esa tranquilidad ciudadana de la que hemos disfrutado todo este tiempo, la que me hace salir tranquilo de casa sabiendo que mi hija queda segura. Ese es mi proyecto de país: una Cuba capaz de ser inclusiva para todos, en la que logremos dialogar. Lo principal, creo, es que logremos consolidar cada vez más ese proyecto de construcción colectiva que es la Revolución».

(Yusley Izquierdo Sierra, vicepresidente de la AHS en Pinar del Río).

 

«Lo primero que hay que salvar es la Revolución, que nunca se puede poner en juego. Hay que respaldar la obra humana y social más justa que se ha construido en América Latina en los últimos 60 años.

«Es cierto que el país atraviesa un contexto de pandemia, escasez y desabastecimiento, pero ni aun así se ha olvidado a las personas más humildes. Ejemplos tenemos varios, como acercar los alimentos a los más vulnerables o el no negar jamás asistencia médica, aunque falten medicamentos.

Por eso lo más importante es ir a la raíz del fenómeno: ¿quién es el responsable de la actual situación? De ahí que no me canse de repetir que la verdadera intervención humanitaria que precisa Cuba es el definitivo levantamiento del bloqueo económico y financiero impuesto por Estados Unidos.

«Lo que ha sido una batalla inmensa para las grandes potencias mundiales, encontrar vacunas que contrarresten los efectos de la pandemia, también lo logró esta Isla pequeña y bloqueada. La gran paradoja es que no tenemos al alcance de la mano componentes para producirlas a gran escala para una vacunación masiva. ¡Cuánto pudiéramos lograr si no existiera el bloqueo!

«Nos corresponde como país resistir de manera proactiva,desarrollarnos y construir una sociedad socialista, próspera y sustentable. Siempre con nuestra verdad por delante, con las esencias de una obra humana y social donde nadie es olvidado, y donde jamás se podrá borrar que ni en momentos complejos como los actuales se deja a un lado a ninguno de sus hijos.

Es doloroso que una minoría quiera representar a la mayoría de un pueblo que con un 86 por ciento aprobó la actual Constitución de la República y siempre encuentra espacios de diálogo con sus máximos líderes.

«Tampoco podemos olvidar que hace pocos días se protegió a miles de cubanos del peligro que corrían sus vidas por la tormenta tropical Elsa; como no se podrá borrar de nuestras mentes que en 2002 se dio refugio en una madrugada a más de 35 000 personas residentes en Jatibonico cuando la presa Lebrije amenazó con irse. Mucho menos olvidaremos la entrega de todo el personal de Salud en batalla desgarradora frente a un virus que tantas vidas ha cobrado.

«En situaciones así uno tiene que poner por delante su amor a la tierra y querer lo chico, a su comunidad. Soy de los que piensa que quien no quiere a la patria pequeña, es incapaz de sentir amores mayores, como en este caso el amor por Cuba, y no tiene moral para hablar en su nombre».

(Jairo Alberto Pachecho Crespo. Director y locutor de programas en Radio Vitral, Sancti Spíritus. Miembro de la Uneac y la AHS. Discapacitado visual).

 

«¡Que nadie se llame a engaño ni peque de ingenuidad! Cuba es un Estado de derecho, y si otras circunstancias se hicieran efectivas —algo, por demás, inconcebible— nuestras leyes pasarían a ser capitalistas, con la deshumanización, la exclusión social y la injusticia que las caracterizan.

«Todas las legislaciones que ofrecen garantías de justicia y seguridad a un amplio espectro del pueblo desaparecerían de golpe y porrazo si un hipotético cambio de gobierno tuviera lugar en nuestro país. Tendríamos códigos que no protegerían a casi nadie, ajenos por completo a nuestras expectativas.

«Los cubanos hemos construido durante más de 60 años una sociedad justa e inclusiva, y la vamos a defender con todas nuestras fuerzas. La libertad que pretenden imponernos es copia fiel de la de nuestro enemigo histórico, no la que el pueblo ha hecho suya. Son tiempos de unirnos, y más temprano que tarde los autoproclamados “salvadores de la nación” despertarán de su pesadilla. ¡Cuba no se rendirá jamás!».

(Katia Infante Martínez, funcionaria a cargo de la Atención a la población en la Dirección Provincial de Justicia en Las Tunas).

 

«La mayoría de los que salieron a la calle el domingo 11 de julio a pedir cambios no tiene idea de lo que significa volver a lo que existía antes de 1959 ni quieren una intervención militar que llevaría a eso, hasta dejar de ser cubanos. Los que sí lo vivieron y lo recuerdan, que ya es menos del 20 por ciento de la población, no se les ocurre de ningún modo regresar ahí.

«Es más, quienes comparan la reacción de ahora con las represiones de un Gobierno golpista, como el de Batista, definitivamente no aprendieron nada de historia, con toda la educación gratuita que recibieron, y son bastante ingenuos, porque los que llevan años viviendo del dinero de la contrarrevolución están sentados en el sofá de su casa,aquí o en otro país, no tirando piedras o cometiendo delitos comunes que les costarían un montón de años de estar presos.

«Si perdemos el sistema actual, los jóvenes perdemos la posibilidad de hablar con quienes dirijan entonces el país, de exigir lo que nos parezca justo y hacerlo sin miedo a desaparecer. De confrontar aquí adentro, con nuestras razones y con nuestros propósitos, que no son los de esas campañas en las que ya no saben qué mentira inventar para arrastrar a personas que en su mayoría ni trabajan ni estudian ni están razonando lo que van a perder. Ahí es donde está el Moncada de hoy: en las redes, y es donde la juventud tiene que saber cómo pensar y actuar».

(Amian Gómez, estudiante del Instec, Universidad de La Habana).

 

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