Cuba y el Congreso del PCC. Autor: Falco Publicado: 24/04/2021 | 09:07 pm
Tres congresos sucesivos del Partido Comunista de Cuba, con una diferencia de cinco años (abril de 2011-2016 y 2021), y una Primera Conferencia Nacional del Partido (enero del 2012), dejan un esbozo esencialmente crítico del funcionamiento de la prensa en el país.
Nada como esa secuencia inquisidora para ofrecer relevancia a la certeza del Doctor en Ciencias de la Comunicación, Julio García Luis —el más importante de los estudiosos de la relación entre prensa y sistema político en tiempos de Revolución—, de que la sola solución de los problemas de la prensa no resuelve los problemas del país, pero sin resolver los primeros no habrá eficaz solución a estos últimos.
Por supuesto, la recurrencia de esas valoraciones cuestionadoras, en las que no siempre hubo el enfoque integrador y sistémico que requiere un fenómeno tan complejo, y al que el propio General de Ejército Raúl Castro, todavía en su condición de líder del Partido, el Estado y el Gobierno, catalogó como «más viejo que Gutenberg» durante uno de los congresos de la Upec, genera preocupaciones acerca de la viabilidad de encauzar las soluciones apropiadas en segmentos de la prensa.
Pero la falta de una mayor amplitud en el enfoque del problema —factible de entender hasta por la diversidad de los temas que recoge y analiza una cita partidista—, así como las susceptibilidades profesionales que, se entiende, puede despertar ese tipo de razonamientos, no niega la existencia del problema mismo, ni la trascendencia de su solución para el destino del proyecto de justicia social e independencia nacional que representa la Revolución.
En el 6to. Congreso, que abriría el camino a la actualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, y como parte de ese proceso a discusiones sobre la prensa, se consideró que esta, en sus diferentes formatos, estaba llamada a jugar un papel decisivo con el esclarecimiento y difusión objetiva, constante y crítica de la marcha de la actualización del Modelo Económico, de modo que con artículos y trabajos sagaces y concretos, en un lenguaje accesible para todos, se fuera fomentando en el país una cultura sobre estos temas.
Para alcanzarlo, afirmó Raúl en el Informe Central del cónclave, se requería también dejar atrás, definitivamente, el hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo —esta trinidad crítica asomaría después en cada Congreso— al abordar la actualidad nacional y generar materiales escritos y programas de televisión y radio que, por su contenido y estilo, capturen la atención y estimulen el debate en la opinión pública, lo que supone elevar la profesionalidad y los conocimientos de los periodistas.
Con una visión más abarcadora sobre el tema el entonces Primer Secretario del Partido reconocía: «si bien es cierto que, a pesar de los acuerdos adoptados por el Partido sobre la política informativa, en la mayoría de las veces ellos no cuentan con el acceso oportuno a la información ni el contacto frecuente con los cuadros y especialistas responsabilizados de las temáticas en cuestión. La suma de estos factores explica la difusión, en no pocas ocasiones, de materiales aburridos, improvisados y superficiales».
Agregó que no menos importante sería el aporte que nuestros medios de comunicación masiva debían propiciar a favor de la cultura nacional y de la recuperación de valores cívicos en la sociedad.
En el Informe Central al 7mo. Congreso el General de Ejército volvería sobre estas deformaciones. Aquí señaló que, aunque se había avanzado en las acciones dirigidas a forjar una cultura comunicacional en el país y disminuían las manifestaciones de secretismo, sin embargo, continuaban presentándose vacíos informativos e interpretaciones erróneas, a causa de que todavía no era suficiente la divulgación de la marcha del proceso de actualización y la implementación de las políticas aprobadas.
En este caso, como es evidente del análisis, no sobresalían únicamente los problemas profesionales al interior del sistema de prensa y ya se acentuaba un razonamiento más amplio sobre las debilidades del sistema de comunicación pública del país, mucho más abarcadoras y espinosas. La maduración de este tipo de análisis conduciría a la aprobación, a inicios de 2018, de la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno, la primera después del triunfo de la Revolución.
En el recientemente concluido 8vo. Congreso, al mostrar su insatisfacción por la eficacia de la labor ideológica del Partido, apuntó que, si bien es cierto que nuestros medios de prensa se caracterizan por su apego a la verdad y el rechazo a la mentira, lo es también que persisten manifestaciones de triunfalismo, estridencia y superficialidad en la manera en que abordan la realidad del país.
Esta trinidad crítica, como acotamos anteriormente, se convirtió en una constante para la que, sin embargo, pese a esa sensación «rupertiana» de avances y retrocesos continuos, tan común entre los trabajadores de los medios y segmentos sociales preocupados por los destinos de la prensa, no se encontró hasta hoy el remedio a la medida.
«En ocasiones se presentan trabajos periodísticos que, en lugar de esclarecer, tienden a confundir. Estos enfoques dañan la credibilidad de la política informativa y de comunicación social aprobada. La inmediatez en el abordaje del quehacer nacional no debe estar reñida con la objetividad, la profesionalidad y, sobre todo, la intencionalidad política», insistió Raúl.
En la misma cita consideró conveniente señalar que, a causa de una inadecuada política de comunicación social y la publicación de enfoques incorrectos en varios de nuestros medios de prensa, se generó cierta confusión en algunos cuadros de dirección, que la emprendieron contra la supuesta desigualdad que emana de las ventas en divisas y reclamaban que todo el comercio interior del país regresara a la libreta de abastecimiento.
No puede ignorarse que, mientras la importantísima columna comunicacional de la nación muestra las mencionadas fisuras, se le antepone, con fondos millonarios que caen en catarata por diferentes vías, un ecosistema de medios contrarrevolucionarios y de sofisticados laboratorios de intoxicación mediática, denunciados muy claramente por Raúl en su valoración central del 8vo. Congreso. Las primeras y costosas provocaciones ya las sufrimos en el avance hacia la fase aguda de la batalla comunicacional, que tendrá su muy peculiar centro de operaciones en las distintas plataformas de internet.
«No han dejado de financiarse las acciones de agresión con el uso de las estaciones de radio y televisión asentadas en los Estados Unidos, al tiempo que crece el respaldo monetario para el desarrollo de plataformas de generación de contenidos ideológicos que llaman abiertamente a derrotar la Revolución, lanzan convocatorias para la realización de manifestaciones en espacios públicos, se incita a la ejecución de sabotajes y actos terroristas, incluyendo el asesinato de agentes del orden público y representantes del poder revolucionario. Sin el más mínimo pudor declaran las tarifas que se pagan desde los Estados Unidos a los ejecutores de estas acciones criminales», describió el líder revolucionario.
Agregó que no puede olvidarse que el Gobierno de los Estados Unidos creó el Grupo de Trabajo de Internet para Cuba, que aspira a que las redes sociales se conviertan en canales de subversión, creación de redes inalámbricas fuera del control estatal y la realización de ataques cibernéticos a infraestructuras críticas…
«La mentira, la manipulación y la propagación de noticias falsas ya no conocen límite alguno. Mediante ellas se conforma y se divulga a los cuatro vientos una imagen virtual de Cuba como una sociedad moribunda y sin futuro, a punto de colapsar y dar paso al tan anhelado estallido social…».
Aunque no se reconoce explícitamente en los análisis y documentos de los tres congresos mencionados, es evidente que el modelo de periodismo heredado de la Revolución del siglo XX, que socializó de forma inédita la propiedad de los medios y el acceso a la información, con el entusiasmo de los antiguos trabajadores de los medios privados, no pudo escapar de los signos de la época y sus duras circunstancias históricas de acoso y agresión.
La condición de país en una trinchera o de plaza sitiada y la apropiación, no pocas veces acrítica del modelo de periodismo de Estado soviético, como lo define Julio García Luis, tuvieron profundas y costosas implicaciones en el sistema de comunicación pública y periodismo.
No sería entonces ese modelo heredado del siglo XX, adicionalmente marcado por tiempos y estilos muy analógicos, el que estaría en capacidad de responder a los desafíos políticos y comunicacionales del siglo XXI, cuando más que una época de cambios se vive un cambio de época, con amplias repercusiones incluso de tipo antropológicas.
Se trata entonces, nada menos, que de saldar las deudas sistémicas que arrastra el modelo de prensa y de comunicación pública del siglo XX para adaptarlo a la llamada era de la convergencia, un propósito en el que están a la avanzada algunas plataformas mediáticas nacionales, como Cubadebate, que alcanza ya altísimos niveles de impacto en la red de redes. La nueva conceptualización del modelo socialista —actualizada en el 8vo. Congreso— demanda de la conceptualización, en paralelo, de un nuevo modelo de comunicación y de prensa.
Este último debe tener como horizonte esencial algo especialmente subrayado en numerosas oportunidades por el ahora recién electo como Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez: que la prensa se convierta en parte de los mecanismos de rendición de cuenta de las instituciones públicas a los ciudadanos, o de los mecanismos de control popular.
Si las circunstancias históricas del siglo XX condicionaron la construcción de un modelo comunicacional y de prensa que formaba parte, esencialmente, de los mecanismos de control político de nuestra sociedad, lo más prometedor en el siglo XXI es que ambos se conviertan en parte de los mecanismos de control social.
Ello implica un diseño peculiar de autorregulación responsable de la prensa, de profundo carácter partidista, pero que deseche el intrusismo, la instrumentalización y las mediaciones paralizantes, tal como promueve Julio García Luis. Un sistema de prensa y de comunicación social que contribuya, como reclama el Che Guevara, a liberar al hombre de toda enajenación, así como al fomento de los valores del socialismo «democrático», recogido por amplio consenso y tras acuciosa discusión en la renovada conceptualización de nuestro modelo socialista.
Dicho modelo, como hemos defendido en oportunidades diversas, debe erigirse sobre cuatro pilares básicos: un nuevo tipo de relación entre el sistema de instituciones públicas —incluyendo al Partido— y el sistema de medios, así como nuevos modelos de gestión editorial, económica y tecnológica de los medios.
Ya se avanza hacia ese propósito con la próxima constitución de un organismo de la Administración Central del Estado para atender la comunicación, la elaboración de los instrumentos jurídicos indispensables que hagan valer la letra de la Constitución y otros caminos inéditos para la gestión económica de los medios. Al hacerlo buscamos certeras respuestas a los objetivos de la Primera Conferencia Nacional del Partido, de enero de 2012, que hizo énfasis particular en la labor de la prensa asociada al trabajo ideológico del Partido y proyectó notoriamente el futuro en este ámbito.
En aquel encuentro histórico Raúl enalteció: «Si hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo del pueblo, la opción martiana del partido único, lo que nos corresponde es promover la mayor democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el ejemplo dentro de las filas del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la organización, como en sus vínculos con los trabajadores y la población, favoreciendo que las discrepancias sean asumidas con naturalidad y respeto, incluyendo a los medios de comunicación masiva, mencionados varias veces en los Objetivos aprobados en esta Conferencia, los que deberán involucrarse con responsabilidad y la más estricta veracidad en este empeño, no al estilo burgués, lleno de sensacionalismo y mentiras, sino con comprobada objetividad y sin el secretismo inútil».
Esos, definitivamente, deberían ser los idus políticos, periodísticos y comunicacionales cubanos del siglo XXI. Los idus del enero martiano y el abril triunfante de los cubanos. Nunca los que dejarían inertes nuestros sueños, como le ocurrió al César romano por ignorar el humilde clamor popular.
(Tomado de Cubaperiodistas.cu)