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Vamos todos a cantar con Teresita

El evento Teresita Fernández, 90 años con el corazón feliz, homenajeó a la inolvidable trovadora, cuyas canciones infantiles hizo crecer a varias generaciones de cubanos

Autor:

Frank Padrón

Santa Clara, su cuna, le ha dedicado conciertos y puestas; la capital, ciudad adoptiva, también, pero la llamada Atenas de Cuba, donde tanto se presentó y a la que amó con fruición, no se iba a quedar detrás. De ahí el evento Teresita Fernández, 90 años con el corazón feliz, que homenajeando justamente a la inolvidable trovadora (Santa Clara, 1930-La Habana, 2013) nos hizo evocar en dos días intensos y cálidos a la niña grande que, mediante sus canciones infantiles, hizo crecer a la vez que mantenernos en una infancia eterna, a varias generaciones de cubanos, y de mucho más allá.

Pero también se recordó a la autora de sentidas canciones para adultos (o mejor decir, para todas las edades, como en definitiva fueron también las otras), que en un sustancioso coloquio y también en un hermoso recital de varios intérpretes que acogió el flamante Teatro Sauto, reverenció a aquella mujer tan irreverente como tierna, simpática y ocurrente sin dejar de ser sufrida y hasta desgarrada, dueña de un
desaliño y una presencia silvestre que la igualaba a los gatos, zunzunes y muñecas que evocó en su música, como ella, profunda y a la vez sencilla, con acordes e intervalos complejos que no por ello impiden que se les recuerde y se entonen por un numeroso y variado público.

Mediante gráficas canciones que inspiran el audiovisual, que convirtieron en solfa el Ismaelillo martiano antes de que otros colegas suyos lo hicieran con la lírica del Apóstol, Teresita convoca sobre todo al teatro, y dentro de él a las figuras mezcladas con los actores, pues en las corcheas de la cantautora hay mucho de ese mundo encantado, mágico e inmensurable de la infancia que indaga, descubre y crece sin renunciar a la fantasía y la maravilla.

Así lo entendieron y proyectaron desde sus peculiares estéticas tres grupos que se sumaron al homenaje a la nonagenaria trovadora en Matanzas: Teatro Andante (Granma) y los locales El Mirón Cubano y Teatro de las Estaciones, este último protagonista del evento en las personas de Rubén Darío Salazar Taquechel y Zenén Calero, artífices de un espectáculo que hace ya cierto tiempo estrenaron con su compañía.

Desde su provechosa y aplaudida
praxis de teatro callejero, El Mirón Cubano desplegó en La palangana vieja, estrenada en 2011 bajo la dirección de Francisco Rodríguez Cabrera y ahora presentada en el céntrico parque La Libertad, una imaginería que trasciende incluso el universo de la Fernández para lanzar guiños a la chaplinesca «Comedia silente», mediante artefactos que cobran vida y se multiplican en imaginativas resignificaciones.

La expresividad del maquillaje, el vestuario y la escenografía, la fluidez y dinamismo escénicos, las hermosas coreografías y acrobacias que permiten convertir un basurero en un punto de socialización y alegría, confluyen con el hilo conductor del espectáculo: la pieza Lo feo, de Teresita, verdadero resumen de su poética, mediante ese llamado
al perenne reciclaje y la revisitación de lo «desechable»; el emplazamiento de lo aparencial en pos de la verdadera esencia, que difumina el binarismo entre lo bello y la «fealdad» que con frecuencia revela su contrario y la proyecta a lo útil y lo valioso, mensaje multietario, familiar y social que cobra vigencia en estos tiempos.

Las representaciones específicamente titiriteras corrieron a cargo de dos compañías: Teatro Andante (Granma) y la anfitriona Teatro de las Estaciones. Aunque signados por los mismos referentes —las canciones infantiles de la cantautora— y lenguajes —actores mezclados con figuras accionadas por estos—, los espectáculos difieren en sus concepciones escénicas y representacionales.

En su concierto Cantar a Teresita, los granmenses, bajo la dirección general de Juan González Fiffe, se insertan en la juglaresca tradicional, como se sabe de cepa española, para armar una sensible fábula que incluye títeres y hadas, una búsqueda a la que llevan curiosas peripecias y la convicción final de que los tesoros que se siembran en las almas infantiles permiten la germinación en los adultos para su mejoramiento humano.

Un guitarrista acompaña en vivo las canciones de la Fernández, y junto a varias actrices-titiriteras van desgranándolas e integrándolas al relato dramático a cargo de Adis Nuvia Martí Cid, una operación que rezuma organicidad y coherencia; la interacción figuras/actores se logra a plenitud, y el principal destinatario, el público infantil, reacciona con entusiasmo y complicidad, algo a lo que no escaparon los adultos que fuimos convocados al vistoso y amplio Salón de los Espejos (Teatro Sauto). 

Se consigue también el equilibrio entre lo hablado y lo cantado, entre el humor y la seriedad que caracterizan sus registros, y se percibe un nivel histriónico y musical que convence desde los minutos iniciales.

El cierre de la jornada dedicada a Teresita Fernández estuvo a cargo de Teatro de las Estaciones con Todo está cantando en la vida.

Fotos: Sergio Jesús Martínez

Todo está cantando en la vida, un recital de afectos para Teresita Fernández lo es, realmente, para todos los que
tienen la suerte de presenciar una obra de tal envergadura estética y conceptual. Teatro de las Estaciones, bajo la dirección de Rubén Darío Salazar, quien se encargó de la escritura junto a María Laura Germán; con los diseños,  vestuario y luces de Zenén Calero, nos entrega una puesta insertada en una poética ya perceptible mediante buen número de títulos inscritos por derecho propio en el género insular, y ha obtenido por ello numerosos y muy justos lauros.

Los recientes Premios Nacionales de Teatro concibieron esta vez un espectáculo —pudo apreciarse en su remozada y acogedora sala Pepe Camejo—que resultó el colofón perfecto para la intensa jornada de celebración a la eterna juglar.

Una vez más, los imaginativos diseños para reproducir objetos y figuras se ponen en función de la manipulación/actuación de humanos y títeres, mientras la historia, bien concebida y mejor escenificada, fluye de principio a fin, ayudada por la sapiencia coreográfica de Yadiel Durán, aprovechando al máximo el pequeño escenario que, sin embargo, se extiende, se agranda durante el espectáculo, y se enriquece con las interpretaciones de los actantes, quienes confieren a las canciones de Teresita un sello sui géneris, aderezadas por los no menos singulares arreglos de Elvira Santiago para los músicos (Roselsy Fernández, Betsy Aguilar, Dayán Mirabal y Liz María Santana), también presentes en escena, lo cual siempre confiere un aire de autenticidad que favorece las puestas. El nivel actoral que caracteriza a Teatro de las Estaciones posibilita que cada personaje llegue al destinatario, de cualquier edad, desde la frescura y la energía con que han sido concebidos.

Todo el amor y la ternura que sembró mediante su obra Teresita Fernández alimenta y ensancha este afectuoso recital de Darío, Calero y su trouppe, rea-
firmando que, en verdad, todo está cantando en la vida, algo manifiesto en un evento que a cada instante nos mantuvo nostálgicos, sensibles y especialmente con el corazón (muy) feliz… 

 

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