En el IPA Manifiesto de Montecristi, los estudiantes consumen muchos de los productos que cultivan. Autor: Juan Morales Agüero Publicado: 28/12/2020 | 01:44 pm
JOBABO, Las Tunas.— Cuando llegué al Instituto Politécnico Agrícola (IPA) Manifiesto de Montecristi y pregunté por su directora, la recepcionista me dijo: «Déjeme ver para dónde anda, ella siempre está en todas partes o en ninguna». Y con la misma partió en su busca por uno de los pasillos.
Al rato vi aproximarse a una mujer trigueña y de mediana edad, con ropa de trabajo y botas de goma. En el trayecto impartía instrucciones a diestra y siniestra. «Cuenten bien los azadones», le recordó a uno. «Lo que necesitan los muchachos ya está en el almacén», le informó a otro.
Al tanto de mi llegada, Magdelaine Sosa Menéndez me invita a pasar a la dirección, «donde permanezco poco, porque me gusta recorrer las áreas para comprobar cómo marcha todo», aseguró. Luego, esta licenciada en Marxismo e Historia con 25 años de labor en el IPA y 14 al frente de su devenir, me hizo una completa relatoría del currículo del centro.
«Nuestro IPA se fundó en 1973 —apunta—. Contabiliza más de 40 graduaciones de nivel medio y obreros calificados. Hoy, entre los cursos para trabajadores y regular diurno tiene una matrícula de 534 alumnos en nueve especialidades. Las más concurridas son Agronomía y Zootecnia Veterinaria».
Me cuenta que entre los factores de éxito del IPA figura la potenciación de sus áreas básicas experimentales. Allí es donde los estudiantes ponen en práctica lo aprendido en las aulas y los laboratorios, y consolidan las habilidades profesionales previstas en los programas de estudio. Por ejemplo, una parcela, un taller, un polígono… Es decir, aprenden haciendo, objetivo fundamental del centro.
«Esas áreas básicas son independientes a las que patrocinan los organismos vinculados al perfil del IPA —precisa—. Un día nos dimos cuenta de que solo teníamos siete, además de 13 aulas anexas, para un total de 20. Quisimos llegar hasta 40 y pedimos colaboración a las entidades del municipio a las cuales tributamos estudiantes. Dieron el paso al frente y, entre todos, concretamos nuestro propósito».
Desde entonces en el IPA cuentan con un módulo pecuario, que incluye naves porcinas, ovinas, caprinas, cunículas y avícolas para desarrollar la especialidad de Zootecnia Veterinaria. También con áreas de siembra y otras para el estudio de los suelos. Hay sembrados por todas partes.
Autoabastecimiento alimentario
El perfil del IPA lo compulsó a incorporarse al movimiento de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar, donde llegó a ser de referencia nacional y reconocido con la Excelencia por cumplir casi todos sus subprogramas, tales como agua, alimento animal, producción de semillas, vegetales, flores, frutales, hortalizas, apicultura, abono orgánico…
«En el subprograma de granos hemos obtenido rendimientos importantes —asegura—. Este año cosechamos 25 quintales de frijol. Consumimos una parte y también donamos a círculos infantiles del municipio. Pensamos crear un granero capaz de producir durante todo el año diferente variedades».
Según mi entrevistada, el comedor del IPA siempre oferta algo producido allí. Consumen plátano, boniato, calabaza y yuca cosechados en sus cuatro hectáreas sembradas. El menú incluye hortalizas y vegetales que ofrece pródigamente su huerto intensivo, como rábano, zanahoria, lechuga, tomate, col, pepino, ají, acelga, lechuga, berenjena, quimbombó…
«Nuestro huerto intensivo le ahorra al presupuesto de la Dirección Municipal de Educación unos 40 000 pesos al año, pues ya no tiene que suministrarnos productos de ese tipo. Y otros 11 000 por concepto de producción de semillas, un rubro carísimo, del cual nosotros nos autoabastecemos».
Incentivos y perspectivas
Los excelentes resultados obtenido por el IPA Manifiesto de Montecristi propiciaron que el proyecto de colaboración internacional Profet, patrocinado por la Unesco y por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), lo tuviera en cuenta. Así, fue beneficiado con tecnología moderna para fortalecer la educación técnica y profesional.
«Por esa vía recibimos abundante base material de estudio de última generación —añade la directora—. Entre lo más relevante del paquete figura un laboratorio de computación con 20 máquinas. También un aula interactiva, que cuenta incluso con conexión a Internet, así como una biblioteca virtual con copiosa bibliografía especializada.
«Próximamente nos llegará un laboratorio de suelo y otro agrícola, así como una clínica de veterinaria con su correspondiente instrumentación. Tendrá funciones docentes y, además, ofertará servicios a los criadores de animales de la zona. Está previsto que recibamos también una mini industria, la cual debe contribuir al desarrollo local. Todo eso elevará la competencia del claustro de asignaturas técnicas y formará mejor a nuestros estudiantes».
Un Instituto-Vergel
La directora del IPA me invita a recorrer algunas áreas básicas experimentales. Por aquí, un polígono didáctico que recoge 11 medidas para proteger el suelo. Por acá, cortinas rompe vientos, barreras vivas y muertas para cercas perimetrales, canales de desviación, siembra de cobertura… Hay áreas para estudiar en el terreno el intercalamiento de los cultivos y el control de plagas y enfermedades.
Nos detenemos en un huerto que tiene las 52 especies que José Martí menciona en su Diario. Más adelante germinan 82 especies de plantas medicinales. Hay parcelas para aprender a cultivar arroz, yuca, plátanos… Este año recogieron 20 quintales de tabaco. Producen también abono orgánico, como humus de lombriz y compost con los restos de cosechas. Cada contenido teórico tiene aquí su área de práctica. Hay intención de aplicar la ciencia en la agricultura. Son, en total, alrededor de 20 hectáreas organizadas e impecables.
Más allá de las áreas
«También somos centro de capacitación agrícola municipal, pues impartimos cursos a cooperativistas y productores con un claustro de 115 profesores muy competente y estable, en el que figuran licenciados, ingenieros y másteres –acota mi anfitriona—. Además, patrocinamos varios círculos de interés en las escuelas secundarias básicas del municipio que proporcionan estudiantes para nuestros programas».
De regreso a su local de dirección, Magdelaine Sosa Menéndez me muestra algunos de los reconocimientos que el IPA a su cargo ha recibido. Con el orgullo retratado en el semblante, me asegura que aún queda mucho por hacer. Y yo me retiro con la certeza de que es mucho lo que han hecho.