Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El privilegio de llamarse Fidel

En Cuba hay muchos seguidores del Comandante en Jefe, de nombre y de acción; en las generaciones actuales perviven su obra y ejemplo

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

Hay nombres que no consiguen ser indiferentes: se imprimen en la memoria, se transmiten como herencia en cada generación, se resignifican, se enfundan como señal de dignidad y compromiso. Fidel es de esos nombres imprescindibles en la historiografía cubana y universal, de esos que marcaron un país entero, de los que renunciaron a su condición de sustantivo propio para convertirse en la denominación de todo un pueblo. Pasará el tiempo y ese nombre seguirá motivando causas justas en cualquier confín lejano de la Tierra.

Desde épocas antiguas llamarse Fidel se asociaba con confianza y fidelidad; estas cinco letras dicen mucho de los valores que caracterizan a la sempiterna presencia del Comandante. Su nombre se ajusta a la quijotada épica que dedicó su vida, y que emprendió por Cuba.

Al decir de Nancy Morejón, Fidel Castro tiene entre sus fortunas: estar entre nosotros por un mundo mejor y ser él. Parafraseando a la poetisa, y yendo un poco más allá, se podría decir que haberse llamado Fidel fue otra de sus fortunas…

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«Fidel, no podía ser otro mi nombre», así espeta con orgullo el santiaguero Fidel Alejandro Hechavarría Hechavarría cuando alguien le pregunta. Quizá lo dice con tanta seguridad porque nació y vive aún, a sus 16 años de edad, en un significativo sitio de nuestra historia rebelde: el III Frente Oriental Frank País García; no lo interpelé al respecto, pero asumo que allí hay muchos Fidel (no solo de nombre).

Para Fidel Alejandro Hechavarría Hechavarría defender el legado del eterno Caguairán implica ser humanistas, solidarios, laboriosos y humildes.

La decisión de llamarlo como al líder histórico de la Revolución provino de sus padres. Para su abuelo materno, también nombrado del mismo modo, «siempre fue un deseo tener al menos un nieto que se denominara como el hombre que tanto hizo por los cubanos y entregó sus más nobles empeños en construir la Patria soñada por nuestros próceres», cuenta Fidel Alejandro.

Aunque para el joven llevar el nombre de Fidel representa un reto, opina que lo ha inspirado «a luchar y actuar continuamente sobre la base de lo justo, lo ético, lo libertario y por seguir apostando a que las nuevas generaciones hagan pervivir la vocación revolucionaria.

«Me transmite el aliento perpetuo para contribuir a edificar una Cuba mejor, siempre socialista, pero con cambios sustanciales; porque como ha expresado el Presidente Díaz-Canel, no podemos seguir haciendo las mismas cosas en el sector de la economía.

«Como un padre-comandante, como un camino a seguir, así percibo a Fidel; él sintetiza mis ideas, mis aspiraciones, mi visión de futuro. Nunca realizo una
acción en la cual no piense en cómo él lo hubiese hecho, o qué puedo hacer para honrarlo: seguirme esforzando y superando, proseguir con mis estudios, cultivar mis virtudes, no abandonar la fe en el mejoramiento humano y enaltecer a nuestros héroes; no como estatuas infalibles, sino como seres humanos, que al igual que hoy nosotros lo hacemos, batallaron por construir una nación con todos y para todos», apunta.

Uno de los mayores sueños del estudiante era conocer a su paradigma. Nunca pudo estar cerca del líder que tanto admira, ni tocarlo, ni abrazarlo. No coincidieron en los mismos tiempos. El momento en que estuvo más próximo a Fidel fue cuando visitó el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia, un mes después de su partida física. El silencio sepulcral y el recogimiento de espíritu que impone el camposanto, lo convocaron a cavilar sobre la grandeza del estadista.

«Pensé en cómo él no quiso tributos ni culto a su persona, sino una roca austera, pero firme, en posición contigua a su inspirador de cabecera: José Martí. Ahí me dije: Qué grande es Fidel; él no cabe en nada material que haya sido obra de humanos, porque él es un gigante, él es de Cuba entera», rememora el muchacho, quien considera que para preservar el legado de su tocayo es preciso defender las conquistas de la Revolución.

«Debemos ser jóvenes humanistas, solidarios, internacionalistas, laboriosos, fieles a nuestros principios, honestos y humildes. Tenemos que parecernos a nuestro tiempo y tener sentido del momento histórico», sentenció.

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Al logopeda Fidel Moreno Labrador enero lo vio nacer. El mes de la Revolución triunfante tiene mucha significación para su familia: años republicanos de subyugación, escarceos y rechazo a las otredades, se vieron cimentados por el paso firme y triunfante de una caravana que anunciaba un comienzo sanador para la nación. Él no pudo ver a los barbudos, pero sus padres, profundos antibatistianos, siendo él pequeño le contaron casi todo sobre Fidel y el porqué lo habían nombrado como el Comandante en Jefe.

«Llevar este nombre es un honor; significa ser consecuente con la impronta fidelista, fomentar el patriotismo, el decoro y no claudicar jamás», afirma el también profesor en la Universidad de Granma. En su mente se agolpan los recuerdos sobre la misión internacionalista que cumplió hace varios años en la República Bolivariana de Venezuela, donde acudían a su consulta pacientes pobres que agradecían a Fidel por el envío de médicos cubanos y otros profesionales a esa hermano país.

«Siempre traté de transmitir a mis hijos y a mis estudiantes el legado de Fidel, sus condiciones morales. Al más pequeño de mi prole lo nombré como él, para que cuando yo muera, el nombre de nuestro Comandante siga presente en mi familia», apunta Moreno Labrador.

Fidel Moreno Labrador ha sembrado en otras naciones la semilla del internacionalismo forjado por el líder histórico de la Revolución Cubana.

El texto Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, le cambió la vida a Fidel Jesús Moreno Cubela, el menor de los hijos de Fidel Moreno Labrador. «Cuando era pequeño no me gustaba mi nombre. Solía colocarme apelativos de personajes de series que veía. Hasta que, mediante ese libro, supe quién era Fidel y el significado de su figura y liderazgo mundial; entonces comprendí la importancia y el orgullo de portar este nombre», confiesa el estudiante de primer año de Medicina en la Universidad de Ciencias Médicas de Granma Celia Sánchez Manduley.

No sabe si es por el nombre, pero siente que su personalidad tiene mucho que ver con la del Rebelde mayor, que siempre demostró que sí se puede. «Detesto las injusticias, practico la lealtad, soy del bando de los inquietos, de los enérgicos, de los que no se dejan vencer; de los que cumplen cabalmente cada tarea; odio la chapucería y lo mal hecho, soy amigo de la verdad.

«Como Fidel, amo la libertad y amo a mi Cuba. Me gusta pensar que sigo su ejemplo», describe Moreno Cubela, quien además ratifica que les corresponde a las actuales generaciones mantener viva la memoria de este cubano inmenso.

«Los fidelistas —que no somos únicamente los que nos llamamos así, sino también los agradecidos que confiamos en su herencia— no debemos ser pesimistas; debemos convertir los reveses en victorias, justo como él lo hizo. Mantener en alto su obra forma parte del compromiso de nuestros jóvenes».

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