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La cuarentena infinita

¿Por qué, contra todos los deseos, la isla de Turiguanó se convirtió en el evento de transmisión local más largo de Cuba?

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

ISLA DE TURIGUANÓ, Ciego de Ávila.— Daina Cárdenas Rivero confiesa tener pesadillas. Bajita, de pelo corto castaño recogido en un moño, señala la soga que marca el límite de la Zona Roja en la isla de Turiguanó.

«Nada más de verla, aunque sea de lejos, me entra una ansiedad tremenda —cuenta la muchacha, maestra de la ESBU Francisco González Marín y residente en la comunidad El Aserrío—. Esto ha sido muy difícil. Algunas cosas funcionaron bien, otras no, y la cuarentena se alargó».

Bajo una sombrilla, que la protege un poco del resplandor de la costa, Silvia González García, diputada y presidenta del Consejo Popular, reconoce que el aislamiento ha sido una prueba muy dura para los más de 3 000 habitantes en el área de restricción.

«Aunque no se crea, hay gente que cuenta hasta las horas. Tuvimos varios días sin ningún reporte. Muchos se hicieron una ilusión; por eso el golpe fue muy duro al conocerse el último caso. Ahí supimos que esto se iba a extender. Ahora debemos aguardar con disciplina. No hay de otra».

El fantasma del virus

Silvia respira más aliviada. El lunes 8 de junio se aprobó la liberación del aislamiento del Micro y el pueblo Sandino al no reportarse contagios. La tercera zona, en la comunidad de El Aserrío, donde se detectó el último paciente, deberá esperar al 23 de junio, si no aparece otro contagio.

La pregunta, no obstante, se mantiene: ¿Por qué no concluyó la cuarentena de Turiguanó a los 28 días, junto con la del municipio de Florencia, si ambas comenzaron el 11 de abril?

«Ha sido muy complejo —reconoce la diputada—. Al principio debió existir mejor organización; pero ¿alguien se imagina lo que es tener aisladas a tantas personas asintomáticas?».

Por ahí aparece la primera complejidad; porque desde el primer caso —detectado el 1ro. de abril— hasta la confirmación de los últimos pacientes, entre el 19 y el 26 de mayo, el evento de la isla registró 17 habitantes positivos al SARS-CoV-2 y se cobró una vida: la primera persona confirmada.

«El virus estaba en Turiguanó y no se mostraba —explicó el doctor Norman Gutiérrez Villa, director de Higiene y Epidemiología en el municipio de Morón—. De los positivos, solo tres evidenciaron síntomas. Por eso se pidió autorización para realizar una pesquisa masiva con PCR y detectar a todos los infectados. Tuvimos un episodio el 16 de abril que alarmó mucho: una niña con sintomatología. Se estudiaron a ella y a la madre por ser contactos. ¿Qué dio la prueba? Bueno, la mamá, sin señal alguna, era positiva, y la pequeña, con síntomas, no tenía el virus».

El día a día y otros dolores de cabeza

Los estudios después demostraron que la niña sufría un cuadro viral. Se estima que la madre debió contagiarse mientras llevaba café a los médicos que atendían a la primera persona enferma de Covid-19. Ese y otros episodios fueron de las tantas carreras imprevistas del evento.

Por eso Yamila Bautista Poll no lo olvidará, como tampoco omitirá los más de 70 días de cuarentena. Directora adjunta de la Empresa Pecuaria Genética, asumió el mando de la Zona de Defensa por nombramiento del Consejo de Defensa Municipal. Sobre sus hombros cayó la responsabilidad de aplicar las medidas y enfrentarse a lo que aparecía a diario en un evento inédito para todos.

«Al comienzo debimos hacer un censo —explica Yamila— y encontramos a 400 personas sin libreta de abastecimiento. Eso se resolvió, pero era un problema, porque el principio era repartir todo del modo más equitativo posible».

Bajo ese criterio se llevó la canasta básica a las 1 750 viviendas en aislamiento. Otros organismos, como la Pesca y Acopio, han sido sistemáticos en su aporte. También se organizó un servicio de mensajería con habitantes de la zona roja encargados de llevar medicinas y alimentos a los ancianos o vecinos más vulnerables por sus enfermedades y hasta diabéticos con serias lesiones, recibieron la atención de especialistas del hospital de Morón, quienes entraron cumpliendo todas las medidas de seguridad.

Pero el día a día tuvo sus complicaciones. Al principio la distribución no fue siempre acertada. El mecanismo debió engrasarse sobre la marcha hasta llegar incluso a colocar la comida y productos de aseo en las puertas de las casas.

Había cierto grado de incertidumbre. Y de ahí a salir del aislamiento en casa (aunque solo fuera a preguntar), solo había un paso. En los inicios la asignación del jabón demoró varias veces y luego aparecía el de precios más altos. Con toda lógica, unos cuantos se llevaron las manos a la cabeza. El otro jalón de pelos —como una mujer confesó por las redes sociales— ocurrió con el aceite, cuando llegó en formato grande (cinco litros). Fue preciso conciliar con los vecinos para que dos o más casas adquirieran juntos un recipiente y luego lo distribuyeran.

La percepción de riesgo tuvo otro momento gris cuando en dos ocasiones liberaron productos en la tienda porque no alcanzaban para todos. Aquello fue un silbato de arrancada para las colas, y para que el virus estuviera de fiesta.

De los platos fuertes con sus otros demonios

Esas incongruencias iniciales sazonaron otros platos fuertes de esta prolongada cuarentena: la indisciplina, no cumplir las medidas y subestimar la capacidad de contagio del coronavirus. Por distintos motivos, las investigaciones de Salud Pública detectaron 406 contactos a partir de los 17 positivos, buena parte originados en plena restricción.

Autoridades y pobladores coinciden en que durante los primeros días se podía ver a unos cuantos habitantes por las calles a altas horas de la noche. No sería la mayoría, pero las 35 contravenciones impuestas y las 14 denuncias que irán a tribunal por reiteradas violaciones de las medidas sanitarias, hablan de un nivel de indisciplina, con su carga de peligro para la expansión del SARS-CoV-2.

Ahora los miembros del Consejo de Defensa de Zona y de la dirección de Higiene y Epidemiología en el municipio se autocritican por el tamaño de la cuarentena. Dicen que en un área de tres asentamientos se hizo más difícil el control sanitario. Desde el inicio, la Zona Roja debió concentrarse en El Aserrío, alegan, y cerrar el perímetro donde se emitió el mayor número de contagios.

Quizá no falte razón, pero otros «condimentos» fueron más fatales. El evento de Turiguanó tuvo su origen en dos actividades organizadas por un ciudadano cubano-americano que viajó desde Ciego de Ávila y organizó dos fiestas en El Aserrío: el 16 y 17 de marzo, con piscina incluida.

En ese entonces las medidas no estaban en su punto más alto; la alarma, no obstante, se encontraba encendida en Cuba. Casi dos semanas después, el día 28, una mujer mostró síntomas de COVID-19 que no fueron informados, a pesar de las pesquisas diarias, según refirieron las autoridades de Higiene y Epidemiología municipal.

El 1ro. de abril, ante la agudización de las molestias, la llevaron ante los médicos, quienes ordenaron el ingreso. Tres días después se evacuó al esposo, también con señales de enfermedad. Ahí se abrió la caja de Pandora. ¿Qué habría ocurrido si no se hubieran efectuado las fiestas, o si desde el primer síntoma los enfermos hubieran avisado? ¿Existiría el evento de Turiguanó?

Esas y otras interrogantes valdría la pena consultarlas con la almohada; sobre todo esos ciudadanos que celebran fiestas en distintos lugares del país, como si la agonía por la COVID-19 fuera ya pasado lejano y no del presente.

Si alguien duda de los sufrimientos que origina, de sus dudas y ansiedades, de los deseos de respirar otros aires y ver otro lugar, reflexione sobre lo sucedido en Turiguanó: allí encontrará las respuestas.

La comunidad de El Aserrío, es la última que terminará el aislamiento en la isla de Turiguanó, aunque Ciego de Ávila haya entrado en la fase 1 de la etapa de recuperación este 18 de junio

 

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