Lisandra Pompa Rodríguez. Autor: Osviel Castro Medel Publicado: 23/09/2019 | 10:02 pm
Buey Arriba, Granma.— No ha parado en sus 26 años de existencia, porque ha vivido con su reloj colmado de ajetreos y relámpagos.
Fue una niña «intensa», que en Bueycito, un poblado del municipio de Buey Arriba, asumió pronto la dirigencia de un CDR infantil y ese cargo la enamoró para siempre de la organización.
Ahora, Lisandra Pompa Rodríguez sonríe al recordar aquellas jornadas acopiando materias primas junto a sus padres, Bernardo y Dorcas, o convocando a los mayores a un trabajo voluntario.
«Qué linda etapa; yo era muy activa y disfrutaba ver a las personas unidas en el barrio. Crecí en un Comité —el cinco de la zona 64— donde había mucho entusiasmo y eso me cautivó», comenta esta ingeniera en Ciencias Informáticas.
Por eso cuando solo tenía 16 abriles ocupó sin miedo el cargo de organizadora, en el que tuvo encontronazos, alegrías, amistades nuevas y desarrolló mejor las capacidades para derrotar el cansancio.
Cuatro años después, en 2013, se convertiría en la delegada más joven de Granma al 8vo. Congreso de los CDR, una cita en la que cargó las pilas.
«Llegué y me propusieron ser la coordinadora de la zona, que tiene nueve comités. No era fácil para una muchacha de 20 años que trabajaba y estudiaba en la Universidad al mismo tiempo, pero acepté el reto igual, sin temblar. Conocí las incomprensiones, los debates fuertes, los muros que pone alguna gente para no aportar a los CDR, pero estoy convencida de que casi todos se derriban con argumentos y trabajo», sentencia.
«Me he encontrado a personas que cuando les falta la corriente o el agua dicen que no van a pagar la cotización; esos son arranques comprensibles en ocasiones, porque no todo el mundo tiene el mismo nivel intelectual; lo importante es hablar, persuadir, situarse en el lugar de los cederistas».
Lisi, como le llama la inmensa mayoría, fue promovida hace unos meses a la coordinación municipal de los CDR en Buey Arriba, en la que se desempeña como organizadora.
«Es una tarea gigantesca, a la que le dedico muchas horas; me levanto temprano y me acuesto tarde», reconoce, aunque seguidamente expresa que la hace feliz sentirse útil, intercambiar criterios con los ciudadanos y ayudar a resolver problemas.
«Me ha tocado ir a los lomeríos intrincados y allá he visto gente tan sencilla, humilde y revolucionaria que he salido estremecida. Cuando me pasa eso me impulso, gano energía y fuerza», confiesa.
Lisandra reconoce que hay jóvenes sin compromiso social, indiferentes a los cargos; sin embargo, hay muchos más enamorados de Cuba y su proyecto.
«No estamos en un país perfecto, tenemos incontables dificultades. Somos nosotros mismos, los jóvenes, los primeros que debemos tratar de mejorarlo cada día», dice mientras sus ojos se iluminan.