A su regreso a la Patria los colaboradores de la Salud de nuestro país que participaron en el Programa Más Médicos para Brasil, fueron recibidos por las más altas autoridades de la Isla. Autor: Ricardo Tamayo Pérez Publicado: 25/12/2018 | 08:22 pm
La doctora Sucel Betancourt Quintero no fue la primera médica cubana en llegar al Estado de Paraíba, al nordeste de Brasil, pero sí la última que vieron sus 2 793 habitantes, quienes apenas horas antes la habían despedido con gracias a flor de labios, agradecidos.
La imagen la acompañó durante todo el trayecto de regreso en la fría mañana del miércoles 12 de diciembre a Cuba. La compartía en el vuelo con sus compañeros. Lo mismo han hecho los miles de galenos que desde el pasado 22 de noviembre comenzaron a llegar a la Isla tras la decisión del Ministerio de Salud Pública de no continuar participando en el programa Más Médicos, debido a las declaraciones y amenazas del electo mandatario brasileño Jair Bolsonaro.
Los pobladores de Paraíba que la despidieron con la esperanza de que su Gobierno no los prive de los servicios que les garantizaba la doctora Betancourt Quintero, la acogieron como parte de su familia hace ya un bienio.
La joven de 33 años de edad había dejado atrás su natal Nuevitas, Camagüey, como parte del contingente médico cubano que llegó al gigante sudamericano para sanar los males del cuerpo y del alma de sus habitantes más desfavorecidos.
Dra. Sucel Betancourt Quintero.
Los cubanos contribuyeron a mejorar los estándares sanitarios y a que poco a poco crecieran los índices de bienestar de una población aquejada de muchos trastornos, como los neurológicos y digestivos, así como enfermedades prevenibles, incluyendo traumatismos torácicos causados en su mayoría por accidentes, comentaba a JR Sucel Betancourt.
También, como asegura su colega Yusnier Keiler Hernández Rivero, de 32 años, los médicos de la Isla lograron marcar una diferencia en cuanto al tratamiento que deben recibir los pacientes, y la atención que merecen todos por igual como seres humanos.
Durante cada día de los casi dos años y tres meses que prestó sus servicios en el municipio de Rolim de Moura, en el Estado de Rondonia, al norte de Brasil, Keiler Hernández atendió a decenas de pacientes.
Dr. Yunier Keiler Hernández Rivero.
Aunque le informaron que se dirigiría hacia uno de los municipios más importantes de la zona, muy pocos conocían de la existencia de aquel lugar. Al poco tiempo de llegar fue reubicado en otro puesto médico, 24 kilómetros después de su residencia, por lo que debía trasladarse diariamente.
«El viaje era agotador, pero su población —2 000 y tantos residentes—, era muy humilde y necesitaba de mis servicios. A ellos les debo el abrazo enorme que me dieron desde el primer momento y la familiaridad con la que me trataron hasta el último instante», dijo.
Contribuí a tratar las principales afecciones que los aquejaban: el dengue, la leishmaniosis —«la mañosa», le dicen— y la lepra, agrega el médico camagüeyano.
«Ellos, en cambio, nos regalaron su gratitud eterna, esa que nos demostraron con lágrimas, palabras y gestos. Eso es lo que todos traemos como el más valioso de nuestros equipajes, como el mayor de los pagos por nuestros servicios».