Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba Autor: Roberto Suárez Publicado: 15/12/2018 | 12:02 am
Discurso pronunciado por Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, en la inauguración de la XVI Cumbre ALBA-TCP, en el Salón de Protocolo de Cubanacán, el 14 de diciembre de 2018, “Año 60 de la Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)
Estimados Presidentes, Primeros Ministros y Jefes de delegaciones, distinguidos invitados:
Estimado compañero David Choquehuanca:
¿Quién de nosotros no recuerda aquel 14 de diciembre de 2004, de gala el teatro Carlos Marx y Fidel colocando en el pecho de Chávez la Orden “Carlos Manuel de Céspedes”?
Ese día, Fidel evocó lo dicho por Céspedes: “Venezuela, que abrió a la América española el camino de la independencia y lo recorrió gloriosamente hasta cerrar su marcha en Ayacucho, es nuestra ilustre maestra de libertad…”.
Ese 14 de diciembre nació el ALBA y Cuba fue una fiesta.
¿Quién de nosotros puede olvidar las alegrías de aquella jornada en que Chávez y Fidel firmaron el acta de nacimiento del nuevo proyecto de integración entre iguales?
¿Quién que lo vivió, no se emociona con la memoria de la hermandad de aquellos hombres que, no solo tuvieron sueños descomunales, sino que les dieron nombres poéticos y los convirtieron en realidades?
En una de las cumbres del ALBA, Chávez contó un día cómo Fidel le dio nombre a la misión que, gracias a esta integración, ha operado ya, de diferentes patologías oftalmológicas, a más de 2 800 000 latinoamericanos y caribeños. Nada más parecido a un milagro.
También le oímos hablar del amanecer que le inspiró a él mismo para llamar ALBA al hecho que hoy festejamos.
Cuesta creer que todo surgiera en la mente del líder bolivariano en diciembre de 2001, con Venezuela bajo el impacto de una huelga patronal que preludiaba el golpe del año siguiente.
Después de una larga noche pensando en qué alternativa oponer al proyecto imperial del ALCA, aparece la luz del alba y con ella la idea. Transcurría en Isla Margarita una reunión de la Asociación de Estados del Caribe y Chávez anuncia su proyecto. Fidel, que está allí, no solo aplaude con entusiasmo, sino que, a su regreso a La Habana, le escribe pidiéndole detalles.
Chávez le confiesa que solo está la idea. Tres intensos años después —enfrentando golpes, bloqueo y agresiones de todo tipo— los dos firmarán la Declaración que dio nacimiento al ALBA.
Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América fue su primer nombre, porque era un proyecto de integración contra el Acuerdo de Libre Comercio.
Once meses después, en la Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, Argentina, la propuesta de alianza imperial, ALCA, era enterrada por los pueblos de la región, en un acto de rebeldía y solidaridad, liderado por Chávez, que ya forma parte de la historia continental.
Al cumplir su primer lustro, en 2009, cambió el significado de su primera letra. Seguía siendo ALBA pero ya no era una alternativa, sino una alianza y con los aportes de Bolivia se transformó en ALBA-TCP.
De manera que hoy celebramos 14 años del nacimiento del ALBA y 9 de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA-TCP.
A los dos estados fundadores, uno de los cuales me honra representar, se fueron sumando Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador, Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, y Granada.
Sean mis primeras palabras hoy de homenaje a ese empeño y a su realización.
Al sueño, a los soñadores y a todos los que hicieron posible que, en menos de 15 años, hayamos saldado deudas de siglos.
Nos enorgullece y alegra contar las obras de esta integración: los más de 11 000 médicos de países del ALBA formados en las escuelas latinoamericanas de medicina de Cuba y Venezuela; los 2 223 035 latinoamericanos y caribeños operados de la vista; las más de 30 millones de consultas oftalmológicas; el millón y medio de discapacitados censados y atendidos socialmente; los 4 163 767 de alfabetizados en la región con el método Yo sí puedo; los 3 países del ALBA-TCP declarados Territorios Libres de Analfabetismo: Venezuela en 2005, Bolivia en 2008 y Nicaragua en 2009.
Otros como El Salvador, avanzan firmemente para lograrlo. Estos son los logros a pesar de la seria afectación que ocasionó a estos programas la guerra económica que sufre Venezuela. Los expertos coinciden en que no hay precedentes de una conquista social de esa envergadura en otro mecanismo de integración.
Pero no solo en el área social tenemos resultados que mostrar.
Ahí está el Banco del ALBA, que ofrece financiamiento a nuestras naciones para proyectos económicos de interés.
Y está la inversión de los ingresos por venta de combustible mediante acuerdos de pagos justos, en el desarrollo social, agrícola, pesquero, de la industria y las reparaciones navales, la creación de capacidades industriales, la minería extractiva, las obras de infraestructura vial, hidráulica, aeroportuaria, portuaria y en el turismo.
¿Quién puede ignorar la ayuda solidaria de médicos y trabajadores eléctricos cubanos y caribeños, de rescatistas venezolanos, bolivianos, nicaragüenses, cubanos y salvadoreños, de científicos de nuestras naciones, cuando más lo hemos necesitado?
Hablamos, orgullosamente, de una ayuda sin condicionamientos, respetuosa de los intereses nacionales y las legislaciones de cada país. Entre nosotros no caben chantajes políticos ni de ninguna clase. La Alianza es un paradigma incuestionable de solidaridad, cooperación y concertación entre sus miembros. Esos valores constituyen nuestra principal fortaleza.
También somos conscientes del potencial colectivo convocados por nuestras propias necesidades para convertirnos en un actor decisivo del tiempo que vivimos.
Es preciso actuar con audacia y realismo y ajustar las propuestas a las potencialidades reales.
Necesitamos articular planes, proyectos y centrar los limitados recursos de que disponemos, en lo fundamental.
Sobre todo, debemos tomar en consideración el adverso entorno económico internacional y regional y el impacto de las injustas medidas coercitivas unilaterales contra varios de nuestros países. Aun en esas difíciles circunstancias es posible avanzar.
La coyuntura actual demanda, aún más, la unidad y la concertación política entre nuestros países y esfuerzos decisivos para enfrentar la estrategia divisionista del imperialismo. Se impone la convicción inquebrantable de que Nuestra América es una sola, del Bravo a la Patagonia, y que es un deber fundamental impedir que nos arrebaten los recursos naturales y nos sometan a su hegemonismo.
La agresividad del imperialismo se dirige hoy contra nuestros valores más genuinos. Les molesta la solidaridad que nos caracteriza, no toleran la justicia social y menos aún la equidad en la distribución de los ingresos. Odian irracionalmente la vocación soberana de los pueblos y no respetan su derecho a escoger el sistema político que decidamos.
Asaltan el desarrollo sostenible y la convivencia armónica con el medio ambiente.
Detestan y atacan la visión latinoamericana y caribeña de unidad, la cooperación Sur-Sur y la búsqueda de la complementariedad económica. Su embestida tiene un solo propósito: tomar el control de los inmensos recursos naturales de una región que, por mucho tiempo, han considerado como su patio trasero.
Por eso han retomado los principios de la Doctrina Monroe, “ley” de la subordinación regional a las ambiciones del gran capital estadounidense. Con ese fin se concibió hace 195 años y su esencia permanece invariable. Bajo esa certeza, es deber oponerse a las pretensiones, nada disimuladas, de desenterrar su espíritu.
“Pongamos por delante lo social, seamos profundamente humanistas, pongamos por delante el dolor de nuestra gente para fortalecer la cohesión social, ese es el ALBA”, decía Chávez en su histórica alocución en Mar del Plata en noviembre de 2005. El breve recuento que hemos hecho, nos prueba cuánto se pudo hacer.
No hay que olvidar que todo ello fue logrado bajo las balas de la subversión, los golpes o las amenazas de golpe, las amenazas que jamás terminan… el bloqueo que nunca cesa.
Justamente el 14 de diciembre de 2004, Fidel ponderaba el contexto en que se concibió el ALBA: “La batalla ahora es más dura y difícil. Un imperio hegemónico, en un mundo globalizado, la única superpotencia que prevaleció después de la guerra fría y el prolongado conflicto entre dos concepciones políticas, económicas y sociales radicalmente diferentes, constituye un enorme obstáculo para lo único que hoy podría preservar no solo los más elementales derechos del ser humano, sino incluso su propia supervivencia”.
Algunos dirán: ¿qué ha cambiado? Cambió lo que cambiamos. Y no fue poco. Recordemos solo lo más notable:
Como consecuencia del terremoto del 12 de enero de 2010 en Haití, los países del ALBA-TCP aprobaron un plan de acción para contribuir a la reconstrucción y fomento del desarrollo del hermano país caribeño en las áreas de salud, finanzas, energía, agricultura y soberanía alimentaria, educación, construcción, seguridad, transporte y logística.
Aun con sus insuficiencias, el ALBA-TCP ha concretado proyectos para unir las potencialidades de los países miembros en beneficio de nuestros pueblos en la alimentación, el medio ambiente, la ciencia y la tecnología, el comercio justo, la cultura, la educación, la energía, la industria y la minería, la salud, las telecomunicaciones, el transporte y el turismo.
Hoy me interesa destacar particularmente el poder político y moral de nuestra Alianza:
El bloque ALBA, desde su surgimiento, ha defendido posiciones firmes y certeras para condenar de manera absoluta el genocida bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos a Cuba.
El ALBA respaldó, de manera enérgica, al Gobierno del presidente Evo Morales, rechazando la convocatoria que grupos separatistas hicieron en Bolivia, con lo que logró desactivar sus pretensiones divisionistas.
Fue el ALBA voz de nuestras voces, que se alzó en espacios internacionales para hacer suyo el Acuerdo de la Cumbre de Managua, en la cual los Jefes de Estado rechazaron el golpe de Estado ocurrido en Honduras.
Fueron los países del ALBA quienes lograron derogar, en la Asamblea Anual de la Organización de Estados Americanos en 2008, la infame suspensión de Cuba como miembro de la OEA en 1962.
Ha sido decisivo su apoyo a la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba, Estado Plurinacional de Bolivia, en abril de 2010.
Es fundamental el acompañamiento del ALBA al pueblo de Puerto Rico en su lucha por la independencia y la soberanía nacional. Como es valiosísima la constitución del Consejo de Movimientos Sociales, los encuentros de estos Movimientos del ALBA en Tintorero, Venezuela, en el 2007, y en Cochabamba, Bolivia, en el 2009 y 2010, y las iniciativas y posiciones respecto a temas fundamentales del acontecer internacional.
Hermanas y Hermanos:
Todo lo que hemos logrado juntos quedaría como otro capítulo del empeño de nuestra región por unirse —que sus enemigos frustraron—, si no advertimos los nuevos riesgos y amenazas a que se enfrenta el bloque.
La República Bolivariana de Venezuela y la República de Nicaragua han sido los principales objetivos de los más recientes ataques dirigidos a desmontar hasta el más mínimo avance en materia de soberanía y justicia social.
Pero el ALBA-TCP es, al propio tiempo, un bastión infranqueable contra los intentos de las fuerzas reaccionarias de aislar a Venezuela y a Nicaragua.
Es preciso defender, contra viento y marea, la plena vigencia de la Alianza como un espacio de resistencia, diálogo y lucha del cual nos sentimos parte indisoluble.
Por eso nuestro reconocimiento y solidaridad con el presidente Nicolás Maduro Moros y con el Gobierno democráticamente elegido de Venezuela, y con la Nicaragua sandinista que dirige el Comandante Daniel Ortega Saavedra.
Siempre estaremos junto a Venezuela y a Nicaragua, hermanos de luchas y sueños por la dignidad de nuestros pueblos.
No podemos ser ingenuos ni aceptar silenciosamente las agresiones que orquestan contra otros países hermanos. No es posible subestimar el gran despliegue de recursos de nuestros adversarios históricos para descarrilar gobiernos, imponer caos y derrocar autoridades democráticamente electas o para impedir que fuerzas progresistas y populares se mantengan en el gobierno.
La injerencia en los asuntos internos de los Estados, la subversión política, las agresiones económicas y sus efectos sociales y las constantes amenazas del uso de la fuerza, constituyen peligros reales para la paz y la seguridad en la región.
La observancia de los principios de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz es esencial para preservar la estabilidad en el área.
Es imperativo defender la ética y honestidad de las administraciones públicas y rechazar la judicialización de la política, cuando con tan alarmante frecuencia se intenta desconocer la voluntad popular como ha pasado en Brasil, donde jueces venales, hoy asociados a la derecha, insisten en la práctica de acusar y condenar a los líderes progresistas.
Es preciso construir un frente, lo más amplio posible, que reúna a fuerzas de izquierda y progresistas, a movimientos y organizaciones sociales de la región, para enfrentar estos desafíos.
Y ni por un momento podemos olvidar la más importante y vital de las tareas que compartimos: enfrascarnos de forma permanente en la construcción, fortalecimiento y defensa de la unidad. Ese es nuestro bien más preciado. La deuda con nuestros próceres y el compromiso con nuestros hijos.
Como dijo Fidel, “la edad del egoísmo tiene que pasar”.
El ALBA-TCP es una necesidad. Como mecanismo genuinamente latinoamericano y caribeño, ha demostrado más de una vez que es un eficaz espacio de concertación, unidad, defensa de las causas más justas, integración, cooperación y solidaridad.
Los pueblos de Nuestra América acumulan una dolorosa memoria. No es posible olvidar las lecciones del pasado, los crueles y oscuros años de las dictaduras militares y el impacto del neoliberalismo, que intentan reinstaurar, con las nefastas consecuencias que tuvieron para nuestra región las políticas de chantaje, humillación y aislamiento que, como entonces, tienen en Estados Unidos a su principal articulador.
Con acciones y lenguajes cada vez más agresivos, hoy el imperio se empeña en retomar la supeditación colonial al Gobierno y a las corporaciones de Washington.
Bajo los mismos presupuestos que plagaron de dolor y miseria a Nuestra América en nombre de la libertad —como advirtiera tempranamente Bolívar— vuelven las viejas prácticas con nuevos ropajes.
Estimados compañeros, hermanas y hermanos:
José Martí tenía apenas 24 años cuando escribió en un solo párrafo una lección de historia que todos deberíamos conocer. Decía Martí: “Pizarro conquistó al Perú cuando Atahualpa guerreaba a Huáscar; Cortés venció a Cuauhtémoc porque Xicoténcatl lo ayudó en la empresa; entró Alvarado en Guatemala porque los quichés rodeaban a los zutujiles. Puesto que la desunión fue nuestra muerte, ¿qué vulgar entendimiento, ni corazón mezquino, ha menester que se le diga que de la unión depende nuestra vida?”.
Compañeros:
Antes de iniciar los intercambios, deseo agradecer en nombre de nuestro Gobierno y de todo el pueblo de Cuba, la posición de los países del ALBA-TCP durante el debate y aprobación de la resolución para poner fin al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, en la pasada sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Rindo homenaje a la coherencia, al valor y la dignidad asumidas por nuestras hermanas naciones caribeñas, que se rehúsan a ser sometidas a presiones que rechazamos con toda energía.
Del mismo modo, reitero nuestra oposición a la insistencia de incluirlos entre los países de renta media, a las injustas medidas en su contra por considerarlos jurisdicciones no cooperativas, y apoyamos su justa demanda de recibir compensaciones por los daños ocasionados por la esclavitud.
En nombre de nuestra Revolución y de nuestro pueblo, quisiera compartir con ustedes el profundo legado del más martiano de los cubanos. Fidel nos enseñó que “no tienen porvenir nuestros pueblos sin la unidad, sin la integración”.
Bolívar y Martí, Fidel y Chávez nos legaron enseñanzas invaluables, entre ellas la lealtad a los principios. Sus lecciones nos muestran el rumbo a seguir en esta hora decisiva de la Patria Grande, que nos reclama unidos para seguir forjando juntos nuestra segunda y definitiva independencia.
Creo muy oportuno, para esta etapa de lucha y resistencia, recordar lo que el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, dijo en Cartagena de Indias en octubre de 1995, y cito: “No somos simples espectadores. Este mundo es también nuestro mundo. Nadie puede sustituir nuestra acción unida, nadie tomará la palabra por nosotros. Solo nosotros, y solo unidos, podemos rechazar el injusto orden político y económico mundial que se pretende imponer a nuestros pueblos”.
Defendamos entonces las nobles ideas que compartimos con toda energía en el ALBA-TCP.
Muchas gracias (Aplausos).
Foto: Roberto Suárez.
Foto: Roberto Suárez.