Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Asalto a la paz de una escuela

Lo vivido el lunes último por alumnos y profesores del politécnico Olo Pantoja, en el municipio capitalino de La Lisa, resulta un hecho inusual en nuestras instituciones docentes. Mientras en el centro continúan normalmente las clases, Juventud Rebelde se acerca a lo sucedido

Autores:

Margarita Barrios
Yuniel Labacena Romero

Parecía que iba a transcurrir como un día habitual el pasado lunes 17 de septiembre en el Instituto Politécnico Olo Pantoja, del municipio de La Lisa, en la capital del país, cuando unos gritos se interpusieron en las explicaciones de la clase de Historia y en otras de la institución docente.

«Empezamos a sentir gritos de los estudiantes y algunos pasaban corriendo», recuerda Sabrina Quintana Acosta, estudiante de segundo año de la especialidad de Construcción civil. Al salir del aula casi no podían dar crédito a lo que estaba ocurriendo.

«Vimos como uno de los agresores hirió en la mano a uno de nuestros compañeros. Enseguida me acerqué a él, para ayudarlo», repasa con la voz aún entrecortada y nerviosa Thalía de la Caridad Silva Fernández, compañera de grupo de Sabrina.

Con apenas 15 y 16 años, respectivamente, ambas muchachas cuando hablan de lo ocurrido aquel día, señalan que les duele mucho, porque en su escuela nunca habían sucedido incidentes de semejante naturaleza. Según explican, el ambiente es todo lo contrario, pues se sienten muy bien, en armonía.

Este es el estado actual de la cerca perimetral de la escuela. Foto: Roberto Suárez

 

—¿Y no tuvieron miedo?

—Bueno, un poco, pero más bien fue la sorpresa. Todo ocurrió tan rápido que no tuvimos mucho tiempo para pensar, asegura Sabrina. Mientras Thalía añade: «Yo no. De inmediato fui a auxiliar a mi amigo herido. Él es un muchacho bueno, que no se mete con nadie. Me dio mucha lástima verlo así. Y si había que defenderlo lo hubiera hecho; pero nos llamaron rápidamente para el comedor y allá nos fuimos todos, para estar bien seguros junto con los maestros».

—¿Qué dijeron sus padres?

—Ellos estuvieron aquí en una reunión, y no se puede culpar a la escuela. Esto nunca había ocurrido ni nada parecido, destaca Sabrina.

Thalía refiere que su mamá estaba al principio muy preocupada, «incluso me comentó que me iba a cambiar de centro, y le dije que no, pues no había que tomar decisiones apresuradas. Ya está más tranquila».

Todavía con nerviosismo, Georgina Llorente Barbastro recorre con estos reporteros el sitio por donde irrumpieron el lunes último personas ajenas al sistema nacional de educación y causaron lesiones leves con tratamiento médico a nueve estudiantes.

«Estaba abriéndoles el aula a los muchachos cuando ellos entraron y, de pronto, se formó tremenda algarabía. Cuando ven a alguien desconocido ustedes saben cómo se ponen los alumnos. De pronto siento a los estudiantes alterados saliendo del aula y veo a aquellos tipos con cuchillos en las manos.

«Yo también me alteré y traté de sacar a los muchachos para protegerlos; les indiqué que corrieran, pues vi que era algo peligroso, fuera de lo común», cuenta esta mujer, quien custodia la escuela. «Ellos no entraron por la puerta principal, sino por la cerca del fondo. Cuando los vi, ya estaban dentro de la escuela, pero jamás pensé que podrían cometer esa locura».

Como explicó la nota oficial de la Dirección Provincial de Educación de La Habana, se trata de un hecho inusual y lamentable. Por suerte, como señala el texto, las acciones investigativas permitieron en corto tiempo dar captura a los autores, quienes confesaron haber participado en la agresión y se encuentran bajo un proceso investigativo aún sin concluir.

Las autoridades de Educación resaltaron en su comunicado que hechos inaceptables y repudiables como estos, ajenos a nuestro sistema de enseñanza no quedarán impunes, y sus autores enfrentarán el rigor de nuestras leyes, conforme al Código Penal.

Ese es el mismo sentimiento que comparte por estos días la población ante lo ocurrido. Lo hacen también en las redes sociales y los espacios de opinión de nuestros medios de prensa. Un lector nombrado Alexis Bandrich Vega apuntó que se debía aplicar la ley con todo el rigor posible: «Asisten muchas agravantes, la primera el peligro para la vida de nuestros adolescentes. Es un hecho muy inusual, pero a nadie se le debe ocurrir repetirlo… Las sanciones deben ser informadas para que contribuyan a la prevención», subrayó.

Otro cibernauta, bajo el nombre de Daisy Rivero León, dijo que «hay que actuar fuerte. Nuestros centros educacionales tienen que respetarse y los alumnos tienen que sentirse con tranquilidad. La educación es una de las mayores obras de la Revolución». Por su parte, Bárbara pedía: «Que se tomen las medidas necesarias y pertinentes para la seguridad del politécnico y que los autores del hecho paguen por sus malas acciones», remarcó.

Georgina Llorente señaló el sitio por donde irrumpieron los sujetos. Foto: Roberto Suárez

 

Aquí estoy con mis alumnos, dando clases

Con más de 40 años de trabajo en Educación, la maestra Juana Castillo Torres no había vivido nada igual. Hace un año que trabaja en el Olo Pantoja; anteriormente ejerció en Santiago de Cuba. «Tengo la costumbre de estar siempre con mis alumnos, pues soy profesora guía de un grupo.

«Cuando ocurrieron estos sucesos mis muchachos estaban en la clase de Educación Física. Me percaté de que había un hombre agrediéndolos y traté de entrarlos al aula. Uno de los asaltantes se acercó a nosotros, me tiró al suelo y me dijo con guapería: “¡Esto no es con las mujeres, es con los hombres!”. Rápidamente me incorporé para tratar de proteger a mis alumnos. Estaba desesperada. No tenía nada con qué defenderlos, porque nosotros somos maestros de tiza y borrador, nunca se ha visto un arma en una escuela cubana.

«Él había herido con una chaveta a uno de mis alumnos en un muslo. La policía vino enseguida. Por suerte se pudo controlar rápidamente la situación. No me separé del estudiante, le dieron cinco puntos, se recupera y está bien anímicamente. He hablado con su mamá y me dice que se incorporará a clases en cuanto pueda, pues la herida es en un lugar un poco incómodo para venir hasta aquí.

«Declaré en la PNR, ayudé en todo cuanto pude en la investigación y estoy dispuesta a prestar todas las declaraciones que sean necesarias. No se pueden permitir estas cosas. Aquí vivimos en paz y nuestra educación es sagrada. Fue una experiencia pésima, que nunca olvidaré; pero aquí estoy, como siempre, con mis alumnos, dando clases», subrayó.

Arianni Lays Welman, subdirectora docente del politécnico, destacó que luego de los hechos organizaron a los estudiantes. «A los heridos los mandamos con urgencia para el hospital, para que los curaran y vieran la complejidad de las lesiones. También les pedimos a los muchachos que llamaran a sus padres, para que vinieran a apoyarnos ante la compleja situación.

«Aunque todos estábamos en shock, nos mantuvimos a la viva, con nerviosismo y un poco de miedo, pero logramos salir de aquello. Lo vivido fue muy desagradable, y más cuando uno de los individuos regresó al comedor donde protegíamos a los estudiantes. En ese momento sacamos a los alumnos por la puerta contraria», manifiesta.

Yohandis Cueria Angulo, director del politécnico. Foto: Roberto Suárez

Recuerdos de un director

Yohandis Cueria Angulo, director del politécnico —el cual tiene una matrícula de 728 estudiantes y un claustro de 44 profesores—, también narra lo ocurrido. «Había terminado el primer turno de clases cuando estos sujetos entraron con armas blancas a una de las aulas y empezaron a cortar a los muchachos. Se formó un gran desorden. Los estudiantes salieron asustados, los profesores comenzaron a combatir con fuerza a los agresores, quienes se vieron obligados a salir huyendo, pero ya habían dejado varios heridos.

«La policía llegó de inmediato. Cuando los asaltantes regresaron al centro ya estábamos en el comedor. Uno de ellos se acercó corriendo a este lugar y ahí mismo fue apresado. Según nos informó la policía, a las 12:15 del mediodía ya estaban todos detenidos».

El Director destacó que las autoridades municipales y provinciales del Partido, el Gobierno y Educación llegaron pronto a la escuela, así como los compañeros de Menores. Además, enfatizó que a los heridos se les socorrió y les avisaron a los padres para que se incorporaran con sus hijos a los centros de salud.

—¿Había algún vínculo de los asaltantes con la escuela? ¿Se conoce el motivo?

—Ellos no buscaban a una persona específica, agredían al que se les ponía delante. Lo hacían al azar, incluso los lesionados son de distintas especialidades. Entraron por el fondo, donde la cerca perimetral está deteriorada. Hubo profesores y alumnos fuertes que combatieron bastante, les lanzaron sillas a los asaltantes.

«Los agresores son jóvenes de entre 19 y 24 años de edad, y los alumnos de este centro tienen entre 15 y 17 años. Esta experiencia ha sido muy fuerte… Hay que ver este incidente desde todas las aristas, desde el impacto en los docentes hasta en la familia. En la escuela se hizo una reunión, pues los familiares solicitaban que se les aclararan muchas cosas, y en ese encuentro participó Ena Elsa Velázquez Cobiella, nuestra ministra de Educación.

El estado de opinión era muy negativo. Con el tema de la seguridad se indicó que se le pusiera mayor atención a las guardias docente y estudiantil, porque aunque tenemos custodios en las dos entradas, esta escuela es muy grande. Después del suceso, el politécnico se mantuvo funcionando de manera normal, con una buena asistencia», resaltó.

Juana Castillo Torres, una de las profesoras. Foto: Roberto Suárez

Rigor legal contra los agresores

Cuando llamaron a su casa y les dijeron que su hermano había sido herido en la escuela y estaba en el policlínico docente Cristóbal Labra, quedaron asombrados porque «él es un joven muy tranquilo», afirma la hermana de uno de los lesionados.

Toda la familia, en particular su mamá, está muy impactada «Yo fui para el policlínico, continúa la hija. Mi hermano estaba sentado junto a otro niño, también herido, y un enfermero los estaba atendiendo. Como tenía una herida en la frente y otra en el cuello lo remitieron al maxilofacial. Requería de puntos, pero no se los dieron en ese momento porque había que hacer una radiografía y lo llevaron para el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez.

«La situación para mi hermano era más compleja, porque tiene una operación de cadera reciente y algunas de las heridas fueron justamente donde están los dos tornillos que tiene colocados en el muslo. También tenía otra herida en el codo».

La joven recuerda que, cuando estaban en el policlínico llevaron allí a uno de los agresores. «Parece que en el forcejeo él también estaba herido en una rodilla; pero a pesar de estar esposado, daba patadas, escupió a una enfermera, aquello no tenía fin», añadió.

«El lunes, después de lo sucedido, nos llamó el director de la escuela, y el martes vinieron muchos de sus amiguitos. Tengo que destacar la actitud de la profesora Camila, que lo recogió del suelo, lo llevó para el policlínico, lo acompañó y protegió todo el tiempo. Fue muy valiente. Ella nos llama para saber cómo sigue. Ha sido muy atenta.

«Yo asistí el miércoles a la reunión de padres de la escuela. Allí hice varias preguntas respecto a la organización interna del centro. En este encuentro se aseguró a los padres que podían estar tranquilos, que no volvería a suceder, que habían tomado medidas importantes para la seguridad del politécnico. Esperamos que así sea.

Su hermano, «el Iyabó», como le dicen los muchachos de la escuela, dijo a Juventud Rebelde que se siente bien, con deseos de continuar con sus estudios y vida habitual aunque, como es lógico, el impacto de la agresión lo ha marcado profundamente. «Quiero mandarle un saludo a mis amigos de la escuela y transmitirles las gracias por venir a visitarme. También mis saludos a los otros muchachos que fueron agredidos y mis deseos de que se recuperen pronto», comentó.

Hechos como los ocurridos en este centro, que han merecido el repudio de todo nuestro pueblo, no quedarán impunes. Aunque es un acontecimiento inusual en las escuelas cubanas, deja lecciones de alerta, y ratifica la necesidad de continuar formando valores imprescindibles en la sociedad que construimos.

Los agresores confesos continúan detenidos para posteriormente ser juzgados por los tribunales competentes. La investigación aún no ha cerrado. Mientras tanto, allí, en la Lisa, el politécnico Olo Pantoja desarrolla normalmente sus clases y desde cada aula sigue preparando a futuros técnicos y obreros calificados.

Confesiones de un «policía» en serie

Osmani Díaz Bruces, jefe de brigada de la cooperativa Dos Ríos y quien fue hasta el curso pasado director del politécnico. Foto: Roberto Suárez

«Estaba dentro de la oficina junto a otros compañeros preparándome para irme al trabajo, pues soy jefe de brigada de la cooperativa Dos Ríos, aledaña al centro escolar. Entonces sentimos una gritería en la escuela. Nos asomamos a la puerta de la oficina y vimos a los muchachos corriendo. Pensábamos que estaban jugando y seguimos en lo nuestro. Poco después la efervescencia aumentó y salimos a ver qué sucedía.

«Los muchachos seguían corriendo y algunas niñas estaban llorando. Desde lejos vi a la maestra Juana y le grité: “¡Juana, qué pasa!” Ella me respondió que había un hombre con un cuchillo allí. Entonces salí corriendo, tratando de averiguar dónde estaba el agresor. Los muchachos me dijeron que camino a la puerta, y salí disparado hacia ese lugar. Pero al llegar no era cierto, había ido hacia otro punto, el puesto de mando. Imagínese la intranquilidad de los alumnos.

«Cuando llegué vi al sujeto —quien vestía un pulóver azul— con una chaveta en la mano izquierda. Entonces le dije: ¿Qué cosa estás haciendo? y comenzó a “boconearme”, a decirme que no lo tocara… Cuando los dos comenzamos a caminar hacia la puerta de salida, no le vi sangre ni nada, pensé que solo estaba asustando a los muchachos, formando alboroto. Pero lo mío era sacarlo de la escuela, para que no siguiera allí. Logré que saliera y cuando regresé fue que me enteré de lo que ya había pasado.

«Pensé que todo terminaría ahí, pero casi al instante sentí a la gente gritar: “¡Viraron, viraron!”, y volví a correr junto a un policía que ya había llegado a la escuela.

«Tenía tremendo dolor, porque ya sabía lo que habían hecho en la escuela. Le dije al policía: “¡Ahora sí que no se me va!”. Corrimos y el agresor nos vio. Brincó la cerca, pero cayó en el área de nuestra cooperativa. Se equivocó de lugar, pues aquí estaban mis compañeros. Cuando iba llegando vi que tiró la chaveta y pude advertirle a la policía para que la encontraran.

«Él quiso confundir a la policía diciendo que no tenía que ver nada con el hecho, que venía pasando en ese momento por allí. Le dije que no fuera sinvergüenza, que yo era quien lo había sacado de la escuela con la chaveta en la mano.

«Realmente fue muy triste, triste… Fue algo bien deplorable, para mí son unos sujetos inescrupulosos. Sé que la ley revolucionaria es lo más justa posible, pero pedimos de verdad que sean severos con ellos, no puede ser que personas así con esa conducta antisocial entren a nuestras escuelas y ocasionen daños.

«Los padres saben que sus hijos están en las escuelas seguros y esto no puede cambiar. No podemos permitir que un grupo de personas creen estas situaciones. He desmentido, hasta donde he podido, todas las bolas que hay en la calle. Me duele que haya sucedido esto». 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.